Ese parentesco suprahistórico que se da entre las lenguas se basa en que cada una, en su conjunto, se refiere a lo mismo, lo cual no está al alcance de ninguna, sino sólo de la totalidad de sus intenciones que son complementarias entre sí: a saber, al lenguaje puro.
En el lenguaje puro –ése que ya a nada se refiere y que no expresa nada, sino que es la palabra tan creativa como inexpresiva a que todas las lenguas se refieren–, comunicación, sentido e intención alcanzan una capa en la que, al fin, se encuentran destinados a borrarse. Desde aquí se confirma la libertad de la traducción como derecho nuevo y superior. Porque no existe gracias al sentido que corresponde a la comunicación, emancipar del cual es la tarea que a la fidelidad le corresponde.
La libertad resulta acreditada en la lengua propia por su tensión al lenguaje puro. El redimir en la lengua propia ese lenguaje puro que se encuentra como cautivo en la lengua extraña, liberar el lenguaje preso en la obra misma al reescribirla, es la tarea para el traductor.
El surrealismo ha reaccionado con extrema violencia, que honra a Francia y a sus intelectuales, contra esa mezcla de literatura y periodismo que en Alemania está empezando a convertirse en la fórmula propia de la actividad literaria. Así ha dotado a [...] la poesía pura, que amenazaba con hundirse en lo académico, un fuerte sentido demagógico, casi incluso político. Pero además, ha recuperado la gran tradición de la literatura esotérica, que en verdad está muy lejos de ‘el arte por el arte’ y entiende y ejerce la escritura en tanto que práctica curativa secreta. El surrealismo ha comprendido la interrelación hoy existente entre diletantismo y corrupción, que conforma la base operativa sobre la que se extiende el periodismo.