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Geografía de afinidades

Nacho Criado y sus ideas puestas en escena

Fernando Castro Flórez
Fotografía Luis Asín

Durante el mes de enero la sala Goya del CBA albergó la exposición [No existe], una muestra de piezas –fundamentalmente audiovisuales– concebidas específicamente para este espacio expositivo y una revisión de proyectos no realizados, con la que Nacho Criado (Mengíbar, Jaén, 1943) planteó una reflexión sobre su trabajo y en torno a la memoria. Fernando Castro Flórez, crítico de arte, comisario, profesor de estética y teoría de las artes en la UAM y gran conocedor de la obra de Criado, nos ofrece este perfil del artista.

La exposición de Nacho Criado en la galería Ginkgo (1994) se articulaba en torno a una pregunta En tiempo furtivo... ¿qué hacer? No se trata de una fórmula retórica, sino de un cuestionamiento que atiende a la densidad, al mismo tiempo que a determinadas actitudes, inconsecuentes o cínicas, del final de una época. A mediados de los años sesenta comenzó este artista a realizar sus obras con una lucidez extrema, sin concesiones, asumiendo el reduccionismo formal de las vanguardias que surgen después de la II Guerra Mundial, desde exposiciones como Cuando las actitudes se convierten en formas o con el bagaje de toda la problematización de la práctica de la pintura y la configuración objetual que se produce desde Duchamp hasta Beuys. Su tarjeta de presentación, en el ambiente confuso y apasionante de finales de los sesenta y comienzos de la siguiente década, fue la exposición Homenaje a Rothko, con trabajos que sorprendieron y perfilaron la imagen de un artista exigente en sus posiciones estéticas; en esa época comienzan las relaciones con Mitsuo Miura y con los miembros de Zaj, especialmente Juan Hidalgo y Walter Marchetti. Es indudable que la trayectoria de Nacho Criado ha estado caracterizada por una gran coherencia, empleando medios como la fotografía, el cine, las acciones, las esculturas o los ambientes, trabajando de forma obsesiva en torno a un núcleo de problemas esenciales, diseminando en torno a ellos objetos o acontecimientos que tienen el carácter de un contrapunto musical o entreacto.

En el caso de Nacho Criado, tan importante ha sido la concreción de las obras como la decisión de no hacer, esto es, la defensa de la inactividad como laboratorio y prueba de fuego personal, en la que es crucial tanto la paciencia cuanto la memoria. Una de las claves de Nacho Criado ha sido siempre su preocupación por la puesta en escena de las ideas, uniendo en ellas la arqueología del tiempo, el valor de la ausencia y la acotación espacial restrictiva (las compresiones territoriales). Las obras se dilatan, tomando las acciones proporciones arquetípicas: el artista se dedica a tararear siempre la misma música o a silbar entre las ruinas. La travesía la ha realizado sosteniéndose en lo más cercano (el suelo de terrazo, las nubes formadas por la leche en una taza de té, la respiración del hijo, la ceniza que cae sobre el pantalón), impulsado al silencio, dejando signos en la arena o, en una figura de gran importancia en su estética, «clamando en el desierto». «Nos atreveríamos a decir –afirma Miguel Cereceda– que ésta es la idea general que ambiciona su escenificación a lo largo de toda su carrera: la idea del tiempo». Ese tiempo que acaso sea feliz o, también podría ser, terriblemente desdichado, enredado en la memoria, perdido en el abismo de los sueños, dilatado en una vivencia furtiva.

En la presentación de una exposición de Berridi realizó Nacho Criado un breve análisis de la aventura de la escultura moderna que, en su opinión, está marcada tanto por la ambigüedad como por una vitalidad que supone ampliar su lenguaje hacia límites imprecisos. Ese itinerario estético comienza con el reduccionismo de la Columna sin fin de Brancusi y la visión de la dinámica interna en Formas únicas de continuidad en el espacio de Boccioni, realizada el mismo año que Duchamp presenta la rueda de bicicleta encajada por la horquilla en un taburete: un objeto manufacturado, apartado de su función, que está ahora aislado o introducido en el contexto artístico; se abre el cauce para los ready-mades. Esas tres experiencias son el inicio de un trayecto de gran diversidad en el que no resulta fácil trazar un mapa, tal vez el único gesto lúcido es el de proponer un sentido: «Desde la grandiosidad –escribe Nacho Criado– de lo precario en los Merz de Schwitters, los agentes colaboradores (polvo en Duchamp, elementos naturales en Klein,...), la “muerte del arte” en Dadá […], hasta los reduccionismos minimalistas y constructivistas, la pobreza del material, lo cotidiano en fluxus, el arte de la Tierra, la configuración del tiempo y el análisis conceptual. Todo este quehacer exhaustivo y extenuante ha producido un fin de siglo donde la pregunta obligada es: “¿Qué hacer?” La repuesta no es obligada, ni única. Bastaría con estar dispuestos y preparar el equipaje para una nueva partida». Estas consideraciones deben ser entendidas, en realidad, como una auto-interpretación de Nacho Criado, de sus influencias fundamentales que llevan hasta las preguntas que rondan su mente. Sin caer en el historicismo o en la saturación teórica, este artista ha explicitado, con frecuencia, cuáles son los artistas que admira o considera necesario recordar por medio de homenajes: «El primero fue uno dedicado a Rothko en Sen –declara en una entrevista con José Díaz Cuyás–, después viene el de Manzoni en la galería Buades, el de Beuys en la galería G, los de Duchamp y Zaj otra vez en la galería Buades. Todo esto dará lugar a Ellos no pueden venir esta noche, que era el proyecto inicial para el Palacio de Cristal, como pieza única de la exposición». En esa obra se incluyen referencias a artistas como Malevich, Mondrian o Klein, Durero o Leonardo, Fidias o Duchamp, Maciunas o Brecht; conviene tener en cuenta que en esa exposición del Palacio de Cristal (1977) está presente la idea del anonimato, desde el propio título de la muestra (en el que no aparece el nombre del artista sino las fechas de construcción del Palacio y de nacimiento de Nacho Criado y unas siglas «AN») hasta el catálogo, que tendría que haber sido un bloque de páginas negras. Por medio de los homenajes establece una geografía de afinidades, al mismo tiempo que desmonta la idea del yo como algo replegado sobre sí mismo.

La problematización de la «autoría» no excluye la presencia del sujeto, al contrario, en la obra de Nacho Criado su implicación es determinante, en una clave que no es tanto biográfica, cuanto manifestación, en términos de Rosalind E. Krauss, de una estética indicial. En el libro dedicado a su obra titulado La idea y su puesta en escena, preparó «Dos páginas personales» en las que aparece el siguiente texto escrito con una caligrafía temblorosa:

«Verano - Tiempo de la Siesta - Sudor y Salitre en los párpados.
Alcohol y algodón en las manos.
Hojalata cortante.
Las termes comiendo.
60’s Para ellos… Ignacio.
En Cuenca caminar por las Hoces buscando.
70.
El Buda Feliz 80.
El tránsito por las regiones devastadas conlleva a veces
el abandono de los más cercanos 90».

De todas sus obras, Nacho Criado menciona, elípticamente, las primeras pinturas sobre hojalata, las maderas apolilladas y las termes devorando las revistas de arte, los recorridos y los proyectos en la naturaleza en Cuenca, las piezas orientales y lo de ese abandono que remite a lo familiar y a la poética de la amistad. Cuatro décadas sintetizadas como un recorrido por lugares desérticos, adentrándose en un despojamiento voluntario. En las estanterías no hay nada más que transparencia o pequeños indicios, huellas que son, en palabras de Alberto Ruiz de Samaniego, «profecías inseguras, de una proyección tan endémica como infraleve. Un águila de escayola sobre un lecho de musgo auscultando una travesía imposible marcada por la obscena evidencia del fracaso, un vaso de agua marcando en su ensimismamiento la concentración molecular de un tiempo en su pureza aséptica eternizado. En el suelo, el soporte de cristal hecho añicos, el sustrato de esa nueva dialéctica de contrarios elementales que el vidrio metaforiza (agua y aire) manifestando su ruina secular y acaso originaria. Como si todo el material (y materialismo) que nos sostiene, los depósitos mismos de lo visible y del conocimiento, viniesen precedidos por un desfondamiento primigenio. Estancias o soportes para la nada». Nacho Criado comprende el trabajo artístico como una pugna con respecto a sus propias obsesiones, una actuación creativa que define en Conmigo mismo, casi contra mí mismo como «el territorio donde el arte se establece, como un paisaje endémico en el que se espejean todos los caminos trazados, donde sigue sin existir nada que apoyar; nada que soportar; nada que objetar». Y, sin embargo, como subraya en la estética del nihilismo, hay que continuar a pesar de todo.

Para la muestra de Miguel Copón en la galería Buades en 1999, escribió Nacho Criado un texto de cualidades aforísticas que es una especie de reflejo especular en el compañero errante: «Aprovechar hasta el final. Recorrer hasta el final estas superficies de forma minuciosa a lo largo y ancho. Pretextuales en su configuración y automatismo. Yo he caminado por un pasillo angosto prieto y mi cuerpo y brazo rozando un fragmento de muro, tan áspero, hasta aflorar la sangre. Más allá de lo que dejan ver por entre sus riscos y resquicios deposita tus ojos sobre ellas y disponlos suavemente, prestos para ser lacerados. Entre la casi inaprensible distancia que separa las puntas de las pestañas y el borde de los párpados, final de esta situación. Razón primera, la textura visual como sujeto, frente a la naturaleza como pretexto. La segunda razón, elegir un camino o más. El recorrido no importa si más o menos tortuoso, en relación a lo accidentado del mismo o bien si por la dificultad de orientación puede producirse pérdida o encuentro de destino. Tampoco esto importa, pues entre la partida y la llegada la única aventura posible es el naufragio. No obstante, dos opciones al menos. Si eliges la espesura selvática, disponte para acceder por entre la fisura blanca, tan vertical. Girar tu cuerpo 90º hacia la izquierda o derecha, secundario esto, para muy lentamente alcanzar el infinito casi... Otra opción. Desplazarse, ascender; el cuerpo lapado hasta escocer la piel –o más– la carne incluso. Gran angular primero. Después de un tiempo rocas ariscas a tu izquierda y un cielo tan profundo de una blancura que detiene. Riesgo y decisión, para abordar tal ingravidez. Terco ante la posible obstrucción hay que continuar hasta alcanzar la naturaleza que, no estando en sí misma, es sólo pretexto, a veces para raspar el ojo y otras para perder la orientación. Una vez, errante, he encontrado un regado abovedado de piedras ariscas. Los bordes de la entrada cubiertos con la piel de mi cuerpo». Esta compleja narración en primera persona amplía las frases que aparecían en los performances Conmigo mismo, casi contra mí mismo o Y los demás… ¿qué dicen? (1994): «este largo pasillo angosto que atraviesas rozando hasta aflorar casi la sangre», «caminar por regiones devastadas. Terco ante la gran obstrucción» y «la mente abierta, la visión opaca». En el centro se encuentra la conciencia del naufragio, esa metáfora absoluta, que no impide que se imponga la necesidad de encontrar esa naturaleza que es pretexto. La última frase del recorrido en el que se intenta conseguir espacio remite a los trabajos de Ajustes que realizara en Mengíbar en 1973 introduciéndose desnudo en huecos entre las piedras. El artista que en esas obras se deja, literalmente, la piel, es el mismo que más tarde trenza la referencia lingüística (la clave estilística conceptual) con la elegancia minimalista en una obra como Dos formas de decir la misma cosa (1988). Como Nacho Criado advierte hay que elegir un camino o más, como hizo en la selección de las piezas para la exposición del Instituto Valenciano de Arte Moderno, tensando un arco desde las piezas minimalistas y el Homenaje a Rothko (que ha reinterpretado en 1999 en su exposición en la galería Metta con unas disecciones sobre cartón) hasta la obra realizada específicamente para el Centro del Carmen en torno a la cuestión de las trampas. El arco de hierro de No te preocupes… tras la ruina algo queda (1986) servía como umbral en el tránsito desde la gran sala con la pared de las Conmemoraciones y la línea quebrada de las estructuras geométricas metálicas, y las obras reduccionistas que marcaron sus primeros planteamientos artísticos. En los nichos laterales dispuso una serie de «instantáneas» del ciclo de La voz que clama en el desierto: la plancha metálica (1993) con las escuadras y las baldas sostenida por los dos cubos, uno lleno de arena y el otro de cristales, la pieza realizada digitalmente (1994) y B. T. Desértico, el camello de hierro y cristal que presentara en 1994 en la galería A+A. Se ha propuesto así una lectura de períodos dilatados temporalmente, para mostrar la continuidad de algunas preocupaciones tanto temáticas cuanto formales. La clave de revisión constante de las ideas refuerza el sentido de todas las muestras de Nacho Criado: «Separar y recomponer son –apunta Remo Guidieri–, de hecho, el aliento modelado de Nacho Criado: no sólo como una red de materiales, de la piedra al acero, de la arena a la luz, sino como la notable encarnación de una visión metafísica y precisa relacionada con una más amplía composición de experimentos y experiencia existencial». Los cristales caídos (desde una balda inexistente) en el suelo iluminados en LSD (1990-1999) subrayan la ambivalencia del anhelo de destrucción. El vidrio roto brilla como si fueran diamantes los que allí yacen, la mínima actuación (ese evento que genera un ambiente) completa una verdadera estética de la sutileza o, mejor, da cuenta, objetualmente, de esa actitud constante de interrogación o, mejor, la heroica búsqueda de un tiempo de suspensión.Al recorrer la muestra Nacho Criado. [No existe] en la sala Goya del Círculo de Bellas Artes de Madrid, me vuelvo a encontrar con todo ese titánico esfuerzo por mantener las obras de la memoria disponibles, transformando la amargura del paso del tiempo en algo que acaso sea feliz. Ese suelo lleno de moquetas, incómodo y estratificado remite a una sedimentación azarosa pero también a la actitud de auto-ironía. Ha convertido la sala de exposiciones en una apertura temporal de su mente febril en la que conviven obras como las sillas por las que se desplazaba procesualmente, el homenaje a Beckett (otro maestro del residuo, decidido a avanzar un milímetro más hacia el acantilado) o los autorretratos con la melena agitada por el viento. No es, aunque pudiera parecerlo, una retrospectiva, antes al contrario, se trata de una mínima aproximación a todo aquello que está por hacer. Nacho Criado aprovecha la ocasión para volver a contar todo aquello que le obsesiona y, especialmente, a confesar que ser artista es mantenerse fiel a eso.

Sin duda, la gran novedad de esta muestra es la presentación de una serie de vídeos que revelan que Nacho Criado está en un período de enorme intensidad creativa. Si retoma proyectos como el de un discurso político corregido que datan de los años setenta, también «anima» elementos de obras anteriores como Lo que no se escucha se oye o utiliza un espacio ruinoso para desarrollar una poética del post-performance. Subiendo o bajando una escalera, en explícito guiño duchampiano, desnudo convertido en una suerte de Cristo Muerto, sometido a una lluvia de residuos (polvo o ceniza), el cuerpo del artista protagoniza todo este despliegue videográfico. En realidad, esta forma del no existir es, más que la del reflejo o el retrato, la del azogue, aquello que precisamente permite la reduplicación del sujeto. Miguel Copón, comisario de la muestra, advierte que el arte se ilocaliza al igual que la figura del espejo y cita a Beckett como si necesitara más pruebas o, mejor, otras voces. «El intento de comunicar donde toda comunicación es imposible, sea una mera vulgaridad de simios, o algo terriblemente cómico, como la locura del que mantiene una conversación con los muebles». Precisamente unos «monosabios» pululaban entre el público el día de la inauguración olisqueando a los presentes, acaso intentando comprobar si alguien estaba en celo. En vez de incomodidad o sorpresa me dio la impresión de que transmitían la sensación de distancia, como si todo ocurriera en una suerte de tiempo suspendido.

En una sala, una mesa con un ventilador había arrojado al suelo algunos folios que antes debieron estar perfectamente apilados. Nada estaba escrito en aquellas páginas y no creo que nadie pensara que algo debería sedimentarse allí. Recuerdo el hombro rozando contra la lija en la pared de la prisión y la frase lapidaria: «Ya no existen presas, sólo cazadores furtivos». Aunque he escrito en numerosas ocasiones sobre este artista impar, tengo la sensación de que nunca podré hablar de todo lo que su obra ha supuesto para mí. Tal vez lo que anote sea tan sólo otra forma del «no existe». La memoria no es sólo una estrategia del tiempo. Espero que sea una forma de convocar lo esencial, de rescatar lo amado, esto es, el modo precario de dar cuenta de los encuentros decisivos. Nacho Criado, lo tengo claro, es para mí uno de esos recuerdos a los que nunca renunciaré, especialmente cuando compruebo que mantienen, en el presente glacial, una potencia indescriptible.

FERNANDO CASTRO

Sainetes y otros desafueros del arte contemporáneo, Murcia, CENDEAC, 2007

Mensajes sin código. Notas sobre la fotografía, Alcobendas, Ayuntamiento de Alcobendas, 2007

Fasten Seat Belt. Cuaderno de campo de un crítico de arte, Murcia, Tabularium, 2004

Fight Club. Consideraciones en torno al arte contemporáneo, Pontevedra, Servicio de publicaciones de la Diputación de Pontevedra, 2004

Escaramuzas. El arte en el tiempo de la demolición, Murcia, CENDEAC, 2003

Nostalgias del trapero y otros textos contra la cultura del espectáculo, Badajoz, Consejería de Cultura, 2002

Nacho Criado, la voz que clama en el desierto, Madrid, Fundación Argentaria, 1998

El texto íntimo. Kafka, Rilke y Pessoa, Madrid, Tecnos, 1993

Elogio de la pereza. Notas para una estética del cansancio, Madrid, Julio Ollero, 1992

EXPOSICIÓN
NACHO CRIADO [NO EXISTE]


30.11.06 > 21.01.07

COMISARIO MIGUEL COPÓN
ORGANIZA CBA
COLABORA ILLY • DIRECCIÓN GENERAL DE BELLAS ARTES Y BIENES CULTURALES DEL MINISTERIO DE CULTURA