La celebridad de la fotografía
Entrevista con Ron Galella
Ron Galella (EE UU, 1931) es uno de los fotógrafos de celebridades más controvertidos del mundo. Sus imágenes son auténticos iconos de la cultura popular y han circulado de forma masiva desde hace años. Suyos son los retratos más conocidos de Jacqueline Kennedy, Marlon Brando, Elvis Presley o Frank Sinatra. Se le considera el pionero de la estética de los paparazzi pero, al mismo tiempo, sus imágenes tienen una fuerza que trascienden las convenciones del papel couché. De alguna manera, su trabajo cuestiona las fronteras entre arte y espectáculo. De hecho, las fotografías de Galella han sido expuestas en galerías internacionales como el Museum of Modern Art de Nueva York, la Tate Modern de Londres y el Helmut Newton Foundation Museum of Photography de Berlín.
¿Se considera más un trabajador o un artista?
En el instituto estudié arte, era lo que más me interesaba. Luego no pude ir a la universidad porque no tenía dinero, así que trabajé en Nueva York. Era artista de la cerámica. Entonces estalló la guerra de Corea. Para evitar ser soldado de infantería dos años y medio me alisté en la fuerza aérea porque había posibilidades de conseguir un puesto de fotógrafo. Me pagaron cinco meses en una academia para aprender porque no tenía ni idea. Fui fotógrafo del ejército cuatro años y me licencié en 1955. Luego me puse a estudiar fotografía de verdad. En esa época ya me acercaba a los estrenos e intentaba hacer fotos a las estrellas. Sentía curiosidad por cómo eran en realidad, no la versión idealizada que nos presentan las películas. Quería verlos haciendo lo que hacemos nosotros: pasear, hacer deporte, comprar en el supermercado y cosas así.
¿Y eso es algo artístico?
Los otros paparazzi buscan controversia. Quieren irritar a las estrellas, verlas cabreadas o pillarlas en malos momentos. Yo busco cierta naturalidad, dar humanidad a unos artistas que no siempre se nos presentan como personas.
Quizá algunas de sus fotos son artísticas y otras no.
Bueno, yo hago un trabajo de paparazzi y otro más natural, en el que por ejemplo me encuentro a Liz Taylor en una fiesta y ella mira un rato a mi cámara, casi posando. Hay un mercado para ambos tipos de fotos. Lo que más me gusta son las fotos inocentes, cándidas, donde ves a una estrella comportándose con naturalidad. Recuerdo que en cierta ocasión esperé cuatro horas para abordar a Sofía Loren después del estreno de Doctor Zhivago en Nueva York. Conseguí una imagen en la que está explicando con un gesto lo bonitos que son los ojos de Omar Shariff. Es una de mis fotografías favoritas.
Entonces, ¿habría sido papparazzi de no haber tanto dinero en este tipo de fotos?
El dinero es una parte importante, pero siempre me ha interesado el trabajo. Cuando estaba en el ejército me compré el libro de Peter Gowland How to Shoot Glamour. Hacía fotos a chicas guapas. Era algo que me interesaba.
¿Está en contra de la cultura de las celebridades?
No me gusta que los paparazzi provoquen a las estrellas para sacar lo peor que tienen dentro. Yo no hago eso. Me gusta tomar imágenes positivas, no negativas, que es lo que se lleva ahora. Les gusta ver la vejez y la celulitis de los famosos. Creo que eso es malo. Hay que buscar imágenes bonitas, no quitando las arrugas con trucos de ordenador, sino usando técnicas naturales del fotógrafo, como utilizar luces suaves para difuminar las imperfecciones. Si eres un artista puedes controlar estas cosas, aunque hay situaciones en las que es imposible.
¿Cuál ha sido el mayor cambio que ha experimentado en su carrera?
Las grandes estrellas tipo Liz Taylor se han ido. Sofía Loren es la única que queda, pero ya no es joven ni despampanante. Los actores y cantantes actuales viven bajo mucha presión porque tienen que parecer algo que no son. A mí no me gusta retratar el estrés, sino su rostro cuando están relajados. Además, ha aumentado mucho el número de papparazzi. Ahora una estrella sale a la calle y no se encuentra con dos fotógrafos, sino con veinte o cuarenta. Es como si te persiguiese una turba. Además saben que van a buscar tu ángulo más desfavorecedor. ¿Quién no se asustaría de eso? No me extraña que haya situaciones tensas y que las estrellas pierdan los papeles. No creo que hoy pudiera dedicarme a esto. Yo conseguía muchas exclusivas porque no había tanta competencia.
¿Y las nuevas tecnologías? ¿Cómo han cambiado su trabajo?
Ahora todo el mundo tiene una cámara en su teléfono móvil. Es terrible. Todos somos paparazzi. Las primeras fotos del romance de Jennifer Lopez y Marc Anthony las tomó un amateur con su móvil y las vendió a los tabloides. Los profesionales estaban fuera de la fiesta y no les dejaron entrar. Eso hace que las fotos sean peores y que las estrellas se vuelvan más paranoicas. En todo caso, hay algunas como Paris Hilton y Lindsay Lohan que están encantadas de la exposición. Lo que quieren es que las vean. Otra competencia son las propias estrellas, que venden reportajes exclusivos de su intimidad, se han convertido en sus propios paparazzi, para controlar más su imagen y ganar dinero. A mí me piden que no fotografíe a sus niños, pero luego ellos los incluyen en las exclusivas.
¿Cómo fueron sus comienzos?
Empecé a hacer fotos en 1959, un periodo de recesión, como ahora. Costaba encontrar trabajo. Vivía en Yonkers y decidí hacer un reportaje sobre la leche, desde la vaca hasta la mantequilla. También hice fotos de arquitectura y de diseño interior. Quería ser arquitecto, me dieron una beca pero era demasiado flojo en matemáticas, sabía que no iba a ser muy bueno, por eso la rechacé. Quería ser bueno en lo que pudiera hacer. Me gradué en Los Angeles en 1958. No tenía dinero. No podía pagarme un estudio como Richard Avedon. Gracias a la falta de dinero desarrollé mi estilo. Construí un estudio en la casa de mi padre, pero él vivía en el Bronx, a doce kilómetros y yo tenía que hacer fotos en exteriores y luego revelarlas allí. Iba a Broadway, a los estrenos, al aeropuerto, por la calle. Cada día era como un pequeña aventura.
¿Hay algún fotógrafo de celebridades al que admire?
Prefiero a Henry Cartier-Bresson y su teoría del momento decisivo. Si a la Mona Lisa se le vieran los dientes no sería un gran cuadro. Lo importante es el comienzo de la sonrisa. También me gusta Eugene Smith, hizo un ensayo fotográfico sobre los doctores rurales para la revista Life que me pareció magnífico. Ellos dos me inspiraron.
Usted tiene la teoría de que todos los famosos quieren ser fotografiados el mayor números de veces, aunque finjan que no les gusta.
La única celebridad que realmente no quería ser fotografiada era Greta Garbo. Yo le hice un par de fotos, sacó un paraguas aunque no llovía. Me dijo que no la molestara y decidí no seguirla. Otra vez me la encontré y se escondió en una cabina. En realidad es sencillo fotografiarla porque le gusta andar. Nunca coge taxis o limusinas. Era impresionante en la pantalla y creo que no quiere que la gente vea su decadencia. El resto de los famosos fingen rechazo, pero les encanta salir. Hice un libro sobre eso titulado No Pictures.
¿Qué opina del poder social y político de la imagen? Tiene bastantes instantáneas de los Kennedy. ¿Serían una familia tan mítica de no ser tan fotogénicos?
Obviamente, eso ayuda, pero no creo que John Jr. hubiera sido un buen presidente. Su madre se empeñó en que fuera abogado. El problema es que no era muy bueno estudiando. Se enfadó cuando empezó a salir con Darryl Hannah. Jackie quería controlar la vida de su hijo. Yo me alegro de haber sido pobre, porque eso me hizo querer ascender socialmente. Tenía cinco hermanos y trabajé en una tienda de alimentos. Ganaba ocho dólares y se los daba a mi madre. Me quedaba las propinas. No fui al dentista hasta los catorce años. Si quieres llegar a viejo, trabaja todo lo que puedas.
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