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Letras cómplices

Entrevista con Bernardo Atxaga y Jabier Muguruza

Víctor Lenore
Fotografía Eva Sala

Dentro del Homenaje a la lengua vasca. El euskera, una lengua con futuro, que se celebró en marzo de 2012 en el CBA, Bernardo Atxaga dio vida a su pieza El paraíso y los gatos / Katuak eta paradisua –una fábula llena de resonancias y analogías–, acompañado por el acordeón de Jabier Muguruza. Esta es la tercera colaboración entre ambos artistas, que ya trabajaron juntos en los espectáculos La lección de Groenlandia y Un traductor en París. Atxaga (Asteasu, Guipúzcoa, 1951) es uno de los escritores más destacados en euskera, cuyo reconocimiento general llegó con la colección de relatos Obabakoak (1988), que ha sido traducida a más veinte idiomas. La crítica ha destacado su sencillez narrativa, su variedad de registros y la capacidad para entroncar conflictos modernos con la tradición popular. Su obra más reciente, Siete casas en Francia, narra el horror en una guarnición militar en el Congo belga durante el mandato colonial de Leopoldo II. Entre otras muestras de reconocimiento internacional, estuvo nominada en Inglaterra al Premio Mejor libro de ficción extranjera de 2011. Por su parte, el escritor y cantautor Jabier Muguruza (Irún, Guipuzcoa, 1960) siempre ha contado con el favor de la crítica musical y de un público fiel que aprecia la sutileza de sus melodías y su excelente criterio en la elección de textos. Desde el álbum Aise (1997) se ha convertido en un referente de la canción de autor.

Ayer participasteis en un homenaje al euskera organizado por la Real Academia de la Lengua Vasca. ¿Cómo se justifica la necesidad de este acto? Suena un poco a desagravio por cómo se ha tratado al idioma durante años.

Bernardo Atxaga: Deberíamos tratar de evitar palabras como «homenaje» o «tributo». No dan la sensación de referirse a algo vivo. Como creador, no tengo la impresión de que escribir en uno u otro idioma sea un problema de primer orden. Solamente me preocupa la lengua cuando voy a reuniones del colegio de mis hijas.

Jabier Muguruza: Estos actos tienen interés porque durante mucho tiempo todos hemos notado cierta resistencia a los contenidos culturales en euskera, te hablo como cantante que sale de gira fuera del País Vasco. A veces, el euskera se percibe como un monumento cuyo único valor consiste en ser algo antiquísimo, por eso le veo sentido a recordar desde las instituciones que es algo vivo.

BA: Durante gran parte de mis cuarenta años de escritor, la lengua ha sido un problema. Me he encontrado una especie de línea Maginot, una frontera invisible que me ha costado muchísimo cruzar. Simplemente aspiraba a algo tan sencillo como hablar sin el peso de la política o el peso de la sociología. Quizá se entienda mejor con un chiste de mi amigo, el dibujante Juan Carlos Eguillor, ya fallecido: un niño y una niña cruzan un puente, el niño cuenta que quiere presentarse al concurso de dibujo que se celebra en el parque, ella le pregunta si no sabe que el alcalde se opone, que los ecologistas no lo ven con buenos ojos y que cierta facción de la izquierda ha propuesto un lugar alternativo. Mientras escucha los argumentos, el niño cada vez tiene la cara más compungida. Al final del chiste dice: «yo sólo quería dibujar un arbolito». Así me he sentido yo durante muchos años. Ayer hicimos un texto sobre el Paraíso y los gatos; lo esencial no es recitar en español o en euskera, sino las cosas que se digan sobre el Paraíso y los gatos.

¿Qué problemas cotidianos tiene el euskera? Dices que te interesa en las reuniones del colegio de tus hijas.

BA: Lo importante de una lengua, política y socialmente, es que proporciona el centro a una sociedad. Te pongo como ejemplo la imagen del Centro Pompidou en París, de formas raras e inusuales, de tal modo que le dotan de una centralidad respecto a los edificios del siglo XVIII que lo rodean. Del mismo modo, la lengua te permite escapar de la condición de periferia, que es la peor de las condiciones. Mira lo que le pasó a Castilla: en cuanto pierde centralidad, pierde todo lo que tenía. Yo soy muy castellanista, en el sentido en que he leído sobre su historia y a muchos autores de allí, y me parece un ejemplo muy claro de lo que ocurre cuando te empujan fuera del centro. Respecto al colegio de mis niñas, me limito a comentar cosas prácticas, como que hay que mejorar los textos del libro de biología o cosas por el estilo.

JM: En mi caso, cuando toco para un público no euskaldún, lo importante es la actitud previa. Si hay gente dispuesta a recibir, aunque no lo entiendan todo, el concierto suele ir bien. El estado ideal es el de los niños, que son capaces de prestar atención aunque no entiendan todas las palabras que les estás diciendo. En mi último concierto en Madrid, la gente tenía una actitud muy receptiva; si todos los oyentes fueran así, cualquier artista que escogiese el euskera podría tener un público más amplio.

BA: Uno de los principales problemas del pueblo vasco es la extrema preocupación por todo lo lingüístico, y eso es algo que he vivido muy de cerca. Mi padre era carpintero y dejó la escuela a los doce años, pero yo le recuerdo hablando todo el día de cuestiones lingüísticas. Recuerdo una ocasión en que venía a casa diciendo que había visto en el puerto un barco japonés que se llamaba Chimirrica, palabra que en vasco significa «mariposa», y él llegaba meditando si el euskera podría tener alguna relación con el japonés. Sería asombroso tener una máquina que midiese cuánta gente ha estado hablando de lingüística en las cenas de Madrid de la última semana de julio, y compararlo con las cenas del País Vasco. Por todo esto que te cuento, la sensibilidad hacia lo lingüístico marca gran parte de lo que he escrito. Hay apologetas que han llegado a decir que el vasco era la lengua del Paraíso. El número de los filólogos en el País Vasco debe ser de diez a uno comparado con los de Córdoba. Por cierto, mi mujer es filóloga.

JM: Mi hijo también.

Jabier Muguruza ha editado hace poco el libro de entrevistas Encuentros con alma (Alberdania, 2011). El título alude a que los entrevistados son artistas que no se han vendido. ¿Tantas ofertas hay? ¿Tantas tentaciones?

JM: Hablaba de eso citando al cantautor Mikel Laboa, de quien se acordó Bernardo ayer en el recital, porque hace quince años también actuó en el Círculo presentando Nueva Etiopía. Los que le acompañábamos esa noche comentamos que Laboa era un artista de los que no vende su alma. Mi opinión es que sí hay tentaciones. Una de las piezas de anoche, escrita por Iñaki Irazu, hermano de Bernardo, dice que si te descuidas puede llegar una sonrisa o unas palabras amables que te acaben haciendo su dueño. En estos momentos especialmente difíciles el riesgo es mayor.

BA: No venderse es un empeño diario. Ciertos poetas árabes que no querían saber nada de la corte se marchaban al desierto. El problema es que la libertad creativa no se puede conseguir a costa del aislamiento. La única forma de encontrar la independencia es establecer una relación conflictiva con la realidad. En el momento en que un artista decide evitar la bronca es mala señal. No digo que haya que buscarla, ¿eh?, sino que no hay que evitarla. Lo importante es decir lo que quieres decir. Si una metáfora puede librarte de la cárcel tienes que usarla, pero no puedes dejar de decir las cosas. Ahora escucho un programa de radio por las tardes que me fascina por la capacidad del presentador para evitar los conflictos. Tiene una suspensión maravillosa, evita los baches mejor que cualquier todoterreno. Cuando estoy dando entrevistas me han llegado a preguntar con mucha intención si yo creo que sería bueno que Mayor Oreja fuera Lendakari. Mi respuesta ha sido clara: «Para mí eso sería un descenso a los infiernos». Ahí sabes que pierdes mucha clientela, tanto lectores como interés de ciertos centros culturales. Hay que asumir las consecuencias. Esta actitud permanentemente crítica me ha hecho cometer muchos errores, incluso en mis apoyos políticos. Lo fundamental es mantener siempre el conflicto.

JM: Cuando Bernardo dice que ha cometido errores políticos, no hay que olvidar que su trayectoria le ha proporcionado mucha credibilidad. Cualquier cosa que dice es escuchada por amplios sectores, estén más o menos de acuerdo con lo que opine. No venderse también es una cuestión artística. Me parece importante que la gente que vino ayer al recital se fuera a casa sabiendo que lo que habíamos contado tenía mucho que ver con nosotros. Que cada cosa que dijimos era importante en nuestras vidas, que no escucharon un cuento chino. Es lo mismo que he sentido yo hace poco asistiendo a un concierto de Pablo Guerrero.

BA: Se me ocurre citar a los Rolling Stones. Hace poco pusieron en televisión un concierto reciente donde cantaban letras de amor de tipo adolescente sobre un escenario de cien millones de dólares. Es imposible creértelos porque han perdido contacto con la experiencia. En cambio, estuve viendo un documental sobre sus comienzos y eran magníficos. En aquella época, Mick Jagger bailaba como una mariposa. Viendo esas imágenes recuerdas por qué impactaron tanto a mi generación, sus canciones eran hachazos contra la vieja sociedad. Es lo mismo que alguien dijo de Mark Twain: «Cuando perdió contacto con el río, se dedicó a contar chistes». Es una buena forma de explicar su decadencia, el hecho de que se hizo millonario y se fue a vivir a New Hampshire. Me gustaría ponerte un ejemplo de algo que yo haya rechazado para no vender mi alma, pero si hubiera ocurrido tal cosa no estaría bien contarlo. Creo en eso que dice la Biblia de que «tu mano izquierda no sepa lo que hace la derecha». Si me hubieran ofrecido el Ducado de Parma no voy a soltarlo luego en una entrevista para exhibir integridad.

Muguruza decía en su libro que en la vida hacen falta interlocutores, personas con las que vas hablando de los grandes temas. ¿A quién valoráis vosotros especialmente? Está el público, los críticos, los compañeros...

JM: A mí la crítica siempre me ha tratado bien, especialmente fuera de Euskadi. Es un aparte del mundo cultural que escucho y agradezco. Dicho esto, cada vez me preocupa menos una reseña. No es aquello de Gil de Biedma que pensaba que el artista llega a un punto donde sabe más que cualquier crítico. Es más bien que vas adquiriendo seguridad. Sabes que ciertas conclusiones a las que has llegado van a misa. Yo valoro tener interlocutores como Bernardo y también poder hablar con alguien que lleva quince años viendo conciertos míos. Me interesa lo que puedan decirme.

BA: El público tiene mucha importancia. A mí me gusta mucho una teoría sobre la interlocución que tiene Jakobson. Explica por qué en los cuentos tradicionales no hay descripciones. El motivo es la censura creativa de la gente que los escuchaba en formato oral. La audiencia estaba loca por la acción, por saber el destino de los personajes. Es un nivel básico del hecho literario, pero te muestra cómo actúa ese interlocutor. En nuestros conciertos también ocurre. Yo dejo de contar un chiste cuando alguien me dice que no tiene gracia.

En alguna ocasión Bernardo ha comparado la crítica literaria con el spam.

BA: No se puede generalizar, hay distintos tipos de interlocutores. Yo he leído aquí en el Círculo un texto delirante sobre un pastor y un taxista y lo he pasado muy bien comentándolo en público con el poeta José-Miguel Ullán. Había tanta sintonía que nos poníamos a especular si la canción que iría oyendo el taxista sería «Angelitos negros» o algo de Armando Manzanero. Fue un momento feliz y delicioso. En cambio, otra vez que vine aquí encontré muy pesado interactuar con una periodista de Madrid. Se me ocurrió leer el poema «Funeral por un soldado muerto en Irak». Al terminar, la conclusión que sacó ella fue que «Atxaga, como buen vasco, es ideología hecha carne». Esa señora se cree que por ser de Euskadi soy políticamente de cierta manera y que me dedico a hacer fábulas para defender mi ideología. Simplemente, estaba contando algo que había visto. Asistí a un funeral para un soldado muerto en Iraq, alguien a quien no conocía personalmente, aunque sí he tenido contacto con su pueblo y con gente de su círculo. No todos los críticos son iguales. He leído siete reseñas de mi último libro hechas en Inglaterra y todas me han parecido muy válidas. No porque sean positivas, sino porque no tienen ese almacén ideológico previo que hay en España, esa atmósfera cultural que implica ciertos prejuicios y enfoques. Cuando digo «carga ideológica» me refiero también a los que me ponen bien. La ventaja de Inglaterra es su alejamiento del conflicto vasco. Si he dicho alguna vez que la crítica es spam es porque tendría un día un poco revuelto. Como contaba Pushkin, que es un autor que yo admiro muchísimo, uno debe aguantar todo lo que digan de su obra. Hasta de la peor crítica hay que saber sacar oro.

Has explicado alguna vez que la literatura te parece la mejor forma de conocer la realidad. Suena muy rotundo viniendo de alguien que estudió economía y filosofía. ¿Siempre hay una novela que explica mejor las cosas que un ensayo?

BA: El misterio no está sino en la complejidad de lo real, en los detalles. Cuando yo era joven leía Alicia al otro lado del espejo y pensaba que la vida sería así, que se trataba de atravesar un cristal y encontrar otra realidad, una heterotopía. A medida que vas cumpliendo años te das cuenta de que el misterio verdadero está en entender la extrema complejidad de cada acto. Valéry decía que no hay paisaje más extremo que el rostro humano. La persona con la mente más simple usa mecanismos complejísimos. Todo lo que sea hacer imágenes panorámicas de la realidad, como suelen hacer los ensayos, es una forma de generalizar. Prefiero los detalles de la literatura, aunque abarquen menos campo. Creo que una novela tiene una relación más estrecha con la verdad. No se puede escribir desde Marte buscando ver la Tierra completa. Con ese enfoque se corre el riesgo de no ver nada.

JM: Como dijo Atxaga en una entrevista que le hice para el libro que citabas, la literatura es la oportunidad de pensar las cosas dos veces. En un mundo que va tan rápido supone una invitación a hacer una pausa.

BA: Cada vez desconfío más de los teóricos. Tanto Jabier como yo escribimos cosas que parten de nuestras experiencias. Si no he pasado hambre no escribo del hambre, si no he estado en una prisión rusa no escribo sobre prisiones rusas. Cuando escucho a un teórico que habla desde la Universidad de Illinois del problema demográfico en Sicilia, dejo de leer o apago la radio. No me interesa nada la teoría que no ha pasado por la experiencia. Bueno, estoy exagerando, pon que me interesa muy poco. ¿Por qué tengo yo esta actitud tan radical? Porque de joven era todo lo contrario. A los dieciocho años ya estaba escribiendo rimas sobre el problema del paso del tiempo, corría tras los grandes temas y decía cosas como que hay que suicidarse antes de los cuarenta. Estaba intoxicado de lecturas y malditismo. De repente, ves que no hay que correr tras los grandes temas, porque son ellos los que han venido corriendo hacia ti. Ahora mismo estoy asombrado de tener sesenta años. Siento el problema del paso del tiempo justo encima.

¿Qué estáis leyendo o escuchando ahora?

BA: Curiosamente, acabo de recomendarle a Jabier un ensayo. Me refiero a Todo va mal, que es el testamento político de Tony Judt. Me gusta el tono y lo que cuenta de la situación social actual.

JM: Yo estoy releyendo en euskera El camino que va a la ciudad, de Natalia Ginzburg. Me está gustando más que la primera vez.

BA: El otro día escuché una canción de Gerry Rafferty que se llama «Right Down The Line». Es una letra de amor de los años sesenta o setenta que me hizo pensar en lo grande que fue aquella época. También pensé que no me extraña que a los animales les atraiga la música. Recuerdo un concierto de Mikel Laboa donde se iban acercando las vacas poco a poco… Incluso me animé a escribir un texto sobre ello…

JM: A mí me ha encantado el último disco de Antónia Font.

Bibliografía de Bernardo Atxaga

NARRATIVA

Siete casas en Francia, Madrid, Punto de lectura, 2009

El hombre solo, Madrid, Punto de lectura, 2008

Esos cielos, Madrid, Alfaguara, 2007

El hijo del acordeonista, Madrid, Punto de lectura, 2006

Shola y Angeliño, Madrid, Ediciones SM, 2006

Memorias de una vaca, Madrid, Ediciones SM, 2004

Primeros pasos: las bambulísticas historias de Bámbulo, Madrid, Alfaguara, 2003

Obabakoak, Madrid, Punto de lectura, 2001

Un espía llamado Sara, Madrid, Ediciones SM, 2001

Cuentos apátridas, Barcelona, Punto de lectura, 2001 [en colaboración con José Manuel Fajardo, Santiago Gamboa, Antonio Sarabia y Luis Sepúlveda]

Dos hermanos, Barcelona, Círculo de lectores, 1996

Cuando la serpiente mira al pájaro, Barcelona, Círculo de lectores, 1996

Dos letters, Barcelona, Círculo de lectores, 1996

POESÍA

Nueva Etiopía: conversaciones, poemas y canciones, Madrid, Galería Detursa, 1996

Poemas & Híbridos, Barcelona, Visor, 1990

Henry Bengoa Inventarium, Pamiela, 1986

Etiopia, Donosti, Erein, 1988.

ENSAYO

De Gernika a Guernica, Madrid, Autor-editor, 2007

Marcas. Gernika 1937, Pamplona, Pamiela, 2007

Alfabeto sobre literatura infantil, Madrid, La Media Vaca, 2002

Lista de locos y otros alfabetos, Madrid, Siruela, 1998

Discografía de Jabier Muguruza

Bikote bat, Resistencia, 2011

Taxirik ez, Resistencia, 2009

Konplizeak, Elkar, 2007

Abenduak 29, Resistencia, 2005

Liverpool-Gernika, Hirusta Records, 2004

Enegarren postala, Resistencia, 2003

Hain guapa zaude, Metak, 2001

Bizitza Triste eta Ederra, Esan Ozenki, 2000

Fiordoan, Esan Ozenki, 1999

Paradisu Zinema, Esan Ozenki, 1998

Aise, Elkar, 1997

Karpe Diem, Esan Ozenki, 1997

Kitarra bat nintzen, Elkar, 1996

Boza barruan, Elkar, 1994

Euskadi jende gutxi, Esan Ozenki, 1993

Ia Xoragarria, Elkar, 1992

Erabakia, Elkar, 1991

RECITAL POÉTICO EL PARAÍSO Y LOS GATOS / KATUAK ETA PARADISUM
15.03.12

PARTICIPANTES BERNARDO ATXAGA • JABIER MUGURUZA
ORGANIZA INSTITUTO VASCO EXEPARE • EUSKALTZAINDIA • RSVAP