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GIANNI VATTIMO

Post... ¡Moderno!

Gianni Vattimo
Traducción David Paradela

El filósofo Gianni Vattimo (Turín, 1936) recibió la Medalla de Oro del CBA en reconocimiento «por su audaz intento de replantear las posibilidades del pensamiento crítico en un mundo globalizado». Le fue entregada en Turín el pasado mes de noviembre, de manos de Juan Miguel Hernández León, presidente del CBA, y del director Valerio Rocco, pues su delicada salud le impidió desplazarse hasta Madrid. Anteriormente, Vattimo había sido invitado por el Círculo en diferentes ocasiones; la primera en 2005, cuando participó en el congreso «Buscando imágenes para una nueva Europa», momento en el que el fotógrafo Luis Asín tomó el retrato que antecede a estas líneas, en la Sala de Billares. Minerva publica este artículo reciente del filósofo italiano acerca de la relación entre lo postmoderno y lo posthumano.

Lo postmoderno también fue un modo de criticar el humanismo de la tradición metafísica. Si lo entendemos en el sentido de Heidegger, este humanismo se cimentaba en las ideas de sujeto y objeto que Heidegger criticaba como prisioneras del esquema técnico (la cosa es lo que se manipula; el sujeto, quien manipula).

¿Tiene sentido pensar que lo posthumano pueda relacionarse con lo postmoderno a través de esta crítica del humanismo? Sería, en cualquier caso, un modo de eliminar de la idea de lo posthumano esa embarazosa conexión con lo animal o lo inorgánico a la que parece condenada.

No obstante, no podemos prescindir de estas conexiones con lo no humano, sobre todo si pensamos en cómo las máquinas en general tienen que ver con la superación del humanismo y, por tanto, con algo no humano.

Se abre aquí —con la idea de lo posthumano— todo un campo que atañe a la integración de elementos mecánicos, electrónicos, etcétera, en la vida humana. Cuesta prever adónde nos llevará todo esto: hoy en día, la cirugía más avanzada y la medicina de trasplantes parecen apuntar ya en esa dirección, en la que aún está todo por descubrir. Por otra parte, una situación que se da cada vez con mayor frecuencia es la imposibilidad de dominar cuantitativamente el saber y la información disponible en la red. Hoy, quien estudia a Hegel no puede conocer toda la bibliografía disponible sobre el tema; a lo único que puede aspirar es a familiarizarse con una porción de esta, dejando en manos de otros el conocimiento y la utilización del resto del material. Quien estudia a Hegel no es más que un especialista parcial. ¿Cómo podría ser otra cosa?

Una observación: podemos pensar que la reducción cuantitativa de nuestro punto de vista exige una confianza muy acentuada en el darse del «todo». Si el todo es un sistema, aproximarse como especialista a una parte no excluye la esperanza de no estar completamente al margen.

Segunda observación: ¿no habrá que ver también aquí, no obstante, un argumento a favor del Espíritu, con «E» mayúscula, en el sentido hegeliano? Puedo pensar «lo verdadero» solo porque me hallo sustentado por el conjunto de los conocimientos a los que puedo aproximarme, aunque solo sea parcialmente.

Recuerdo un encuentro en España sobre la posibilidad de que la historización de un texto tenga lugar a través de la acumulación de interpretaciones que no necesariamente se despliegan en el tiempo (histórico), sino que mantienen relaciones recíprocas y remiten, cada una de ellas, a las demás en el presente de la red.

Esta reflexión que parece banal nos lleva a considerar lo posthumano como postsubjetivo o transubjetivo. Una bibliografía inacabable como la hegeliana no es (¿ya?) pan para un único comensal. En esta observación se puede apreciar la sugerencia de considerar lo posthumano como transindividual, como cooperativo, si se quiere, algo de lo que por el momento sabemos poco.

La palabra red, que en general empleamos para indicar el conjunto del mundo informático, tiene principalmente este sentido. También desde este punto de vista, lo posthumano corre el peligro de ser un discurso cerrado o, en cualquier caso, muy difícil de desarrollar. Ya no somos sujetos en el sentido tradicional de la palabra. Aun cuando esto pueda comportar el riesgo de superar ese sometimiento para desembocar en una colectivización que pueda acabar suscitando nostalgia del humanismo.

Etcétera.