Mujeres y niñas: El botín de guerra favorito
En este debate, moderado por la periodista de El País Máriam Martínez-Bascuñán y en el que participan la también periodista Patricia Simón, la exministra de Asuntos Exteriores Arancha González Laya y la novelista Aroa Moreno Durán, ganadora del Premio Grand Continent 2022 por su novela La bajamar, se habló de «la importancia de documentar la tragedia silenciosa que viven las mujeres en la guerra y que revela aspectos sistémicos de la opresión y la violencia que sufren». También de por qué son «el botín de guerra favorito», de cómo conseguir que se haga justicia a los crímenes que se cometen contra ellas y del papel que juega el periodismo para darles voz.
MÁRIAM MARTÍNEZ-BASCUÑÁN
Recientemente, Aroa Moreno Durán y Arancha González Laya publicaron sendos artículos en El Grand Continent —«Un año después. Escribir la guerra que nosotras ya hemos vivido» y «Por una alianza mundial de las mujeres»El artículo de Aroa Moreno Durán se puede leer en https://legrandcontinent.eu/es/2023/02/24/un-ano-despues-escribir-la-guerra-que-nosotras-ya-hemos-vivido/. Y en este otro link el de Arancha González Laya: https://legrandcontinent.eu/es/2023/03/08/por-una-alianza-mundial-de-las-mujeres/.— sobre la memoria de las mujeres y su proyección en las instituciones. Ambos textos vertebrarán este debate, con el que buscamos impulsar nuevas lecturas del mundo que no recogen los libros ni la historia oficial, aquellos relatos que han sido olvidados o, más bien, omitidos.
Mientras leía los artículos de Aroa y Arancha, recordé este fragmento de un libro de Philipp Blom: «Aún no tenían relatos ni imágenes para la nueva realidad y tampoco mapas para ese territorio desconocido. Lo único que tenían es un universo narrado desde una sola perspectiva». Como escribe Aroa, «la historia oficial adolece de las palabras para expresar esos sentimientos y esas experiencias que determinan la vida de la mitad de la población, que no están recogidas y, por tanto, lo que hay que hacer es empezar por la búsqueda de otra lengua y por la construcción de otra memoria».
Vamos a tratar aquí la importancia de documentar la tragedia silenciosa que viven las mujeres y que revela aspectos sistémicos de la opresión y la violencia que sufren. También hablaremos de cómo trasladar esas denuncias a instituciones en las que se haga justicia para los crímenes que se comenten contra ellas, así como al ámbito del periodismo para que las víctimas cuenten su historia con sus propias palabras.
Arancha, tu artículo empieza con una cita de Mary Wollstonecraft [autora de Vindicación de los derechos de la mujer (1792)]: «Educad a las mujeres como a los hombres. Ese es el objetivo que yo propongo. No deseo que tengan poder sobre ellos, sino sobre sí mismas». Esto ¿cómo se consigue?
ARANCHA GONZÁLEZ LAYA
Para contar en la sociedad, la economía, la política y también en las guerras, hay que estar. No me refiero a contar en el sentido de narrar, sino en el de importar. Estar no solo es ocupar un lugar, es proyectar una sensibilidad. Según un estudio de la asociación de Naciones Unidas Global Women Leaders (GWL), desde 1948 solo el 12% del tiempo ha habido una mujer al frente de un organismo internacional multilateral, es decir, seis años en más de medio siglo. Las mujeres no estamos en los puestos de poder. Por tanto, tampoco está presente nuestra sensibilidad. Para visibilizar la batalla del 50% del mundo las mujeres tenemos que estar.
AROA MORENO DURÁN
Al reflexionar sobre lo que trataríamos en este debate, pensaba en cuál era mi lugar. Patricia nos traduce la realidad en reportajes, crónicas y noticias, y el trabajo de Arancha es tremendamente efectivo, pues en su ámbito se toman decisiones que inciden directamente en la vida de las mujeres. Sin embargo, yo me ocupo de contar cosas que ni siquiera he vivido. Por eso me preguntaba desde qué posición he podido hablar de una guerra cuando jamás he vivido ninguna, no me he acercado a un frente ni he experimentado nada parecido al terror que puede producir un bombardeo o una situación de peligro físico similar. Mi material de trabajo no ha sido la realidad directa, sino la posmemoria y la imaginación.
Contar a través de la literatura las guerras que han vivido las mujeres, que no han sido contadas porque los relatos siempre los han trazado ellos, abre una vía directa no tanto para mover como para conmover. La emoción es la línea más corta para tocar el corazón de alguien y, cuando eso ocurre, pueden pasar cosas muy bonitas. Las mujeres tenemos que contar y que contarlo.
PATRICIA SIMÓN
Yo creo que ahora es más fácil explicar lo que ocurre y conseguir transformar, conmover y conectar desde el arte, la cultura y la ficción que desde el periodismo. Ante la complejidad del mundo, en el que confluyen multitud de factores, actores y dinámicas, a menudo contradictorios entre sí, hemos entrado en un estado de agotamiento tal que muchas personas se sienten desbordadas y les cuesta, o evitan, informarse.
Sobre la presencia de las mujeres en los lugares de decisión, voy a poner tres ejemplos de las guerras que he cubierto durante más tiempo —Colombia, Ucrania y Mali— que ilustran la importancia del papel que juegan las mujeres en los conflictos armados. En 2013, se hacen públicas las negociaciones de paz entre la guerrilla de las FARC y el Gobierno de Colombia, un país que ha atravesado una de las guerras más largas y que cuenta con un tejido asociativo más potente, liderado y construido fundamentalmente por las mujeres que habían sufrido la guerra y se habían transformado en defensoras de los derechos humanos. Pues bien, en las mesas de negociación de la Habana no había mujeres, incluso habiéndose aprobado ya la Resolución 1325 de Naciones Unidas que instaba a todos los procesos de paz a incorporarlas. Todo se consiguió gracias a la lucha de las mujeres colombianas en alianza con defensoras de derechos humanos del ámbito internacional. Sin ellas no se habría introducido en los acuerdos la violencia sexual como arma de guerra, ni se hubiera tenido en cuenta el papel de aquellas que se exiliaron, entre otras cuestiones.
En la guerra de Ucrania, los medios españoles, que están haciendo una cobertura de gran calidad, nos muestran que son las mujeres quienes hacen posible la vida en la guerra: ellas pasan semanas en los sótanos cocinando y convirtiendo los muebles en leña para alimentar a los niños y ancianos; ellas tejen la red de solidaridad y luchan desde fuera, presionando a la comunidad internacional para que la guerra acabe cuanto antes. También están presentes las mujeres que rompieron con el rol de género impuesto por la ley marcial –que les exigía salir del país para cuidar a niños y ancianos mientras los hombres, por su género, son obligados a quedarse para luchar– y se quedaron para ir al frente o luchar desde la retaguardia.
Por último, en Mali, quienes intentan mediar con el Gobierno y poner fin a diez años de guerra son fundamentalmente mujeres jóvenes, muy formadas, que quieren frenar el fundamentalismo, para lo que crean todo tipo de alianzas. Ellas entienden que el internacionalismo es clave, pues saben que es imposible alcanzar su objetivo desde lo local. Por tanto, las mujeres están, pero necesitan que en lo alto de la cúpula haya mujeres que las representen.
MÁRIAM MARTÍNEZ-BASCUÑÁN
La periodista Christina Lamb, autora de Nuestros cuerpos, sus batallas. Lo que la guerra hace a las mujeres (Principal de los Libros, 2021), escribió un artículo en la revista New StatesmanSe puede consultar en https://www.newstatesman.com/world/2022/04/the-dual-atrocity-of-rape-in-the-war-on-ukraine (en inglés)., que empieza así: «Había veinticinco mujeres y niñas retenidas durante semanas en un sótano en Bucha por soldados rusos y violadas en grupo, dejando a nueve embarazadas. Había cuerpos carbonizados de mujeres, encontrados con las uñas arrancadas, había una niña de dieciséis años con todos sus dientes arrancados. Había el cuerpo de una mujer encerrado en un sótano, las piernas en jarras, desnuda, excepto por un abrigo de piel, rodeada de envoltorios de condones y con un tiro en la cabeza». Mientras lo leía, me hacía varias preguntas, la primera: ¿cómo se cuenta esto? Lamb explica el problema que existe con las violaciones de guerra, porque es un crimen de guerra y también un crimen contra la humanidad, y cuenta que durante los juicios a los combatientes del ISIS en Irak le preguntó al juez por qué ninguno de los cargos incluía la esclavitud sexual, a lo que este contestó, burlándose: «¿por qué deberíamos preocuparnos por la violación? También hubo torturas y asesinatos».
¿Cómo se combate esto? ¿Por qué en los procesos internacionales todo cabe menos el procesamiento por violación? ¿En qué estamos fallando?
ARANCHA GONZÁLEZ LAYA
Las mujeres y las niñas son el botín de guerra favorito. La razón se encuentra en estas tres causas la primera, la guerra es el hombre contra el hombre, y la mujer es el objeto que se utiliza para hacer daño al otro. La segunda causa por la que la mujer suele ser objeto y objetivo favorito es que sale gratis. De ahí la importancia de recopilar las pruebas que permitan establecer vínculos de causalidad. En 2023 Naciones Unidas ha hecho un recuento de 2.500 casos de violencia sexual verificados en dieciocho países. Por cada caso verificado hay cerca de treinta no verificados, bien porque no se quieren contar, porque son difíciles de probar o por falta de medios. La tercera causa es que las mujeres son la parte más vulnerable en la sociedad y, por lo tanto, también lo son en la guerra.
En el caso de Ucrania, recordemos a aquellas mujeres que hacían de vientres de alquiler antes de la guerra para sacarse un sobresueldo. Estaban en manos de una red criminal que se lucraba con esto. Lo tratamos con las autoridades ucranianas e impulsamos varias iniciativas para fijar algún límite. A la hora de tratar estas tres causas, lo más difícil es llevar los casos ante las instancias judiciales que, llegado el momento, juzgarán los crímenes de guerra, pero ese trabajo de recopilación debe hacerse desde ya.
MÁRIAM MARTÍNEZ-BASCUÑÁN
En los años treinta, Virginia Woolf decía: «Hay que encontrar nuevas palabras para crear nuevos métodos que rompan, a su vez, el ciclo histórico de violencia y dominación». Y recordaba lo fácil que resulta que esa voz diferente quede diluida en viejas categorías de pensamiento. Aroa, ¿a qué viejas categorías te enfrentas en tu búsqueda de nuevos métodos que reflejen esa voz diferente?
AROA MORENO DURÁN
Las viejas categorías están muy afianzadas y son parte de tu equipaje y de tu manera de mirar. Mis personajes son mujeres no por motivos aleatorios, sino porque yo he querido que se narren a sí mismas. Lejos de pensar que existe una literatura femenina o de mujeres, creo que ser mujer y entender el mundo desde este punto de partida me hace percibir las cosas y escribir de otra manera. El lenguaje y el ritmo que utilizo me llevan a iluminar esas zonas que han permanecido en la penumbra, como puede ser la habitación donde llora un niño o donde hay una mujer sola o torturada. Por otra parte, cuando escribo tengo miedo porque la literatura busca la belleza. Al contar una guerra, el dolor de una madre que pierde a su hijo, el exilio o la muerte, ¿con qué derecho buscas una forma estética que produzca en el lector una sensación bella? Siempre me hago esa pregunta, pero escribir consiste en buscar la belleza a través de las palabras. Esa es mi mayor lucha. Sin duda hay que evitar recrearse en las violencias o en el dolor, pero también es verdad que contarlo ayuda a entenderlo.
MÁRIAM MARTÍNEZ-BASCUÑÁN
El artículo de Arancha habla de la visión femenina y de la feminista. ¿Cuál es la diferencia de esa mirada femenina o feminista, y cuáles son los límites para retratar hechos como los que cuenta Christina Lamb sobre Bucha?
PATRICIA SIMÓN
Yo creo en la mirada feminista; la femenina, más allá de haber nacido mujer y de cómo estoy constituida culturalmente, no la tengo tan clara. La construcción política de lo que quiero evidenciar cuando escribo, el visibilizar quiénes son los actores y cuáles son los hechos y los responsables de que las mujeres estén en una situación de mayor vulnerabilidad es el enfoque feminista y de derechos humanos, una metodología que me permite ser más rigurosa en mis reportajes. Lo que describe el artículo de Christina Lamb es aplicable a los 32 conflictos que hay activos ahora mismo en el mundo. Es un texto necesario, sobre todo porque las mujeres que han sufrido violencia sexual no suelen contarla hasta muchos años después, salvo excepciones o salvo que estén politizadas o formadas en esa cuestión.
Hace años hice un documental sobre las mujeres que habían sufrido violencia sexual en Guatemala durante la guerra civil (1960-1996). Las entrevisté veinte años después de que hubiesen sido violadas por decenas de soldados durante la dictadura de Ríos Montt. Hasta entonces nunca habían hablado de ello, ya que se sentían culpables y habían sido señaladas y estigmatizadas; además, querían apartar aquel episodio de sus vidas. Empezaron a contarlo cuando supieron que en España se estaba valorando juzgar al exdictador Ríos Montt por genocidio con enfoque de género. Esas mujeres no sabían situar España en el mapa, ni les importaba por qué había llegado yo hasta allí, pero yo, como periodista, representaba un lugar donde lo que les había ocurrido es inadmisible. Esa es en gran parte la función de los periodistas: representar la voz de auxilio que acredite que aquello jamás debió ocurrir. Además, en territorios donde campa la impunidad, la capacidad para prestar testimonio y la escucha activa del periodista son reparadoras, ya que les reconoce a las víctimas su condición humana, por la que es inaceptable lo que les han hecho.
MÁRIAM MARTÍNEZ-BASCUÑÁN
Arancha, en tu artículo dices que «los derechos no se pueden circunscribir a un marco reduccionista que confronta democracias versus autocracias». El universalismo está siendo cuestionado, sobre todo por las autocracias, para las que los derechos son un valor cultural y no universal. Esa visión reduccionista de democracias y autocracias puede ser un obstáculo para luchar por los derechos de las mujeres. ¿Puedes explicar esa paradoja?
ARANCHA GONZÁLEZ LAYA
Efectivamente, existe una gran paradoja. Los derechos de las mujeres no deben ser patrimonio político ni formar parte de una guerra cultural. Mujeres afganas con las que he trabajado me cuentan que los talibanes les hablan de que el esquema de valores afgano no es el occidental. Al mismo tiempo, en Europa existe una profunda división entre las feministas, y Estados Unidos está viviendo una regresión en materia de derechos fundamentales de las mujeres. El problema en todo el mundo es el ataque hacia su dignidad por el mero hecho de ser mujeres. De ahí que me guste la idea del internacionalismo, también aplicado dentro de las fronteras de nuestro país.
Como ha dicho Patricia, para muchas mujeres, aquí y en otros países, donde quizá su voz tenga más dificultades para vehicularse, el problema principal sigue siendo conseguir estar en los labios de alguien. Las afganas o las iraníes me piden que no se olvide su situación porque, a pesar de que otros temas ocupen los titulares, ellas siguen allí. Por muy difícil que sea la resolución de su problema, el hecho de que se hable de él les da consuelo, les sirve de apoyo y visibiliza su situación.
MÁRIAM MARTÍNEZ-BASCUÑÁN
La actualidad se centra en Ucrania, pero hay muchos conflictos abiertos, muchas vidas de mujeres que contar. Patricia, ¿qué dificultades encuentras desde el periodismo para llevar estos temas a la agenda?
PATRICIA SIMÓN
Siempre ha habido territorios sobre los que era muy difícil atraer la atención. Centroamérica, a pesar de ser uno de los que más violencia sufre, especialmente contra las mujeres, y del que nos llegan más personas refugiadas, cuesta que atraiga la atención, porque se ve como un territorio ajeno. Lo mismo ocurre con Yemen, país que, además de no dar visados a los periodistas, tampoco atrae. Parte de nuestro trabajo periodístico consiste en reiterar aquello que consideramos que es urgente que aparezca y aprovechar las dotes del oficio para hacerlo interesante. Hoy existe una gran diversidad de medios: los periodistas de los grandes juegan un papel fundamental y marcan la agenda, y los que estamos en medios más pequeños podemos ocuparnos de las cuestiones, los territorios y los enfoques que no están en la agenda diaria. También es fundamental que contemos esos territorios a través de las voces de la gente que vive aquí. Desde nuestro país podemos contar muchas cosas sobre lo que está pasando en Yemen, por ejemplo, porque tenemos vecinos que están sufriendo por la situación de sus familiares. A través de esos relatos podemos contar quiénes son nuestros vecinos y vecinas y de qué huyen.
Arancha ha hablado de Afganistán. Hay que recordar que, antes de la vuelta de los talibanes al poder, en los campos de detención de personas refugiadas de las islas griegas, el 80% de familias eran afganas y el 10% iraquíes. Nos encontrábamos con muchas barreras para informar, porque son centros cerrados y la Unión Europea no quiere que se cuente lo que ocurre allí. También hay que contar la vulneración de derechos humanos que sufren los refugiados cuando llegan a Europa, donde no les ofrecemos condiciones de vida dignas ni garantizamos sus derechos fundamentales.
MÁRIAM MARTÍNEZ-BASCUÑÁN
Aroa, tú que construyes memoria desde el otro lado, el literario, ¿cómo cuentas algo como lo que relata ese párrafo de Christina Lamb?
AROA MORENO DURÁN
Con la literatura se puede contar desde la sugerencia, las imágenes poéticas, el silencio y las elipsis de modo que se haga trabajar a la mente de los lectores, que, desgraciadamente, saben muy bien de qué estás hablando. No hace falta que les expliques cómo se perpetra una violación; a pesar de que las ignoramos en los informes, en el detalle, en el recuento de pérdidas, todos sabemos que han existido. Matrioskas (Acantilado, 2023), de Marta Carnicero, habla de las violaciones durante la guerra de los Balcanes y entrelaza la historia de una de esas mujeres violadas con la de una chica de aquí. La novela no se regocija en la parte más cruda, sin embargo, la lectura del libro te transforma y sales de él con la sensación de haber estado allí, mirando, a pesar de que no muestra explícitamente nada. Despojar estos temas de retórica quizá sea la forma más respetuosa de contar el horror.
MÁRIAM MARTÍNEZ-BASCUÑÁN
Hoy el feminismo se enfrenta a dos amenazas: una externa, proveniente del auge de los discursos de la ultraderecha, y otra interna, relacionada con la utilización del movimiento feminista como arma arrojadiza en las guerras culturales. Me gustaría conocer vuestra opinión sobre esta última amenaza, si es que la veis. ¿Se debe a un posible discurso victimista o a la entrada del movimiento en este marco polarizado de nuestras democracias? ¿Creéis que pone en peligro la eficacia del movimiento?
ARANCHA GONZÁLEZ LAYA
Sí, yo veo esa amenaza todos los días y me disgusta enormemente porque nos resta fuerza. Si queremos llegar a buen puerto, necesitamos toda la fuerza, también la de los hombres feministas, ya que esta no puede ser una discusión exclusivamente entre mujeres. Es necesario cambiar las políticas y, lo más difícil, la cultura. Las amenazas externas las tenemos que navegar como podamos y responder ante ellas. En el caso de las internas, no podemos distinguir entre maneras de entender el feminismo. Son una enorme trampa, quizá tejida por nosotras mismas, en la que caemos continuamente. Quiero reivindicar el valor universal de ser feminista, es decir, de entender que todas las mujeres tienen una dignidad que ha de ser reconocida, amparada y respetada a partir de la fortaleza de un movimiento feminista fuerte, hecho por hombres y mujeres.
MÁRIAM MARTÍNEZ-BASCUÑÁN
Aroa, ¿qué está pasando para que el último 8-M el feminismo haya salido a la calle dividido? Además de los ataques de la ultraderecha, ¿por qué en España la agenda feminista se centra exclusivamente en la ley trans y la ley del sí es sí? En tu opinión, ¿en qué estamos fallando?
AROA MORENO DURÁN
Por un lado, políticamente no se están explicando bien las cosas. Hubo un momento en el que hubiera sido muy fácil dar un paso atrás para evitar que se formara una bola de nieve tan enorme que nos llevara a celebrar el 8-M divididas.
En cuanto a la ultraderecha, son solo hombres de cierto tipo que tienen muy claro que su poder radica, entre otras cosas, en que el privilegio machista se siga ejerciendo sobre las mujeres. Para mí carece de sentido discutir sobre quién puede entrar debajo de ese paraguas que es el feminismo. Es absurdo excluir a nadie de la defensa de la igualdad y de la dignidad de las mujeres.
MÁRIAM MARTÍNEZ-BASCUÑÁN
Patricia, ¿crees que el feminismo se ha olvidado de la agenda internacional? ¿Le incomoda entrar en la conversación geopolítica o posicionarse en una guerra? ¿Podría incomodarle un debate como este?
PATRICIA SIMÓN
Depende del foro. Si es Twitter, sin duda. La ampliación de las bases del feminismo en 2018 fue tan grande, se incorporó tanta gente tan joven, que se sumó con enorme fuerza al movimiento feminista, que considero normal que, cinco años después, hayan surgido tantos debates. A mí no me resulta excesivamente problemático que exista diversidad de opiniones, pero eso no puede opacar la gravedad de la situación de las mujeres. Son tantos los desafíos que convierten sus vidas, sobre todo las de las mujeres más pobres, en un infierno, también en Europa y en España, que es muy injusto dedicar tanto tiempo al debate interno.
Por otro lado, cuando hablo con mujeres del trabajo doméstico o con mujeres migrantes, que están luchado para que se las reconozca como trabajadoras a igual título que otras, cuando hablo con las supervivientes de trata o con mujeres que trabajan con las personas refugiadas o en otros ámbitos de activismo, veo que trabajan en red con Marruecos, Centroamérica, Estados Unidos o Francia y que están con la agenda internacional. Esa incomodidad a la que te refieres es una cuestión de nuestro círculo hiperpolitizado, que es el que genera opinión pública, pero las mujeres que se juegan la vida y que tienen que sobrevivir diariamente sí están en las redes internacionales de solidaridad. En cualquier caso, en España falta mucha cultura internacional, no solo en el ámbito del feminismo. A esto se suma el que haya habido últimamente un retroceso en el interés por lo geopolítico.
MÁRIAM MARTÍNEZ-BASCUÑÁN
¿Por qué nos cuesta tanto a las feministas entrar en esa conversación?
PATRICIA SIMÓN
Hasta hace cuarenta años vivíamos en una dictadura, por lo que la cultura de política internacional sigue siendo muy minoritaria. Estamos construyendo pilares muy básicos de la igualdad sin que haya existido esa tradición feminista internacionalista, algo que se sigue considerando elitista. Además, con la crisis de 2008, que aquí supuso un varapalo, volvimos a lo hiperlocal. Ahora debemos ampliar la mirada. Aunque es preocupante, vista nuestra trayectoria histórica, es lógico que sea así.
ARANCHA GONZÁLEZ LAYA
Yo ahora vivo en París, donde todo el mundo me dice que España es un país increíble con políticas feministas envidiables. En cuestión de protección de la mujer y de las niñas, aun viniendo de una dictadura, hemos dado pasos gigantes en comparación con democracias más antiguas. Nuestra ley de violencia de género fue pionera y es un referente para muchos países europeos, que no han encontrado la manera de elaborar una legislación, establecer mecanismos de control u obligar a los medios de comunicación a que hablen de cada mujer asesinada en nuestro país. En ese sentido, deberíamos sentirnos más orgullosos de lo que estamos. Ahora bien, a pesar de carecer de cultura geopolítica, deberíamos debatir sobre estas cuestiones porque el mundo está cambiando y tendríamos que saber en qué lugar del tablero queremos colocarnos.
MÁRIAM MARTÍNEZ-BASCUÑÁN
¿Cómo se aplica una perspectiva feminista en una guerra? Tengo la sensación de que nos incomoda y que, cuando se ha hecho, ha sido desde una perspectiva muy simplificadora.
ARANCHA GONZÁLEZ LAYA
Cuando presenté el proyecto del Gobierno de política exterior feminista a la Comisión de Exteriores del Congreso de los Diputados, la primera pregunta fue si iba a pintar de rosa el ministerio y la segunda si enviaría a la próxima guerra a los soldados vestidos de rosa. Una parte del espectro político juega a eso, y no solo en España. En un artículo publicado por The Wall Street Journal sobre la caída del Silicon Valley Bank el pasado 10 de marzo, he leído que, mientras se decidía hacer un consejo de administración paritario con igualdad de género y con representación de minorías étnicas, el banco se caía. ¿Por qué el periodista no explicó que la causa de la caída fue que el consejo de administración hizo una regulación insuficiente? No nos dejemos distraer por las anécdotas. Si hacemos una política exterior feminista, vamos a ponerla en marcha y a tomárnosla en serio, porque la geopolítica y la política de cooperación al desarrollo también tienen una mirada de mujer. De antemano os aviso de que habrá hooligans, pero no nos dejemos intimidar por ellos.
PATRICIA SIMÓN
No creo que desde el ámbito del feminismo exista una incomodidad especial a la hora de entrar en el debate geopolítico, sino que en España no tenemos tradición de debatir sobre asuntos internacionales. Sí que hay debate, pero las feministas también tenemos el síndrome de la impostora, de ahí que no nos pronunciemos alegremente sobre según qué tipo de cuestiones. Es cierto que, dentro del feminismo, al igual que en el ámbito de derechos humanos, existen diferentes posiciones, como puede ser el ecofeminismo, más partidario de fomentar las negociaciones de paz en el tema de la guerra de Ucrania. Por ejemplo, yo no tengo claro si armar al ejército ucraniano es lo más eficaz para acabar con el conflicto, pero tampoco que no haya que armarlo. Sin embargo, en el ámbito del Sahel, sí tengo claro qué significa la desigualdad y su incidencia en la educación de las niñas o en muchos jóvenes, que terminan siendo reclutados por los grupos yihadistas como salida laboral. Lo que hay es prudencia porque no sabemos cómo abordar estas cuestiones.
AROA MORENO DURÁN
Desconozco de qué forma se podría plantear una visión feminista de nuestra política exterior. Respecto a tu pregunta de por qué nos cuesta tanto entrar en el debate que actualmente sostiene el feminismo, se está alcanzando un nivel de beligerancia que a mí me incomoda mucho. No está siendo un debate propio de mujeres feministas, sean de la razón que sean. También me incomoda el hecho de que el feminismo parece no tener en cuenta que viene de una larga historia. Por eso, fueran a la manifestación que fueran aquí en Madrid, tiendo a escuchar a las mujeres que estuvieron antes y que lo tuvieron mucho más difícil.