Mas yo me pongo triste como una puesta de sol
va entristeciendo nuestra imaginación,
cuando se enfría al fondo la llanura
y se siente la noche, que atraviesa
como una mariposa la ventana.

y después, cerrada la ventana, el candil encendido,
sin leer nada, ni pensar en nada, ni dormir,
sentir correr la vida a mi través como un río en su lecho,
y afuera un gran silencio, igual que un dios que duerme.

La noche no anochece a través de mis ojos.
Es mi idea de noche lo que a través de mis ojos anochece.
Más allá de que piense y de que haya cualquier pensamiento,
anochece la noche de manera concreta,

¡Vario tropel de razas enemigas que chocan
más profundamente que sus ejércitos y que sus escuadras,
aún más realmente que hombre a hombre, nación contra nación…
Hay clarines de horror trémulo y frío en la noche profunda…
Pero, ¿y qué más?… ¿Tambores más allá del misterio del mundo?
¿Tambores, sí, de qué… dormís tumbados, minúsculos
[redobles sobre qué?
Pasa en la noche un solo paso lúgubre de un ejército enorme…Pasan clarines súbitos ya más cerca en la Noche…
¡Hombre de manos atadas, conducido entre centinelas!,
¿a dónde, por qué camino, junto a quién?

En las ciudades la vida es más pequeña
que aquí, en mi casa, en lo alto de este otero.
En la ciudad las grandes casas cierran la vista con llave,
esconden el horizonte, empujan nuestro mirar lejos del cielo,
y nos vuelven pequeños, pues nos quitan lo que nuestros ojos
[pueden darnos,
y nos vuelven pobres, porque ver es nuestra única riqueza.
Y que al leer mis versos piensen
que yo soy cualquier cosa natural:
por ejemplo, el viejo árbol
a cuya sombra, de niños,
se sentaban, cansados de jugar,
limpiándose el sudor de la cabeza ardiente
con una manga del mandilón de rayas.

Y el niño tan humano que es divino
es mi cotidiana vida de poeta,
y al ir siempre él conmigo soy yo poeta siempre,
«El guardador de rebaños», VIII, vss. 90-92, p. 61
FÁRMACOS


Si yo interrogara y me asombrara
no nacerían nuevas flores en los prados
ni habría cambios en el sol que lo hicieran más bello.

Bendito sea yo por cuanto no sé.
Todo eso es lo que en verdad yo soy.
Y gozo de todo ello como quien sabe que el sol existe.
«El guardador de rebaños», XXVII, vss. 9-11, p. 103
FÁRMACOS
En cuanto a mí, escribo la prosa de mis versos
y me quedo contento,
porque sé que comprendo la Naturaleza por fuera;
no la entiendo por dentro,
porque la Naturaleza no tiene interior;
y si no no sería la Naturaleza.
«El guardador de rebaños», XXVIII, vss. 21-26, pp. 105-107
FÁRMACOS

Por eso, cuando parezco no concordar conmigo,
fíjense bien en mí:
si estaba vuelto hacia la derecha,
ahora me habré vuelto hacia la izquierda,
pero siempre soy yo, asentado sobre los mismos pies–
el mismo siempre, gracias al cielo y a la tierra
y a mis ojos y oídos bien atentos
y a la sencillez clara de mi alma...
«El guardador de rebaños», XXIX, vss. 8-15, p. 109
FÁRMACOS

No sé lo que es la Naturaleza: la canto

Ésa es la única misión en el mundo,
ésa –existir sencillamente,
y saber hacerlo sin pensarlo.)
«El guardador de rebaños», XXXII, vss. 33-35, p. 117
FÁRMACOS
Pienso en esto no como quien piensa, sino como quien
y miro hacia las flores y sonrío... [respira,
No sé si es que ellas me comprenden
ni si yo las comprendo a ellas,
pero sí que sé que la verdad está en ellas y en mí
y en nuestra común divinidad
«El guardador de rebaños», XXXVI, vss. 9-14, p. 125
FÁRMACOS

voy escribiendo mis versos sin querer,
cual si escribir no fuera cosa hecha de gestos,
como si escribir fuera una cosa que a mí me pasara,
como darme el sol.
