Mediante la palabra, el ser humano se encuentra conectado con lo que es el lenguaje de las cosas. Por ello, dado que la palabra humana es el nombre mismo de las cosas, no podrá aquí reaparecer la idea (propia de la concepción burguesa del lenguaje) de que la palabra sólo guarda relación accidental con cada cosa, que la palabra es signo de las cosas (o que es un signo de su conocimiento) que se estableció por convención. El lenguaje no da nunca meros signos.
Para conocer las formas artísticas hay que intentar entenderlas en tanto que lenguajes, para así buscar la conexión que tienen con las lenguas naturales. Un ejemplo en el que es fácil pensar, porque pertenece a la esfera acústica, es el parentesco con el canto con el lenguaje de los pájaros. Por otra parte el lenguaje del arte solamente se puede comprender dentro de la más honda relación con la ciencia propia de los signos. Sin ésta, la filosofía del lenguaje se queda meramente fragmentaria, porque la relación entre el lenguaje y el signo (de la cual además la relación entre lenguaje humano y escritura solo es un ejemplo, aunque muy especial) es fundamental y originaria.
El signo está estampado, mientras que la mancha sobresale. Esto indica que la esfera de la mancha es la esfera de un medio. Mientras el signo absoluto no aparece en lo vivo solamente, sino que también se encuentra impreso en los árboles y los edificios, la mancha aparece sobre todo en lo vivo (las heridas de Cristo, el rubor, el lunar, tal vez la lepra).
Vi de repente dos bandadas de gaviotas […]. Los pájaros de la izquierda, sobre el fondo del cielo fenecido, guardaban algo de su claridad, aparecían y desaparecían a cada giro […], y parecían no dejar de tejer ante mí, con el movimiento de sus alas, una serie ininterrumpida e infinita de signos, una malla efímera y mudable, mas sin duda legible […]. Todo estaba aún por descifrar, y mi destino pendía de cada señal que las aves emitían […]. Yo era sólo el umbral sobre el que esos mensajeros innombrables cambiaban sin cesar del negro al blanco, por encima del aire.
Charles Baudelaire. L’art romantique, ed. Hachette, vol. 3, París, p. 13. Cit. en Obra de los pasajes, J 7, 3