Obra de los pasajes

Traducción española de Juan Barja

Saint-Simon [...], precursor de los tecnócratas.

Obra de los Pasajes, U 5 a, 3

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En el sistema de los sansimonianos, los bancos ya no ejercen solamente el rol de fuerzas organizadoras de la industria. Son el único antídoto que el sistema imperante ha producido contra esa anarquía que amenaza destruirlo desde dentro, y, por lo mismo, son un elemento del sistema futuro [...] libre ya del estímulo del enriquecimiento personal. Son una institución de lo social.

V. Volgin. Sobre el lugar histórico de Saint-Simon, p. 94. Cit. en Obra de los Pasajes, U 6, 1

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Se ‘democratizaron’ las acciones de Bolsa para que todo el mundo pudiera tener parte en las bendiciones producidas mediante la moderna asociación; pues como ‘asociación’ se enaltecía la nueva acumulación de capital en las sociedades por acciones, de las cuales ahora disponían los financieros de modo soberano, actuando a costa de los accionistas.

W. Lexis. Gewerkvereine und Unternehmerverbände in Frankreich, Leipzig 1879, p. 143, texto comentado por D. Rjazanov, Zur Geschichte der ersten Internationale. Cit. en Obra de los Pasajes, U 6, 3

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Cada vez será menos un rasgo distintivo escribir e imprimir. Con nuestras costumbres electorales e industriales, muy pronto todo el mundo, una vez al menos en su vida, habrá tenido su página, su discurso, su brindis, su prospecto, es decir, será autor. De ahí a escribir un folletín ya no hay sino un paso [...]. Y, en cualquier caso, en nuestros días, ¿quién podría decir que no escribe para vivir, en cierto grado?

Sainte-Beuve. «De la littérature industrielle», Revue des deux mondes, 1839, XXI, 4, p. 681. Cit. en Obra de los Pasajes, U 9, 2

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En el tiempo en que vivimos todo es santo, ¡incluso el suicidio! [...] ¡Maldito el que no quiera descubrirse ante nuestros cadáveres! ¡Él sería el impío!

Claire Démar. Ma loi davenir, obra póstuma, París, 1834, pp. 10-11. Cit. en Obra de los Pasajes, U 14, 5

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Último eco de las ideas originarias del sansimonismo: «Bien podría compararse el celo que hoy despliegan las naciones civilizadas para establecer el ferrocarril con lo que sucedía, hace unos siglos, con la erección de las iglesias [...]. Pues si [...] la palabra religión deriva de la latina religare [...], el ferrocarril poseerá más relación de lo que se cree con el auténtico espíritu religioso. Nunca antes ha existido un instrumento de tamaña potencia [...] para unir a los pueblos».

Michel Chevalier. «Chemins de fer». En Dictionnaire de léconomie polítique, París, 1852, p. 20. Cit. en Obra de los Pasajes, U 15 a, 1

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Informa Schlabrendorf de que Saint-Simon tuvo la idea de convertir la física, y además sólamente ella, en la verdadera religión. «En las iglesias, los profesores de religión deberían dictar sus conferencias sobre los misterios y milagros naturales. Allí se dispondrían, según creo, máquinas eléctricas en el altar, aplicando corriente a los creyentes mediante el empleo de pilas galvánicas».

Carl Gustav Jochmann. «Graf Gustav von Schlabrendorf in Paris über Ereignisse und Personen seiner Zeit», incluido en Reliquien, vol. I, Hechingen 1836, p. 146. Cit. en Obra de los Pasajes, U 16 a

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El signo histórico del ferrocarril consiste en que sin duda representa el primer y –hasta la aparición de los grandes vapores transatlánticos–, también último medio de transporte que conforma a las masas. Pues el coche de línea, o el auto o el avión, llevan viajeros en pequeños grupos.

Obra de los Pasajes, U 18, 5

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Con la organización de conspiraciones proletarias, la división del trabajo en ese campo va a convertirse en necesidad; sus miembros se dividieron en dos grupos: los conspiradores de ocasión, es decir, los trabajadores que intervenían en la conspiración junto a sus trabajos de costumbre –acudiendo sólo a las reuniones–, hallándose dispuestos para unirse, a la orden del jefe, en donde les fuera designado, y conspiradores profesionales, que dedicaban su actividad a la conjura y vivían de ella y para ella [...]. La posición vital de esta otra clase influye de antemano en su carácter. [...] Su existencia en todo dependiente más del azar que de su actividad, como su vida siempre irregular, y cuyas únicas estaciones fijas son las tabernas de los vinateros –casas de cita de los conspiradores–, o sus contactos más que inevitables con todo tipo de gente sospechosa, los situarían en el círculo vital que, en París, se llama la bohème [...]. Es comprensible que estos conjurados no se limitaran solamente a organizar al proletariado revolucionario. Su ocupación consiste, sobre todo, en anticipar el desarrollo en el proceso de la revolución, llevándola, de modo artificial, a su estado de crisis, como revolución improvisada [...]. El rasgo principal de su existencia será su lucha con la policía, con la que tienen la misma relación que los ladrones y las prostitutas.

Marx y Engels. «Besprechung von Chenu, Les conspirateurs, París, 1850», publicada en la Neuen Rheinischen Zeitung. Cit. en Obra de los Pasajes, V 2; V 2 a

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Mal se entiende la historia propia del Manifiesto comunista cuando se fecha con su aparición la del movimiento obrero europeo. El Manifiesto es más bien la conclusión de lo que fue su primer período, uno que va de la revolución de julio hasta las jornadas de febrero.

Obra de los Pasajes, V 3, 2

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Las sociedades secretas de los demócratas eran chovinistas, y unas que pretendían impulsar la propaganda internacional de la República a través de la guerra.

Obra de los Pasajes, V 5, 1

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Los moribundos usos de los gremios fueron el fértil suelo sobre el cual hallaron su alimento [la conspiración de] las sociedades secretas.

Obra de los Pasajes, V 5 a, 2

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