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Pliegos por la región del aire

Epístola breve al escultor Martín Chirino, en tiempos de adhesiones

Antonio Fernández-Alba
1998 Homenaje a Marinetti VI. Lectura del viento. © Alfredo Delgado

De memoria se inflama
lo posible probable
––José Miguel Ullán

Nuestro tiempo manifestaba con precisión aquellas circunstancias que el filósofo señala como la crisis del sujeto moderno; la tendencia a la destrucción de las formas tradicionales y una auténtica fascinación por lo informal, junto a la huida de los lugares sin esperanza, para crear el espacio donde superar las «poéticas de la pérdida», y acometer la conquista de la belleza del tiempo naciente que, desde hace siglos, se asemeja más al deambular de una búsqueda que al resplandor de un hallazgo.

El espacio y la materia, la materia que vuela, vuelo mágico, la columna sin fin de Brancusi. Como crear no metáforas de signos sino espacios de formas para volar por los grises vacíos de aquel nuestro tiempo. Tal es el ser de la materia, casi la nada del ser. El cuadrado negro de Malevich, el negro vacío que debía existir al otro lado de la nada; territorios del fuego, sin nombres.

El espacio como proceso de la acción del tiempo: Espacio-tiempo como constatación, entonces constatación irremediable de la derrota o la consagración de la materia y con ella su imagen revelada, sin olvidar la llamada de Goethe: el mundo es muy viejo y resulta imposible ser original.

El trabajo con la materia, por entonces surgían, en los confines de la soledad confusa, lugares donde el artista aparece como personaje fascinador, acogido a la benevolente emoción de los otros. De aquí, la necesaria templanza en la admiración o en la indiscriminada nostalgia de tantas memorias consagradas que se tallaron en negro basalto como inventario fugaz de la ruina.

No hay más remedio que registrar el final de un tiempo. Siglo XX, que se ha debatido en algarabía de esperanzas. Tiempo simétrico de anhelos y poderosas innovaciones, tantas, como sus aceleradas catástrofes que hacen elocuentes vacíos inertes, colonizados en parte por el diseño de dominios de poderes y saberes que dejan la materia alumbrada, como sentenciaba Hegel, a la luz de constelaciones muertas.

Habíamos aceptado con cierto sosiego los tiempos modernos, como oasis para residir en una naturaleza aséptica y de abstracta forma. Pero los días que después acontecieron poco a poco van transformando el misterio que encierra la materia y el quehacer del artista en ruda estadística del valor de cambio.

De nuevo esperando, ahora como superviviente a los testigos del espacio presente: un poeta, un pintor, un escultor, un músico y un filósofo, adiestrados peregrinos en sentir, en ver, en oír, en anticipar y en contemplar en el horizonte del tiempo, el misterio infinito de la materia transmutada por la belleza del arte.