La música de Viktor Ullmann en Theresienstadt
El 8 de septiembre de 1942 el músico polaco Viktor Ullmann fue deportado al campo de concentración de Theresienstadt. Dos años más tarde sería trasladado a Auschwitz, donde fallecería. Durante su internamiento desarrolló una intensa labor como pedagogo, pianista, crítico y director de orquesta, además de seguir componiendo. Javier Arnaldo nos acerca la figura de Ullmann a través de diversos materiales: un breve texto introductorio, la versión castellana de un emocionante y certero texto del propio Ullmann escrito en el campo poco antes de su muerte, y una entrevista con la pianista María Garzón, que está contribuyendo de manera decisiva a la recuperación de la música de este gran compositor.
El 27 de enero de 2014, día internacional de la memoria del Holocausto, se estrenó en España, en el Círculo de Bellas Artes, una antología de las sonatas para piano de Viktor Ullmann (1898-1944) a cargo de María Garzón. Vale la pena reportar sobre la importancia de las obras que fueron interpretadas, con intercalaciones del recitado de algunos poemas escritos por el músico. El grueso de las sonatas que pudieron escucharse, las que llevan la numeración 5, 6 y 7, fueron compuestas durante el internamiento de Ullmann en el campo de concentración «modélico» de Theresienstadt, a sesenta kilómetros de Praga. La vida de Ullmann en Theresienstadt se prolongó aproximadamente dos años, desde el 8 de septiembre de 1942 hasta su deportación a Auschwitz el 16 de octubre de 1944, donde fue asesinado dos días después. Ullmann escribió mucha música en ese periodo, pero también críticas sobre diversos eventos musicales que tuvieron lugar en Theresienstadt, así como un obituario y un poema dedicados al compositor Sigmund Schul, muerto en el campo de concentración, y algunos aforismos. A esos escritos se añade el breve ensayo titulado «Goethe y gueto», redactado a finales del verano de 1944, con toda probabilidad su testamento último. Se trata de un manuscrito de importancia especial, cuya traducción ofrecemos junto a estas líneas, que quieren servirle de introducción, al tiempo que dan paso a una entrevista con María Garzón a propósito de la música de Ullmann.
Theresienstadt, ciudad-cuartel amurallada en la que se creó un gueto judío en 1941, se distinguió por ser un campo de concentración con un elevado número de internos de formación prominente, entre los que había muchos artistas e intelectuales. Además, tras la Conferencia de Wannsee, que en enero de 1942 dictó la «solución final de la cuestión judía», es decir, el exterminio masivo, Theresienstadt continuó siendo un gueto para trabajos forzados, pero sin cámaras de gas. Sirvió para muchos de estación intermedia antes de que se procediera a su deportación a Auschwitz, Treblinka u otros campos de exterminio del Este. Los habitantes del gueto, pues, no vivían solo en absoluta privación de libertad y necesidades básicas, sino también en situación de tránsito a una muerte más o menos próxima. En cifras aproximadas, de los 141.000 reclusos que pasaron por Theresienstadt, solo 23.000 lograron sobrevivir. El gueto tenía capacidad para unos 7.000 habitantes, pero cuando se trasladó a Viktor Ullmann, a su esposa Elisabeth y a su exmujer Martha en septiembre de 1942 estaban hacinadas allí 58.000 personas.
La organización de los programas de tiempo libre constituyó un componente muy particular de la vida del gueto. De ella se encargó un grupo de internos, por supuesto bajo control de los mandos de las SS. La programación incluía diversas actividades, protagonizadas por el teatro y la música. A partir de julio de 1942, adquirió un relieve muy especial, cuando empezaron a realizarse conciertos de cámara, música coral y ópera. Gracias al empeño del propio Ullmann los programas hicieron especial hincapié en la música de autores judíos y, en el verano de 1943, comenzaron a estrenarse obras compuestas en el propio gueto. Se dio la circunstancia de que la música prohibida por los nazis en el Reich era, sin embargo, interpretada en el campo de concentración.
Ullmann escribió lieder, sonatas para piano, teatro musical y música de cámara durante su internamiento y algunas de sus piezas fueron estrenadas en el gueto: en 1943, la sonata para piano n.º 6, las canciones Immer inmitten y otras, una composición teatral con textos de François Villon y otra en 1944 con textos de Rilke, conocida como el Cornet. Sin embargo, su ópera El emperador de la Atlántida o la insubordinación de la muerte fue expresamente prohibida. La tolerancia de los nazis con los programas organizados por los reclusos alcanzaba hasta ciertos límites: el mismo desprecio humano por los condenados se extendía a sus producciones, por lo que pudieron llegar a considerarlas inocuas en la vida del gueto. En todo caso, la actividad cultural estaba muy lejos de ser un entretenimiento inerme para los propios reclusos. En los contenidos de El emperador de la Atlántida tendríamos un ejemplo muy elocuente de creación para el colectivo condenado que se presenta como reto a la rebelión del espíritu. Las dificultades con las que se desarrolló ese trabajo de creación teatral y musical superan todo lo imaginable: estaba prohibida bajo pena de muerte la posesión de un instrumento.
La pura pérdida se trocó en un apego a la creación musical tan intenso como el deseo de continuidad en una vida vivida literalmente al momento. Las piezas escritas por Ullmann, y trabajadas para su escucha y disfrute con todo su poder expresivo por el colectivo que conformó su última sociedad, llegan o han llegado, como el resto de su opus conservado, intactas a la nuestra.