Juego de verdades
Más propia de la ficción que de la realidad, la trayectoria de Elmyr de Hory –nacido, supuestamente, Elmer Hoffman (Budapest 1906 - Ibiza 1976)– fascina a cualquiera que se acerca a este inmenso impostor, capaz de producir una auténtica industria del fraude con sus pinturas «a la manera de». Dolores Durán, gran conocedora de su obra y comisaria de la muestra del CBA Proyecto Fake! Elmyr de Hory, nos presenta al personaje y aborda algunos de los puntos clave de reflexión que suscita su historia.
Estamos en un universo pictórico de falsedades. Falso nombre, falsas identidades, falsas obras, falsas copias falsificadas. Hablamos de Elmyr de Hory, conocido como L. E. Raynal cuando a mediados de los años cincuenta vende el dibujo «de Modigliani» Señora con flores y granadas al Museo Fogg de la Universidad de Harvard.
Hablamos del Baron Herzog, cuando quiere impresionar a algún nuevo rico con su título. Hablamos de Elmer Hoffman, como aparece en las fichas de la policía francesa, aunque también figuren distintos alias: Dory, Louis Cassou, Curiel, Hory o Boutin.
Con esta identidad, Elmer Hoffman, fue reclamado por la justicia francesa cuando solicitó por segunda vez su extradición. En esa ocasión su defensa respondió que la persona sentada en el banquillo era Joseph Clementer Dory Boutin, y que en ausencia de pruebas, nada indicaba que ambos individuos fueran el mismo«La identificación de la persona que se encuentra en el banquillo, es según el expediente de extradición, dudosa. La extradición va dirigida a Elmer Hoffman. La identidad del que está sentado en el banquillo, Joseph Clementer Dory Boutin, artísticamente apodado Elmyr de Hory, con el citado Elmer Hoffman, no se confirma. No hay además ninguna foto, ni huellas, ni mención de circunstancias personales que permitan una identificación», declara el abogado de Elmyr, Rafael Perera en su segundo juicio de extradición. «El caso de Elmyr de Hory visto para sentencia». Diario Última Hora, Palma de Mallorca, 1 de mayo de 1975.).
Todo encaja, como piezas extrañas de un puzzle sin fin. Porque este vericueto de identidades es una forma de vida y es, a la vez, el camino para escapar de los obstáculos de la vida.
Otro capítulo del espectáculo Elmyr de Hory. Así hasta sesenta pseudónimos que utilizó para no dejar huellas. Surge aquí una reflexión añadida, que no resulta ociosa. ¿Presenta varias identidades o estamos ante «una identidad confusa»? No es fácil responder de forma contundente y veraz. Lo que está mas o menos claro es su nombre artístico: Elmyr de Hory. Y está demostrado, al margen de identidades y juegos de escondite, que es uno de los más importantes falsificadores de arte del siglo XX.
Pinturas «a la manera de» y falsificaciones
Elmyr siempre declaró que las pinturas que realizaba no eran copias ni falsificaciones, sino que él creaba «a la manera de». E insistía:
Cuando firmaba como Elmyr, como sucedía al final de su vida, no había problemas relativos a la autoría y autenticidad: son auténticos Elmyr. Pero nadie era tan ingenuo. Lo que Elmyr no ignoraba, e incluso le enorgullecía, era que esas obras acabarían colgadas en las más importantes colecciones y museos de todo el mundo, firmadas por otrosEn este caso hablamos ya de falsificaciones, ya que la obra pintada «a la manera de» se atribuye al autor del que se ha copiado el estilo mediante la inclusión de su firma o por otros medios, con intención de engañar..
Aun en las más enrevesadas situaciones, Elmyr tenía explicaciones para todo: «Yo pinto con el estilo de otros pintores, pero nunca copio de ellos. Lo que sucede es que no tengo manera de controlar lo que se hace con mis obras una vez han salido de mis manos». Despojado de cualquier responsabilidad, el azar interviene en la incontrolable vida de sus pinturas. Hasta puede que creyera sus palabras.
Fuentes más que dudosas
Son dos las fuentes principales para conocer a Elmyr: por un lado el libro Fake! The Story of Elmyr de Hory: the Greatest Art Forger of Our TimeClifford Irving, Fake! The Story of Elmyr de Hory: the Greatest Art Forger of Our Time, McGraw and Hill, 1969. Reeditado por Kindle and Nook. escrito por Clifford Irving, amigo suyo, también célebre estafador, que terminó en la cárcel tras escribir una falsa autobiografía de Howard Hugues. Por otro, la película F for FakeOrson Welles, Fraude: la gran mentira del arte = F for fake = Question mark = Vérités et mensonges; directores, Orson Welles y François Reichenbach; productor, François Reichenbach; guion, Orson Welles y Olga Palinkas; fotografía, Gary Graver y Christian Odasso; música, Michel Legrand (1973)., que comienza con un Orson Welles disfrazado de prestidigitador, realizando trucos de magia, y reflexionando acerca de lo real y lo imaginado.
Continúa el espectáculo. Clifford Irving y Elmyr de Hory se habían conocido en los años sesenta en Ibiza. Fake! es un libro basado en la amistad y las conversaciones mantenidas por ambos en la isla, que se publica por vez primera en 1969, alcanzando un gran éxito en Inglaterra y Estados Unidos. En España verá la luz en 1975Clifford Irving, ¡Fraude!, La historia de Elmyr de Hory, el pintor más discutido de nuestro tiempo. Sedmay Editorial, 1975. Reeditado por Norma Editorial.. El libro narra la infancia de De Hory como hijo de unos artistócratas judíos húngaros que habían perdido la vida en un campo de concentraciónSegún las investigaciones llevadas a cabo por Mark Forgy, último compañero y heredero de Elmyr y autor de The Forgers Apprentice: Life with the world’s most notorious artist, Elmyr era hijo de un comerciante de clase media y su familia, al menos en parte, sobrevivió a los campos de extermino nazis.. Sin familia y con la vida truncada por la II Guerra Mundial, llega a París, donde empieza a vivir de la venta de los paisajes y retratos que pintaba.
Es en esta ciudad francesa donde –siempre según Irving– Lady Campbell, amiga de De Hory, noble y multimillonaria, le quiere comprar un dibujo realizado en diez minutos creyendo que era obra de Pablo Picasso. Él se lo vende, comprueba la facilidad del engaño y la rentabilidad de la estafa. Ahí comienza su periplo por el mundo, que corre paralelo a la venta de sus falsificaciones y su ascenso social.
A finales de los años cincuenta recala en Ibiza –hogar de hippies, artistas, novelistas y personas que huyen de su pasado– donde Elmyr aparenta ser «un extranjero rico, vividor y bohemio». Aquí su labor profesional adquiere una velocidad y un rumbo inusitados.
El libro recorre toda la vida de Elmyr, de quien presenta un retrato amable, plagado de anécdotas no siempre verosímiles. Irving adula a su amigo al recordar el primer encuentro de ambos en 1961. La descripción es todo un fotograma cinematográfico:
Llegados a este punto, el trueque de identidades y simulaciones ofrece distintos caminos a seguir, todos ellos pintorescos. Un año después, Irving escribía una falsa biografía sobre el magnate y pionero de la aviación Howard Hugues, que le llevó a la cárcel. En cuanto a Elmyr, nos asalta otra pregunta: ¿Podemos pensar que su historia se ajusta a la realidad? Algunos años después, en enero de 1974, él mostró su desacuerdo con esa biografía en varias entrevistas. Los motivos que esgrime son fáciles de suponer: «porque contiene muchas falsificaciones». Estas fueron sus palabras:
O realmente la información que contenía el libro era falsa o Elmyr estaba enfadado por no haber visto un dólar de las ganancias. Con una tercera variante en el juego, que son los problemas con la justicia. Las dudas sobre las verdades y mentiras del libro de Irving sobre De Hory forman parte de los misterios sin resolver.
No menos apasionante resulta el capítulo en el que entra en escena el gran Orson Welles. Atraído por la historia de Clifford y Elmyr, el director de cine rueda F for Fake, una historia sobre engaños, en la que la ficción se presenta como una realidad. Partiendo del material filmado y desechado del documental que François Reichenbach había realizado en 1968 sobre falsificadores, Welles realiza otras filmaciones, que mezcla en el montaje con imágenes de recortes de prensa y fragmentos de noticiarios que se suceden a gran velocidad. Así teje este falso documental en el que el hilo conductor son las historias de dos grandes falsificadores, De Hory como artista e Irving como escritor. Y junto a estas historias, la imagen del mismo Welles que va desvelando su visión del mundo del fraude con ejemplos de su propia trayectoria profesional pues, como él mismo dejó dicho, «mi vuelo a la falsificación fue un platillo volante»Orson Welles hace referencia a la emisión radiofónica de La guerra de los mundos en su programa The Mercury Theatre de la CBS en 1938. A pesar de la advertencia de que se trataba de la adaptación radiofónica de la mencionada obra literaria de H. G. Wells, la emisión de la invasión de los marcianos tuvo tal realismo que creó una situación de pánico entre los ciudadanos..
Welles confunde o entremezcla los hechos narrados con una supuesta realidad. Disfruta con el juego de engaños y dobles miradas a las obras de arte y la importancia de las identidades. Ambas fuentes, desde la escritura y desde el cine, nos remiten a un mundo si no de falsedades, al menos de ficción. De continuar por esta vía, acabaríamos también dilucidando sobre la importancia de lo verídico en el filme y en el libro o, más allá todavía, sobre el mito de la caverna y el engaño de la verdad y las sombras. Que sería, en definitiva, otra forma de jugar con las identidades y su valor.
El falsificador falsificado
En 1991, Ken Talbot publica una nueva versión del libro de Irving con el título Enigma! The new story of Elmyr de Hory. The greatest art forger of our timeKen Talbot, Enigma! The new story of Elmyr de Hory. The greatest art forger of our time, Londres, 1991.. Según testimonio del propio Irving, él vendió a Talbot los derechos de publicación, aunque el prefacio que contiene el libro, teóricamente escrito por él, es falso: Irving nunca lo escribió, es una falsificación literaria. A esto hay que añadir que, al menos diez de las ilustraciones que aparecen como obras realizadas por Elmyr, tampoco lo son, es decir son falsos Elmyr. Talbot presumía de tener una colección de unos 400 Elmyr fechados antes de 1967, que empezó a exponer y vender por el mundo, especialmente en Japón. Si bien la venta de estos cuadros no constituye un negocio a pequeña escala, cuando se realiza de forma masiva conlleva grandes beneficios.
Las falsificaciones de la obra de Elmyr son muchas. En la investigación previa a la exposición Proyecto Fake! Elmyr de Hory para el Círculo de Bellas Artes, visitar las diferentes colecciones para seleccionar las pinturas era un ejercicio de incertidumbre: ¿veré un Elmyr o serán falsos Elmyr? Interesante dilema, a estas alturas: considerando que la falsificación solo se produce si el supuesto autor de la obra goza de fama, singularidad y valoración a un tiempo, Elmyr consiguió su objetivo.
Nos cabe la duda de si este juego de falsas identidades tuvo un primer impulso económico que derivó en filosófico, o si fue una inteligente mezcla para vestir posteriormente la primera. O si en medio se cruzaron razones metafóricas, cínicas o de cualquier otra índole. Sin duda, Elmyr, con el resultado de la venta de sus cuadros «a la manera de» obtenía unos ingresos que difícilmente hubiera podido ganar firmando su propia obra, luego sí hubo una importante razón financiera en todo este asunto.
Naturalmente, también hay una reflexión sobre la autoría. Elmyr se plantea por qué un dibujo que acaba de realizar, sin firmar, tiene escaso valor económico, mientras que si pone la firma de Picasso, por ejemplo, adquiere un valor incalculable. Un nuevo punto de reflexión, no resuelto. Hay quien sostiene que no es relevante que la obra sea de un artista u otro, que la autoría no es importante desde el punto de vista estético, y que rechazar una obra que se admitía como de un autor al descubrir que es falsa es una cuestión de esnobismo. La realidad es que el conocimiento de que una pieza es falsa, si no altera la obra, sí modifica nuestra percepción. La obra pierde la «magia», una sensación que se asocia con algo etéreo, casi religioso. A lo que hay que añadir, por supuesto, la importancia del mercado del arte, ya que el valor económico de la obra sí sufre una variación sustancial.
¿Hablamos de arte como valor absoluto? ¿Hablamos de arte como valor mercantil? ¿Hablamos de firma? ¿Hablamos de calidad? Aún más: ¿Hablamos de expertos? Orson Welles lo define acertadamente: «Es la historia de un talento que se ríe de los que lo rechazaron y que convierte su decepción en un enorme chiste».
Podemos hablar de todo y de nada. Es una duda que envejece con el tiempo pero que, al igual que el prestigio de muchas pinturas históricas, resiste el paso de los años. El valor de la obra o el valor de la firma. Un binomio, por lo demás, no necesariamente excluyente, ni en pintura ni en cualquier otra expresión artística. En cualquier circunstancia, siempre hace falta un ingrediente del que podría presumir Elmyr, que es el talento.