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Las raíces quemadas de la danza española

Entrevista con Antonio Pérez

Alba Esteban
Fotografía MARIO PRÍNCIPE

La danza española tiene una raíz con muchas ramificaciones. La escuela bolera, por ejemplo, es precursora del flamenco, pero para muchos es una desconocida «exótica». Antonio Pérez, jurado en la pasada edición del Certamen de Danza Española  y Flamenco, que se celebra en el CBA, y premiado como Bailarín Sobresaliente en 1999 en este mismo certamen, nos cuenta en esta entrevista sus preocupaciones en torno  a la danza española y la necesidad de que este arte sea apoyado en su conjunto,  no solo el flamenco, por las instituciones públicas. Con su compañía Enclave, Antonio Pérez lucha porque los bailarines y coreógrafos tengan más oportunidades de pisar  las tablas y porque todas esas ramas de la danza española sean reconocidas  de una vez por todas liberándolas de clichés preestablecidos.

¿Ha cambiado mucho el panorama desde que empezó a celebrarse el Certamen Coreográfico de Madrid, que ahora tiene lugar en el Círculo de Bellas Artes?

El certamen se celebra en Madrid desde hace 23 años y, sin duda, sirve para darse a conocer. En su día, los artistas que tenían talento y una buena formación no solo obtenían una recompensa económica y un reconocimiento, sino que a menudo tenían la oportunidad de trabajar en diferentes compañías de danza. Hoy, en cambio, el panorama actual no lo permite.

Yo participé en 1999 y para mí fue un escaparate, lo mismo que para muchos otros compañeros que también fueron premiados y posteriormente tuvieron una buena carrera profesional. El certamen no te catapulta, porque hay que seguir trabajando y formándose para encontrar las mejores oportunidades, pero desde luego es un escaparate perfecto para que artistas jóvenes tengan la oportunidad de que diferentes coreógrafos, directores de compañías o distribuidores los vean y puedan ayudarlos a la hora de desarrollar su carrera artística y profesional. 

Hace años, aunque no eran muchas, había compañías que podían incluir dentro de sus filas a nuevos bailarines. Hoy es muy complicado. Por tanto, el certamen tiene vigencia, la propuesta es necesaria; lo que no sé es si el resultado es el que a todos nos gustaría alcanzar. Hay gente que baila muy bien, pero después no tiene espacio para desarrollarse artísticamente.

¿Se ha convertido la danza en una carrera de fondo?

Sí, los bailarines cada vez empiezan su carrera más tarde y, por la falta de oferta y la competencia, se acaba rápido. Por eso es injusto que, al menos durante ese breve periodo de tiempo, haya tan poca exposición de la danza española y tan pocas oportunidades de poder colaborar en proyectos. Es agónico para la gente que se dedica a esto. Es una lucha contra la adversidad y el desánimo. Por eso solamente lo hace la gente que realmente tiene ilusión y desea conseguirlo porque, si no, prefieres dedicarte a otra cosa, o incluso cambiar de estilo por si así te va mejor.

Yo empecé a bailar pronto. No sé si por talento, pero sí por formación gracias a mis maestros, que han sido los mejores no solo para mí, sino reconocidos públicamente. Mi primer maestro, Carlos Martínez, fue la persona que me vio con posibilidades y me animó a acudir a profesionales que me ayudaran a dedicarme profesionalmente a la danza. Fui a la escuela de Carmen Roche, donde estaba Betty (Victoria Eugenia), y empecé a tomar clases de danza española con ella, y clásico con Rosa Naranjo, Ana Baselga y Carmen Roche. Después Betty se fue para ser directora del Ballet Nacional y empecé a tomar clases con Paco Romero.

Ahora algunos bailarines terminan su grado profesional muy bien formados, pero otros no alcanzan una formación completa y para eso, afortunadamente, existe el grado superior, en el que también trabajo desde hace ocho años. Aquí adquieres una mayor autonomía, completas todos los contenidos para enfrentarte al mundo profesional como intérprete, coreógrafo o pedagogo. Son cuatro años más, acabas con 22 años. Por tanto, si a los 30 estás casi en el final de tu carrera, solo te desarrollas en ocho años. Es injusto, puesto que un bailarín de danza española cuando realmente está en su mejor momento es a partir de los 30, ni siquiera antes. Es ahí donde ha adquirido el nivel más alto técnicamente y empieza a desarrollar artísticamente toda su madurez.

¿Son los propios bailarines los que más van al teatro a ver danza?

Efectivamente, es un encuentro continuo, porque somos pocos, siempre los mismos y muy endogámicos. Es difícil llegar al público. Afortunadamente, no es siempre así. Es verdad que nos apoyamos mucho, pero lo que tiene calidad y se hace bien tiene público. Nosotros hemos estado en el Teatro del Canal, en San Sebastián de los Reyes, en Alcobendas, Pozuelo, Majadahonda... Hemos llenado siempre con enorme éxito de crítica y público. Lo último que hemos hecho con Enclave Español Compañía de Danza, han sido tres representaciones en la Maison de la Danse de Lyon, en las que hemos tenido lleno absoluto los tres días con las entradas agotadas seis meses antes.

El Ballet Nacional acaba de estar en el Canal y en el Matadero y ha tenido lleno absoluto en todas las funciones. No entiendo por qué hay ese reparo a la hora de programar danza española, no tanto el flamenco. No digo que todo valga, pero creo que la gente está ávida de ver danza española porque escasea y porque la siente como suya.

¿Qué desventaja tiene la danza española respecto al flamenco para que se programe menos?

Decir danza española tiene una connotación como del franquismo, se asocia a la Sección FemeninaSección Femenina de la Falange Española, constituida en 1934 como la rama femenina del partido Falange Española. Se disolvió en 1977 con la muerte de Franco.. Tuvo mucho que ver con la política cultural de un momento dado y se estigmatizó porque se utilizó políticamente. El flamenco ha sido muy inteligente y ha tenido la capacidad de salir de ese círculo.

En Andalucía, en cierta manera, han cogido el flamenco como estandarte. Se identifican con él y lo han apoyado políticamente para que se exporte y se proyecte su imagen. Sin embargo, a los que no solamente hacemos flamenco y practicamos otras ramas, nos han dejado un poco cojos, huérfanos.

Ahora, cuando alguien quiere hacer un espectáculo y quiere pedir una subvención, si es flamenco tiene alguna posibilidad. Hay esa idea de que es patrimonio de Andalucía y tiene más posibilidades. En cambio si quieres hacer escuela bolera, no saben ni lo que es; vas a hacer danza estilizada, y suena a algo que parece que no ha evolucionado cuando sí que lo ha hecho. No interesa. Entonces, en ese sentido, yo creo que la danza española en conjunto –incluyendo el flamenco, sin menospreciarlo, pero especialmente las ramas que están más desvalidas–, tiene que identificarse de alguna manera con algo, e indudablemente en la política es donde está el poder, donde se tienen que llevar a cabo las políticas para que la sanidad, la educación y la cultura se mantengan. Sin tener apoyos estatales es muy difícil.

Hace poco salió una encuesta sobre artes escénicas donde la danza representaba el 0,7% del interés de la sociedad. Eso te destruye el alma. Te das cuenta de que no interesa absolutamente nada y te preguntas cómo puedes hacer que la danza en general pueda ser algo que interese al público. Es muy complejo.

¿Tiene algo que ver el sistema educativo en todo esto?

En el plan de estudios de educación obligatoria directamente no aparece la danza. La música sí, aunque últimamente no sabemos qué pasará, pero yo sí he estudiado música. Esa parte artística la representaba en cierta manera la música y no entiendo por qué no la puede representar también la danza. Igual que la música es absolutamente necesaria para vivir... ¡Imagínate una vida sin música! ¡Imagínate una vida sin danza! La danza alimenta el alma. Igual que la música es necesaria para sentir esa especie de arraigo, de raíces, de identidad, también lo es la danza española. Tiene una serie de connotaciones que tú vas a sentir y que fuera de nuestras fronteras tienen más reconocimiento que aquí. Sales fuera de España y todo el mundo se queda impresionado. Te muestran un reconocimiento como si hicieras algo verdaderamente especial y aquí no eres absolutamente nadie, ni siquiera te valoran. Eres algo exótico. Tú dices que eres bailarín de danza española y dicen: «Ay, qué exótico, es bailarín de Español ». Perciben esa imagen del artista del mundo de la farándula, al que no le importa tener un trabajo fijo, que desea llevar sus sueños adelante y que, si es capaz de ganarse la vida con algo que es su pasión, es más feliz que nadie. Hay ciertas ideas preconcebidas que no somos capaces de quitarnos de encima.

¿Hacia dónde evoluciona la danza española? 

Este es un tema muy complicado, porque estamos hablando de arte. Acaba de pasar en Arco, ¿quién dice que no es arte?, ¿quién decide si esto está bien o está mal, si los caminos son buenos o son equivocados? 

Trabajo en una clase de taller de creación y son temas que es inevitable tocar porque uno tiene que establecer un criterio y decidir sobre una lógica y una base qué direcciones se pueden establecer, pero artísticamente es difícil poner barreras.

Por otra parte, hay que dejárselo al público, que es quien tiene que decidir, porque es un arte escénico y este se valora a través del público. Tú, como profesional, puedes tener tu pensamiento, tu criterio, puedes estar de acuerdo o no, pero es muy difícil decidir cuál debe ser la línea. En mi opinión, la línea es la calidad, la buena formación, hacer las cosas lo mejor posible, dedicarle mucho tiempo, ser muy sincero contigo mismo.

Por ejemplo, ahora –y más con la crisis–, parece que hay que montar espectáculos en pequeño formato, un poco minimalista, en los que tú eres el propio coreógrafo y el intérprete y en los que experimentas con tus propias técnicas, con herramientas de creación más vinculadas a la danza contemporánea, buscando que no te cataloguen de anticuado. Se buscan cosas que puedan tener ese punto de contemporaneidad, pero también sucede que todos los espectáculos pueden llegar a ser muy parecidos. En ese sentido, no sé por qué los distribuidores siempre programan las mismas líneas de danza: siempre el mismo clásico, siempre el mismo contemporáneo, siempre el mismo flamenco y siempre la misma danza estilizada –cuando la hay–. Debería haber mayor diversidad, siempre dentro de la calidad.

¿Qué futuro le ves a la escuela bolera?

Acabamos de estar en Francia, que es la cuna de la danza y un lugar donde la gente sí tiene esa cultura de ir al teatro y donde demuestran una inquietud mayor. Incluso allí, cada vez que representamos una pieza de escuela bolera me preguntan si es nuevo, si esto lo he inventado yo. Y te dices: «¡Madre mía! ¡Si esto lo habéis visto hace muy poco!». Porque antes del flamenco, era la escuela bolera la que tenía esa visibilidad y esa gracia y, sin embargo, se ha perdido todo de una forma tan radical que, cuando se hace algo relacionado con ese estilo, parece nuevo. Es como una invención. Me he sentido muy incomprendido, no digo no respetado, pero veo que me estoy dedicando a algo que casi nadie entiende. Nadie sabe de qué hablo. Nadie tiene un mínimo conocimiento para valorarlo. Es como ir a contracorriente. Luego, es verdad que tiene mucho éxito. David Sánchez y yo hemos creado la compañía Enclave y, en cierto modo, esa es nuestra seña de identidad. Hemos sido capaces de crear un espectáculo con la mayor diversificación de estilos. Hacemos escuela bolera, danza estilizada... hacemos una danza más de autor, con más ingrediente del propio coreógrafo y luego llevamos una parte flamenca para cerrar el espectáculo, pero realmente nosotros podríamos distinguirnos de los demás por esa parte donde desarrollamos escuela bolera, estilización y creación de autor, con ciertas influencias contemporáneas y músicas diferentes. También buscamos un lenguaje mucho más elaborado y, de repente, te encuentras con quienes dicen: «¡Ay, esto no lo habíamos visto nunca!».

¿Y cómo ves el folklore?

El mundo del folklore ha estado también un poco relacionado con la Iglesia. Entonces, tiene también una connotación de la que no se libra: entre la Iglesia, la Sección Femenina, que estuvo haciendo danzas folklóricas, donde Franco exponía cómo las mujeres tenían que tener esa representación y utilizaba esa imagen... Ahora es difícil. La única manera sería que la política cultural a nivel estatal incrementara las iniciativas para poder darle visibilidad: dedicarle tiempo y dinero. Es imposible que algo a lo que no se le dan ayudas se valore. Por otro lado, si no tienes dinero, tienes menos capacidad de exponer, la gente no lo conoce, no va al teatro… Termina por formarse una bola y de pronto te encuentras completamente incomprendido.

Con la danza tendría que ocurrir lo mismo que con Las Fallas. Podría haber a quien le pareciera una costumbre ridícula, pero ha llegado un momento en el que son el símbolo de Valencia. Gracias al apoyo que han tenido, ahora no se desarrollan en un día, son quince días con un montón de actos, con sus falleras... Yo me pregunto, ¿por qué nadie, ningún político, se ha plantado y ha dicho que otras tradiciones como la danza –que tampoco son dañinas, ni hieren la sensibilidad– son también parte de nuestro patrimonio o que no se puede dejar de hacer escuela bolera y que todo el mundo tiene que conocerla? No ha habido nadie con poder que le haya dado esa oportunidad a la danza. Se utiliza la cultura de una manera política, en lugar de apoyarla de una manera neutra en la que la relación se establezca entre el público y los artistas. No puede ser que por diferentes ideologías políticas, la cultura sufra.

Luego nos obnubilamos con Shakespeare, que es maravilloso, sin duda, pero también tenemos artistas españoles que van a llegar a ser Shakespeare en algún momento si se les da la oportunidad. Pero en España se habla con la boca pequeña del cine, del teatro, del baile. Necesitan el apoyo para llegar ahí. Y para que te vean, tienes que llegar a subirte al escenario.

Mi compañía, que dirijo junto con David Sánchez, tiene una actividad pequeña, pero sí hacemos funciones y la mayoría de los programadores nos dicen: «A ver si tenéis una actuación cercana para poder ir». Es lógico, quieren verlo, porque la gente que se sienta en un teatro no ve un vídeo, ve un espectáculo en directo, en vivo. Pero si a mí no me dan la oportunidad de subir una vez al escenario, me están cerrando la posibilidad de que eso genere más y es la pescadilla que se muerde la cola. Además, si un bailarín sube al escenario una vez al año, cuando lo hace, sale inseguro. Si un coreógrafo crea una pieza cada tres años, cuando va a hacer lo siguiente está aterrorizado porque no tiene actividad. Al fin y al cabo, es una profesión y tienes que profesionalizarte. Un bailarín no puede ensayar todo el día enfrente de un cristal, tiene que subirse al escenario y pisar las tablas.

XXIV CERTAMEN DE DANZA ESPAÑOLA Y FLAMENCO
30.06.15 > 02.07.15

ORGANIZA PRODUCCIONES MAGA // MARGARET JOVA
COLABORAN MINISTERIO DE EDUCACIÓN • CULTURA Y DEPORTE • APDCM • COMUNIDAD DE MADRID • FUNDACIÓN AISGE • CBA