«Esta gente se va a empeñar en que escriba comedias»
Entrevista con José Luis Cuerda
Fotografía MIGUEL BALBUENA
José Luis Cuerda se sienta en la Sala de Juntas del CBA y, enorme y vetusta toda ella, me hace recordar una película de Garci. No. Miento. Me acuerdo de varias, pero de entre las últimas. Viene José Luis de la gira promocional de Tiempo después, su primera novela, y parece que está cansado. Está cansado, me confirma. Le aviso que vamos a hablar un rato de sus comedias, incluyendo Tiempo después, y él me responde «¡ah, las de risa!». Eso, las de risa. Cuando empezamos, ya no parece cansado.
José Luis, eres miembro de la junta directiva del CBA, o sea que tampoco puedo...
¡A mucha honra! Aquí en sede parlamentaria no puedes reírte de mí. No la vayamos a jorobar…
Ya que estamos en esto, ¿qué te une al CBA?
Un pasado tortuoso. El CBA es el culpable de que yo esté en Madrid. ¿Tú sabes que esto era un templo del juego de naipes? Mi padre ganó aquí, en una noche, el piso del Paseo de la Habana, y nos vinimos a vivir. O sea que, ¡qué no voy a hacer yo por el CBA, con lo que ha hecho él por mí!
Te ha puesto un piso.
Me ha puesto un piso, literalmente.
¿Cuándo te das cuenta de que haces reír a la gente?
Me doy cuenta el día que en Televisión Española me dicen, después de haber visto Pares y Nones, que si quiero hacer un especial para el festival de Montecarlo, una película de una hora y entonces yo empiezo a contar dramones, –que era lo que me apetecía y las cosas que yo escribía– y me cortan rápidamente y me dicen «No. No. No. Tiene que ser algo de risa, una comedia». Y dije: «Pues voy a escribir una comedia. Tengo cosas escritas, pero son todo dramas. Voy a escribir una comedia». En la Casa de Campo, paré el 127, y me eché a llorar, porque me dije: «Ahora se va empeñar esta gente en que escriba comedias, que yo ni sé escribir comedias, ni sé qué comedia escribir, ni nada». Y conforme pasó el tiempo, que ya había moqueado un poco, me dije: «¿Y si echo mano de mi humor? Voy a hacer una de risa, pero de mi risa». Debe de ser que yo era así. Entonces escribí Total.
¿Recuerdas con cariño Pares y nones?
Sí. Lo pasé mal, porque llevábamos poco presupuesto y porque yo era nuevo. Me echó una mano Anchía, el director de fotografía, y esto fue muy importante porque yo le decía con respecto a un plano: «Este del autobús, lo vamos a hacer así». Y él me replicaba: «Mira José Luis, vamos pillados de tiempo como siempre y si en vez de colocar la cámara ahí, la colocas aquí, yo aprovecho la luz que entra por aquí...», y yo contestaba: «Pues llevas razón. Me da igual en este caso». El primer plano que rodamos colocó una NitraNitra: se refiere a una lámpara de luz constante, de atmósfera gaseosa –compuesta por argón y nitrógeno–, que alcanzaba gran potencia y destacaba por la blancura de su luz. en una lámpara de estas que hay encima de las mesas y dijo: «Por mí ya está». Se me acercó el productor y me dijo: «Yo creo que no se va a ver». Pero se vio. Además es una fotografía que a mí me gusta, es muy bonita.
Lloras en el coche y te sale Total.
Y me sale y dicen que muy bien, que estupendo. Pues si os ha gustado esto, vamos a tirar con ello. Era obligación, porque estaba destinada al Festival de Montecarlo. Yo creo que Total tiene probablemente la mejor secuencia que he hecho en mi vida: la historia de amor en un solo plano, en un solo travelling, con Rellán y Enriqueta Caballeira. Todas las historias de amor en cine son una convención, está clarísimo. El amor tarda mucho más en fraguar y en irse a hacer puñetas, que es el camino de ida y vuelta que suele hacer el amor. Y yo dije: «Pero si eso se puede hacer en un plano. Empiezan diciendo que se quieren mucho y terminan mandándose a hacer puñetas.» ¿Para qué gastar más medios?
También tiene dos escenas prodigiosas y muy recordadas: el arranque...
Eso fue una declaración de principios. Ahí era plenamente consciente de lo que hacía. Lo primero, le quise hacer un homenaje a mi padre. Mi padre era muy cazador de perdices, teníamos hasta perdices de reclamo en casa. Entonces la película empieza con una panorámica en los montes de Oncala, en Soria. Unas perdices cantando por allí, que es así [imita el canto de las perdices]. Sé cosas de mucho valor, como el canto de las perdices. Un tío de mi padre, el tío Virgilio, escribió un tratado del reclamo de la perdiz. No vendió ni un libro y los tuvimos siempre en mi casa. Creo recordar que todavía me queda uno.
Pero el travelling está muy bien y la idea está muy bien.
Hace panorámica. Llegamos a un pueblecito y dice «Londres» y tú ves que aquello no es Londres, ni de coña. Baja la cámara y vemos a un pastor que, directamente a la cámara, programáticamente, dice: «Londres». Lo vuelve a repetir por si hay algún ciego. Y señala a las ovejas para decirte: «ovejas». Pues bueno la película va a tratar de ovejas que son ovejas y de Londres, que no es Londres ni de coña. La verdad y la mentira en el mismo plano ontológico y afirmado con la misma rotundidad. La película va a tratar de historias reales que nadie se cree porque piensan que son zarandajas mías, como, por ejemplo, que una mujer, que vive con un ciego en el pueblo, le hace atravesar la plaza todos los días diciendo: «¡Salta, que hay charcos! ¡Salta, que hay charcos!». Y que luego le pone de comer un plato vacío y dice que lo que hay ahí son huevos fritos y él se queja: «¡Aquí no hay nada!» y ella responde: «¡Es que eres ciego y no ves! ¿Yo, qué culpa tengo?».
Es una celebración de la mentira también porque en un determinado momento dice: «No es Londres. Es París», que eso es cojonudo también.
Alguien se debe de haber quedado con la cosa de que aquello es Londres, pero no lo es, y el pastor está preocupado y dice: «Que ya lo sé que no es, que es París». Yo es que soy tremendamente defensor de la teoría de la relatividad, porque es verdad. A mí es que además me la enseñó Don Alonso en el colegio. Yo le dije al que tenía a mi lado: «El maestro que tenemos no se llama Don Alonso. Se llama Alonso, pero ‘Don’ es una cosa que se pone». Y él: «¡Qué va!». Y yo: «Ya verás». Y fui a preguntarle: «Don Alonso, yo sé que usted se llama Don Alonso, pero ¿a que el ‘Don’ es una cosa que se pone, porque usted de verdad, de verdad, se llama Alonso?». Me contestó: «Sí, hijo. Sí». Y le dije a mi compañero: «Me ha dicho que sí, que se llama Alonso». Y él: «Voy a ver, que no me fío». Le pregunta: «Don Alonso, ¿a que usted se llama Don Alonso?». Y contestó: «Sí, hijo. Sí». Es la teoría de la relatividad. Para aquel muchacho su maestro se ha llamado Don Alonso toda la vida y para mí, que soy un listo, sabía que era Alonso y que el «Don» era una cosa que se ponía.
Como eres un listo, ¿creíste que El bosque animadoFernández Flórez, Wenceslao. El bosque animado, Barcelona, Espasa Calpe, 2006. Escrita en 1943. La primera adaptación se llevó a cabo en 1945 a cargo del director José Neches, pero con el nombre de El bosque maldito. era adaptable al cine, aparte de los dibujos animados?
No lo encontré en ninguna librería, pero creo que me topé con uno en los quioscos estos de ViejoViejo: referido a los «libreros de viejo» que venden libros de segunda mano y que coleccionan libros antiguos. En Madrid celebran la Feria del Libro Antiguo y de Ocasión en primavera y la Feria de Otoño del Libro Viejo y Antiguo. que ponen en el Paseo de Recoletos. Me lo leí de un tirón y dije: «Pues esto realmente es una novela que está muy bien, pero ¿qué coño es esto de tanto árbol que habla?». En los capítulos impares hablaban los bichos y los árboles y en los pares, los humanos. Me fui un poco arrugado a la productora al día siguiente y tenía allí el guion de Azcona. El guion estaba terminadísimo, vi que no había ningún animal que hablase y ya me quedé más tranquilo.
¿Cómo llegas a Landa? ¿Ya lo tenías decidido?
No. Landa estaba decidido por el productor. Estaba decidido el guion y estaba decidido Landa. Y me presentó a Fernando Rey. Quedamos un día porque quería que lo conociese. Yo no lo conocía personalmente y la verdad es que muy bien con él.
Si Landa ya sobreactúa un poco, en esta está completamente por encima. ¿Eso, se lo pides tú? ¿Te gusta?
Es como decía Azona: «Alfredo Landa está muy bien. Es muy buen actor. Le falta tocar la campana cuando va a salir».
Pero cuadra con el personaje perfectamente.
Sí. Rodando La marrana, se veía el pueblo desde lejos y hacemos un primer ensayo y digo: «Espera, espera, voy para allá, Alfredo». Yo no les digo las indicaciones a los actores delante de las cámaras, a gritos, para que se entere todo el mundo. Cuando estaba cerca de él, me dice: «Me he pasado ¿no? Pero eso lo hago siempre. Yo te doy todo lo que tengo y recorta tú, que para eso estás». Muchas veces, cuando me preguntan: «¿Y tú cómo diriges a los actores?», respondo: «Dime el nombre». A Alfredo Landa, siempre desde donde yo estaba, para no tener que levantarme, que siempre he sido gordo, le decía en alto «¡Alfredo!». Él movía la cabeza a ver qué pensaba y yo le hacía un gesto de bajar y él bajaba un semitono, dos tonos, tres tonos…
En El bosque animado también estaba muy bien la historia de amor entre Valverde y Grepi. El juego con la pata.
La escena del pajar con el cojo y ella es buena y es bonita.
Pero, frente a las otras comedias, metes una escena muy trágica. Cuando la niña se muere…¡Hostias!
Esa es una que me planteó un problema moral. Ahí pongo una cámara cenital, la subo hacia arriba y el personal se derrite. Pero no lo hice, porque a mí me enseñó Azcona que «el sentimiento convertido en sentimentalismo es bazofia». Eso de que hay que ir directamente al corazón del espectador…¡El corazón del espectador es sagrado! ¡Ahí no se va nunca!
Y llega Amanece, que no es poco…
Sí, después del éxito de El Bosque Animado, yo podía hacer lo que me diera la gana…
Sí, fueron Goyas, buenísima recaudación…
Hubo tres productores que hicieron adrede una productora, que se llamaba Compañía de Aventuras Comerciales. Eran Jaime Borrell, Toni Oliver y José Miguel Juárez. Jaime me dijo que había visto Total, que le había encantado y me preguntó: «¿Tú no podrías hacer una película de ese tipo ahora que, después de El bosque animado, puedes hacer lo que te dé la gana?». Yo le contesté que tenía mérito que un productor me dijera eso y que veríamos lo que saldría de todo esto. Y me insistió: «Por eso se llama Compañía de Aventuras Comerciales».
Después de leerla, Juárez me decía: «¿Y eso que has escrito de que el sacerdote levanta la sagrada forma y todos se ponen a aplaudir…?». Yo respondía: «¡Coño! ¡Y también cuando los ballets rusos se ponen a bailar! ¡Si acaba de convertir un trozo de pan y un vaso de vino en sangre de Cristo…!».
La crítica de la época, sin embargo, no la quiso tanto. Hay una de Fernández-Santos, muy razonada, al que no le gustó nada. Pero, hoy, Amanece, que no es poco ha adquirido una dimensión… ¿Te esperabas esto?
No, que va. Las esperanzas que he puesto siempre en mis películas se centraban en, primero, que fuesen lo que quería hacer, que saliera lo que saliera era porque yo quería: algunas veces he sabido hacerlo, otras, era una chorrada, y otras, no me ha salido o no he sabido, o no he podido hacerlas. Pero siempre eran cosas que yo quería hacer y que aceptaba hacer. Segundo, siempre quiero hacer películas que me gusten a mí, pero con la esperanza de no ser un tilonorrinco, que también gusten a otros lo suficiente para que el productor no pierda dinero.
¿Y cuál es tu escena favorita de Amanece, que no es poco?
A la fuerza de lo que oyes y te dicen pues está la de la cama, la del libre albedrío…
Fílmicamente me gusta la del final, la de «esto es un sindiós».
Pues a mí, no creas, porque se nos echó la luz encima. Las sombras son un desastre, ha salido ya el sol, en unos planos hay sol, en otros no…
¡Pero justo, ese es el sindiós!
Yo también me consuelo pensando que en películas como esta, como Total o Así en el cielo como en la tierra, si las cosas no están bien, parece que estén hechas adrede. Tampoco voy a ir yo ahora en plan: «No, no, no, eso no era así». Y meter el rollo…
Hay una escena curiosa, que es la de la presentación de Ngé Ndomo con las cabras, cuando dice eso de: «Yo aquí como un masai, de perfil, ¡y que no venga nadie a verme!». Es obligatorio que te lo cuente. Las ovejas no se iban a quedar quietas en un sitio porque tú las pusieras allí. Yo lo hablé con ellas: «Manuela, ponte… ¡Josefina!», pero ni puto caso. Como no lo iban a hacer, teníamos a un veterinario del pueblo, que era el que sedaba a los cochinillos que llevaba Ciges en brazos para que no estuviesen gruñendo. Lo que pasaba era que se les relajaban los esfínteres también y entonces se cagaban encima de Ciges sin parar. Ciges se pasó «cagao» toda la película y las de vestuario estaban hasta las narices, y Ciges más: «¡Quitadme esto, coño! ¿Queda mucho de cochinillo?», decía.
El caso es que sugerí que, ya que el veterinario sabía qué ovejas y qué cabras estaban enfermas en el pueblo y alrededores, las sacrificasen y las embalsamasen para la escena. Los de efectos me dijeron que sí, pero que me metiera en mis cosas, que si las quería quietas, las tendría quietas. Y sí que estaban quietas, pero en lugar de disecarlas, lo que hicieron fue congelarlas. Entonces, a lo largo de la noche se fueron descongelando y, si te fijas bien, en el plano se ve que las cabras están con la barriga por el suelo con unos palos puestos que salen por el espinazo… ¡Una cosa lastimosa!
¿Cómo se dirige a alguien como Luis Ciges?
Él me dijo ya en El bosque animado que si podía decir lo que él quisiera o si yo era de los maniáticos que querían que dijera lo que ponía en el guion, porque «Berlanga le dejaba decir lo que quisiera». Yo le decía que sí, que era de los maniáticos, pero no podía aguantarse… El día que le lleva el ternero a la familia de Abondo, me preguntó: «¿Me dejas que añada aquí que otro día les voy a traer unas gallinas de colores?». Y yo le dije que sí, que quedaba bien y el hombre se quedó muy contento con aquello.
Ciges era un tío que entendía muy bien lo que tenía que decir, no en el sentido literal, pero no estropeaba nada, ni el mundo, ni la marcha de la vida, decía aquello y no pasaba nada, era maravilloso.
Para esta entrevista revisé también las memorias de Afredo Landa, gracias a mi querido Marcos Ordóñez, y he de decir que te pone por las nubes en varios pasajes. Lo único que te reprocha es que en La marrana fuiste «demasiado escatológico». Las críticas también lo dicen, pero ¡es que está situada en 1492!
Borrell, el productor de Amanece, que no es poco, me dijo con motivo del Centenario de 1492: «Igual podemos hacer algo, habrá subvenciones y tal». Y yo le dije que si hacía algo sobre el Centenario no sería la loa sobre la cristianización de los nativos por la España eterna. Si hacía algo –le dije– sería sobre la picaresca, sobre un tío que quiere irse a las Américas por salir de aquí. Un emigrante, un golferas, que se encuentra con otro que lleva una marrana y sobre el que piensa, «no sé si llegaremos a América o no, pero a la primera que pueda le quito la marrana y me la llevo yo». Al final estoy muy contento del guion, la historia está muy bien y los actores, Resines y Landa, son una pareja muy buena.
La épica del pobre...
El pícaro lucha por la supervivencia y cuenta con toda mi simpatía porque, además, tiene que ser ingenioso. El sinvergüenza, por el contrario, me produce verdadero asco. En estos momentos de tanto sinvergüenza, vomito nada más salir a la calle. Salgo, vomito y me digo a mí mismo: «El vómito de la mañana ya está hecho, a ver si aguanto hasta última hora de la tarde».
La siguiente es Tocando fondo, una comedia sobre la crisis que, desde mi punto de vista, es muy irregular. ¿Te quedaste contento con el resultado?
Coincides con todo el mundo. A mí hay cosas que me gustan, cosas que no, pero me parece una película incluso muy actual, que habla sobre las trampas, las corrupciones, el «enmierde» a partir del cual se hacen los negocios, en ese sentido me quedé muy contento.
Y cerramos el ciclo de tus comedias con Así en el cielo como en la tierra.
Yo creo que está muy bien y que va a lo grande, se atreve con la teología. Antes, a Fernando Fernán Gómez le había ofrecido un papel en Mala racha. Hablé con su representante y me dijo que nunca hacía diálogos de más de seis líneas, que no montaría a caballo, ni en moto… cosas de estas. Yo pensaba que estaba de coña y le contesté que un día había siete líneas y media de diálogo, que había otro día que montaría a caballo... Y me respondió escuetamente: «No hago la película». No había más que hablar. Pero cuando surgió hacer Así en el cielo como en la tierra, le llamé y le dije: «Fernando, te voy a ofrecer una película que no me puedes decir que no». «O te digo que no», me respondió. «Esta no puedes», le ataqué. «¿Pero por qué no puedo decir que no?», insistió. «Porque te voy a ofrecer que hagas de Dios». Y corriendo contestó: «¡Ah, bueno, entonces la hago!».
Se te nota el seminario en la película.
Los conocimientos… todo rigurosísimo.
Y poner a Bonilla de Jesucristo es un acierto porque asoman todos los problemas teológicos que tiene el personaje.
Cerezo, que producía la película, me repetía: «¿Y dices tú que ves a Bonilla de Jesucristo? ¿Y no ves mejor a José Coronado en ese papel?». Yo le decía que no, que los palestinos eran así: bajitos, reconcentrados.
Y Paco Rabal de San Pedro está inmenso.
Está estupendo. A mí el encuentro de Paco Rabal de Guardia Civil en la puerta del cielo recibiendo a Ciges me parece que está muy bien. Muy buena presentación. Y el monólogo de Fernando Fernán Gómez con el Espíritu Santo en la jaula, con las cosas que dice…
Deberían estar emitiéndola todas las Semanas Santas en lugar de lo que nos tenemos que tragar. Y para terminar, Tiempo despuésCuerda, José Luis. Tiempo después, Logroño, Pepitas de Calabaza, 2015., la novela que acabas de publicar con Pepitas de Calabaza, ¿de qué va?
Como no soy novelista, escribí un artefacto que muestra las costuras de un guion. Un amigo con buen ojo me decía: «ese guion que has escrito, que no es novela…».
Pues yo defendería con florete que sí es una novela.
Realmente, novela es todo. Los personajes que hay son lo que dicen. Ahí había una historia que me gustaba. Me he dado cuenta de que a mí, que no me gusta la ciencia ficción, tiro mucho del tiempo para adelante y para atrás, porque eso me da una posibilidad de visión más concienzuda de la condición humana, aunque esto suene a coña. Nos está ocurriendo ahora mismo, porque en eso sí he sido profético ¡y reconócemelo!, con esta situación bipolarizada: cada vez hay menos ricos que tienen más y más pobres que no tienen nada, que viven literalmente dejados de la mano de Dios, mientras los otros, los ricos, lo hacen a cuerpo de rey.
Parece escrita hace tres años, cuando llevaba un tiempo por ahí.
Eso me alegra porque con la filosofía subyacente de hoy en día… el mundo a lo que va es a «corto por aquí para empalmar con tal cosa, que es lo mismo». Lo que me choca es que alguien use como insulto la palabra «antisistema» para una persona. O sea, que ese ser humano es honrado, que es un tío al que no le gusta el mundo en el que vive. Si lo que es insultante es que alguien quiera que se le alabe el gusto cuando alguien dice que es un defensor del sistema y que este es el sistema que más bienestar ha dado a la sociedad. ¡No jodas!: Este es el sistema que más muertos ha producido. Es un sistema genocida que no termina de suicidarse, que es lo que tendría que hacer. Probablemente está camino de ello, pero no, los que resulta que somos unos cafres somos los «antisistema». Lo que me daría vergüenza es decir que soy del sistema. Y me dicen, ya, pero es que vives a cuerpo de rey. Y ya me gustaría tener cuerpo de rey, ¡menudos cuerpazos tienen los reyes que yo conozco!
Podrían acusarme de que escribo las cosas a partir de mis ocurrencias, pero me di cuenta de que la raíz de la palabra ocurrencias viene de «lo que ocurre». Es decir, o sale de la aceptación y mayor loa de lo que ocurre o del desprecio de lo que ocurre. Si a estas elaboraciones mentales les pones el ingrediente del humor, es un producto enriquecido y una visión, como poco, aceptable, e incluso, si queda bien, loable. Y en ello estoy, solo para «ganar fama y nombradía»«Para ganar fama y nombradía». En referencia al ingenioso hidalgo Don Quijote de La Mancha.... ¡y amistades entre el sistema!
Para cerrar, ¿qué dos o tres películas cómicas son tus preferidas?
Cuando me preguntan cuáles son la películas que más me gustan de la historia del cine digo dos: Plácido y El apartamento. Son metrajes sobre la condición humana en la cuerda floja. Los personajes de esas películas me enternecen, me emocionan y me descojono, todo junto.
© Edu Galán, 2015. Entrevista publicada bajo una licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 4.0. Se permite copiar, distribuir y comunicar públicamente por cualquier medio, siempre que sea de forma literal, citando autoría y fuente y sin fines comerciales.
FILMOGRAFÍA «DE RISA»
Pares y nones (1982). Guion: José Luis Cuerda. Reparto: Antonio Resines, Silvia Munt, Agustín González, Virginia Mataix, Carles Velat, Mercedes Camins, Marta Fernández Muro y Alicia Sánchez.
Total (1983). Guion de José Luis Cuerda. Reparto: Agustín González, María Luisa Ponte, Manuel Alexandre, José María Caffarel, Miguel Rellán, Alicia Sánchez, Eusebio Lázaro, Enriqueta Caballeira, Chus Lampreave, María Elena Flores, Luis Ciges…
El bosque animado (1987). Guion de Rafael Azcona. Reparto: Alfredo Landa, Tito Valverde, Ala¡ejandra Grepi, Miguel Rellán, Alicia Hermida, Amparo Baró, Fernando Rey, Manuel Alexandre, Encarna Paso, María Isbert, Luis Ciges, Alicia Sánchez...
Amanece, que no es poco (1988). Guion de José Luis Cuerda. Reparto: Antonio Resines, José Sazatornil, Manuel Alexandre, Fedra Llorente, Luis Ciges, Aurora Bautista, Tito Valverde, Pastora Vega, Enrique San Francisco, Gabino Diego, Cassen, Chus Lampreave, Miguel Rellán, María Isbert…
La marrana (1992). Guion de José Luis Cuerda. Reparto: Antonio Resines, Alfredo Landa, Manuel Alexandre, Fernando Rey, Cayetana Guillén Cuervo, Agustín González, El Gran Wyoming, Antonio Gamero, Antonio Dechent…
Tocando fondo (1993). Guion de José Luis Cuerda. Reparto: Antonio Resines, Jorge Sanz, Iciar Bollaín, Manuel Alexandre, Fiorella Faltoyano, Sancho Gracia, Lola Baldrich, Diana Gálvez, Francis Lorenzo y Luis Hostalot.
Así en el cielo como en la tierra (1995). Guion de José Luis Cuerda. Reparto: Fernando Fernán Gómez, Francisco Rabal, Jesús Bonilla, Luis Ciges, Enrique San Francisco, Gabino Diego, Mary Carmen Ramírez, Agustín González, Manuel Alexandre, Chus Lampreave, Juan Luis Galiardo, Achero Mañas, Alicia Sánchez, Álex Angulo…