La fotografía como lenguaje universal
© August Sander, Fragmentos De «Sehen, Beobachten, Denken», Schirmer/Mosel | Fotografía © Die Photographische Sammlung/Sk Stiftung Kultur - August Sander Archiv, Colonia / Vegap, Madrid, 2019 | Traducción Rosa Pilar Blanco
En esta conferencia radiofónica pronunciada el 12 de abril de 1931 en Colonia, de la que Minerva reproduce unos fragmentos, August Sander ofrece sus consideraciones generales sobre la fotografía, el medio artístico con el que quiso «inmortalizar la historia universal e influenciar a toda la humanidad», aprovechando sus posibilidades expresivas como lenguaje universal.
La sociedad humana, al contrario que el mundo animal, se encuentra en un continuo proceso evolutivo. Por esta razón se comprende que también las personas cambien continuamente para adaptarse a las condiciones de vida, pues ningún ser vivo de la Tierra está tan expuesto a transformaciones tan diversas de su medio natural como el hombre. Este siempre se ha visto obligado a resolver los problemas derivados de los cambios en el medio. Sin embargo, es también el ingenio humano, que lo diferencia de los animales, el que lo ha convertido en dominador de los demás seres vivos. La invención de la primera herramienta supuso asimismo la primera victoria sobre el animal. La creación del lenguaje y su desarrollo también debieron surgir de las necesidades de la humanidad. Con el desarrollo del lenguaje se conquista un medio muy poderoso de cohesión social, un enorme reforzamiento y una clara conciencia de los impulsos sociales. De esta formación de grupos pudo surgir el primer entendimiento lingüístico que designamos con la palabra dialecto. Como el ser humano estaba expuesto a continuos peligros, se extendió también el pensamiento social y con él, el lenguaje. Al estar las personas continuamente separadas temporal y espacialmente, se tornó necesario comunicarse por señas para mantener una comunicación de persona a persona, de grupo a grupo, de cuando en cuando, porque el sonido era todavía fugaz, es decir, no presente [...] Antes de surgir el lenguaje escrito ya existía un lenguaje de signos del que se servía el hombre primitivo cuando había una separación de espacio y de tiempo. Hay pruebas de esto de la Edad del Hielo, de la época del hombre de las cavernas, de los antiguos egipcios, de los negros, etc. También el cristianismo se sirvió en sus orígenes del lenguaje de formas para comprender y difundir la doctrina de Cristo.
Tras el despertar de la autoconciencia del niño, el lenguaje de lo visual despierta y fomenta la idea de lo concreto. Para el analfabeto, la única posibilidad de comprensión, además del sonido, es el lenguaje visual, del mismo modo que para las masas es el medio funcional, publicitario o de comunicación más sugestivo, ya que la imagen orienta más deprisa que el lenguaje escrito, porque tampoco está vinculada al grupo o a la frontera lingüística como la palabra. Todos nosotros sabemos la impresión que puede provocar una imagen, ya sea de índole alegre o seria. Con la invención de la fotografía nuestra atención volvió a dirigirse con más fuerza al lenguaje visual, y en la actualidad ha llegado a convertirse en una forma de información popular […]. Mediante la fotografía hoy somos capaces de transmitir a todos los pueblos del mundo nuestros pensamientos, ideas y hechos; si además añadimos un año, estamos en condiciones de inmortalizar la historia del mundo. Me gustaría comenzar con algunos ejemplos.
Una foto del universo, ya se trate del sol, de la luna o de una constelación, podría comprenderla hasta el bosquimano más lejano. También en el reino de la biología, en el mundo animal o vegetal, la fotografía como lenguaje visual puede servir asimismo como medio de información sin recurrir al sonido. Pero el ámbito en el que la fotografía posee la expresividad más poderosa, que nunca puede alcanzar el lenguaje, es la fisiognomía, que analizaremos con más detalle en la segunda parte de esta conferencia. Nuestros ojos nos proporcionan una imagen externa de las cosas y el intelecto elabora lo visto, convirtiéndolo en ideas y generando en nosotros un mundo interior que interpretamos de muy diferentes maneras. Por esta vía también llegamos a diferenciar el bien y el mal en el ser humano o en el animal, reconocemos el peligro, percibimos la belleza, la fealdad o el miedo. Mediante la fotografía somos capaces de reproducir todas esas sensaciones y de comunicarnos.
[…] Ningún lenguaje del mundo puede hablar un idioma tan comprensible para la generalidad como la fotografía, presuponiendo, primero, que respetemos escrupulosamente la vía químico-óptico-física para demostrar la verdad y, segundo, que dominemos la fisiognomía; por supuesto, hay que averiguar si se quiere servir a la cultura o a la coyuntura. Quisiera mencionar otro proceso. Ahora, por ejemplo, la prensa prepara a la población para la próxima y bestial guerra con gas tóxico y recomienda usar la máscara de gas a la población indiferente como un medio para proteger la vida.
Aquí basta con fotografiar a un bebé con la máscara de gas, en lugar de apoyado en el pecho materno, y datar la imagen en un año del siglo XX. Esta foto no solo sería historia contemporánea inmortalizada, sino que expresaría de manera comprensible para todo el mundo toda la brutalidad del espíritu inhumano. No quisiera decir con esto que la vida y la muerte, las descripciones y experiencias solo puedan ser reproducidas mediante la fotografía. Sería estúpido y petulante. Eso no solo es posible mediante la escritura y la palabra, sino que está demostrado con creces. Con el progreso de la civilización, sin embargo, esos medios expresivos se han vuelto cada vez más complejos y abstractos y su comprensión exige unos conocimientos y una capacitación intelectual crecientes. Frente a esto, la representación fotográfica tiene la ventaja de la inmediatez y la plasticidad viva. Mientras que en la época del intelectualismo la descripción literaria se adapta cada vez más a los intereses de una clase alta intelectual, la representación fotográfica se amolda sin problema a la capacidad de comprensión de las más amplias masas populares, de menor formación intelectual. Y así, en general, no creo equivocarme al sostener que no hay ningún lenguaje nacional en el mundo capaz de sustituir o superar siquiera la importancia de la fotografía como lenguaje universal. Ya hoy, la fotografía como lenguaje gráfico, sea en la modalidad de telefotografía o de película, ha conquistado el primer puesto gracias a su comprensibilidad generalizada por las masas y pueblos de todo el mundo. Por ejemplo, la fotografía de prensa actúa desde hace mucho tiempo como lenguaje universal, pues nos transmite el acontecimiento con mayor vigor que la palabra. Así lo demuestran las tiradas millonarias de la prensa ilustrada, que en realidad, a su modo, hablan un lenguaje propio. La fotografía también puede simular para nosotros el llamado lenguaje mentiroso o diplomático, hasta el punto de que el lenguaje escrito, o la palabra, pierda importancia. Pondré un ejemplo: en la Guerra Mundial [de 1914] vi una foto que mostraba a un soldado alemán degollando a un niño francés y otras fotografías de índole parecida. Estaban tomadas de un modo tan engañoso que solo un experto podía constatar, tras un examen minucioso, que eran falsas.
Pero su eficacia como lenguaje universal no había fallado, pues gracias a la fotografía el pueblo francés creyó en la autenticidad simulada manualmente de dicha foto. Además de los procesos ya descritos, no quisiera dejar de mencionar que, merced a la fotografía, disponemos de todas las posibilidades expresivas. Con ella podemos decir la verdad, pero también difundir mentiras; podemos transmitir el lenguaje de cualquier vida y existencia, de país a país, de persona a persona. La inteligibilidad general anula la frontera lingüística. Confío en haber aclarado con estas breves explicaciones la importancia de la fotografía como lenguaje universal.
[…] La idea fundamental de mi obra fotográfica Gente del siglo XX, que comencé en el año 1910 y que contiene entre quinientas y seiscientas fotografías, de las que publiqué en 1929 una selección titulada El rostro de nuestro tiempo, no es sino una declaración a favor de la fotografía como lenguaje universal y el intento de pergeñar una imagen actual de los alemanes basada en el proceso de elaboración químico-óptico de la fotografía, es decir, de la pura creación por la luz. Con esto llegamos a la segunda parte de mi conferencia, que va a tratar sobre la fisiognomía en la fotografía. ¿Y qué es fisiognomía? La fisiognomía es sobre todo conocimiento del ser humano, que nos viene dado por naturaleza como un don del espíritu humano, a unos más y a otros menos. A este respecto mencionaremos algún ejemplo.
Cuando conocemos a una persona por primera vez, nos causa una impresión, buena o mala, es decir nos resultará simpática o antipática, sentiremos que congeniamos o no con ella. Esto se manifiesta gracias a esa sensación innata. […] Cualquier acontecimiento tiene un rostro, y a la expresión global la denominamos fisiognomía. Esa capacidad [de interpretar la fisonomía, llamada fisiognomía] puede ser heredada como predisposición, pero también desarrollarse mediante la educación. Sabemos que la luz y el aire, la actividad y las inclinaciones forman a las personas, y nosotros las diferenciamos por su aspecto. La expresión de la cara nos permite constatar en el acto si siente pena o alegría, pues la vida deja ahí sus huellas infalibles. Son las runas de un lenguaje nuevo y, sin embargo, viejo. Como es natural, a la fisiognomía también pertenece el ojo humano, del que sabemos que es mucho más intenso y rápidamente comprensible y convincente que la palabra, pues con una única mirada podemos ganarnos a una persona o repelerla. El lenguaje popular dice: «Para orientarme, me basta una mirada». También es una creencia popular la existencia de personas que poseen una mirada especial, llamada mal de ojo, del que Wilhelm von Humboldt dice que tales efectos ocultos no pueden, en modo alguno, atribuirse en su totalidad a la mera superstición, pues albergan una gran parte de verdad.
En la actualidad, encontramos confirmaciones en la hipnosis. Dado que el individuo no hace ninguna historia contemporánea, pero sí deja su impronta en la manifestación de su época y expresa su modo de pensar, es posible captar un cuadro de época fisonómico de toda una generación y ponerlo de manifiesto lingüísticamente en la foto mediante la fisiognomía. Este cuadro de época se torna más inteligible aún si juntamos fotos de tipos de los grupos más diversos de la sociedad humana. Pensemos, por ejemplo, en los partidos del Parlamento de una nación: si comenzamos por el ala de las derechas y vamos colocando a los distintos tipos hasta llegar a la extrema izquierda, ya tenemos una imagen fisonómica parcial de la nación, esos grupos vuelven a dividirse en subgrupos, asociaciones y cooperativas, pero todos llevan en la fisonomía la expresión de la época y la ideología de su grupo, que algunos individuos manifiestan de manera especial; a esas personas se las califica con la palabra tipo. Podemos constatarlo en clubes deportivos, musicales, en asociaciones económicas o similares. Pero aquí el fotógrafo es indiscutiblemente capaz de hacer hablar al cuadro de época en la fotografía mediante su capacidad y conocimientos fisionómicos. Quisiera mencionar también un ejemplo contrario. Si fotografiamos a una persona de nuestro tiempo en su entorno vistiendo ropas antiguas, medievales o de estilo Biedermeier, no conseguiremos transmitir ni de lejos autenticidad, el hombre del siglo XX imprimirá siempre a la foto su expresión correspondiente. Así pues, vemos que la persona también imprime su sello a su tiempo, con lo que el fotógrafo tiene la posibilidad de captar con su aparato el cuadro de época fisonómico. No solo el rostro, también los movimientos de una persona gozan de singularidad. Siempre es tarea del fotógrafo estabilizar o captar ese movimiento característico que después reproduce en la imagen individual la fisonomía en una perspectiva completa.
[…] Una vez descrita la fisonomía de las personas, a continuación analizaremos sus creaciones; es decir, las obras del hombre, comenzando por el paisaje. En él también estampa su sello el ser humano mediante sus obras, de forma que, al igual que el lenguaje, el paisaje se crea a partir de las necesidades humanas, transformando así con frecuencia lo creado biológicamente. También en el paisaje distinguimos el genio humano de una época que podemos captar por medio del aparato fotográfico. Algo parecido sucede con la arquitectura y la industria, y con todas las obras humanas en general. […] Ahora hemos de ampliar nuestras explicaciones en lo referente a la relación de la fotografía con el arte, que quisiera aclarar según los siguientes aspectos: se puede disparar o fotografiar; disparar significa contar con el azar y fotografiar significa trabajar con reflexión, es decir, captar una cosa o convertir una idea de conjunto en una creación acabada. Si se consigue esto, se ha logrado el objetivo. Pero la cámara fotográfica no garantiza en modo alguno la perfección de una obra fotográfica de alta calidad. El lienzo y el pincel no hacen al pintor, y menos al artista, del mismo modo que un bloque de piedra y un martillo tampoco hacen al escultor. El creador, por otra parte, siempre está condicionado por sus recursos, por lo que el fotógrafo sin cámara fotográfica es imposible.
Existen la pintura, la música, la arquitectura, la escultura, la escritura, la fotografía, la técnica, las matemáticas, etcétera. El resultado de todas ellas es una obra que nos transmite el lenguaje de su creador. Resumiendo nuestras explicaciones sobre la fotografía, hemos de constatar que aquí nos enfrentamos a un campo especial, pues, como consecuencia de su autonomía, expresa su lenguaje más específico. Mediante la visión, la observación y la reflexión, y con ayuda de la cámara fotográfica, añadiendo una fecha podemos inmortalizar la historia universal e influenciar a toda la humanidad con las posibilidades expresivas de la fotografía como lenguaje universal. Con esta conferencia concluyo mis consideraciones generales sobre la fotografía.