Foto-cartel de la tumba de José Antonio Primo de Rivera, 1940.
Archivo General de la Administración
Los cuarenta fueron el período del franquismo en el que la retórica propagandística del régimen invadió todos los ámbitos de la vida de los españoles. El elemento principal de la iconografía política lo constituyó la efigie de Franco, «Caudillo de la Nueva España». A su figura –de la que generalmente sólo se representaba su rostro idealizado– se unió la del fundador de Falange Española, José Antonio Primo de Rivera, convertido en el Caído por antonomasia. Su nombre desprovisto de los apellidos, tallado en los muros de las iglesias y en los monumentos a los caídos, presidía la lista de los que, como se decía en aquellos años de privaciones y violencia sobre los vencidos, dieron su vida por Dios y por España. Conocido como El Ausente, su rostro aparecía por todos lados para recordar su fusilamiento en la zona republicana durante la Guerra Civil.
En 1943 la Delegación Nacional de Excautivos editó en forma de cartel una fotografía de Augusto Vallmitjana de la losa de la tumba de José Antonio en la basílica del Valle de los Caídos, aún en construcción, con la palabra «presente» en mayúsculas, entre triple signo de admiración. Además de ser testimonial, la fotografía tiene un carácter artístico, por lo que se reprodujo la firma del fotógrafo y la fecha de su realización, 1940. Su autor dirigía la sección de fotografía del Departamento de Plástica de la Dirección General de Prensa y Propaganda. La artificiosidad de la luz, el encuadre y el punto de vista, en un ángulo picado forzado, de esta fotografía son reveladores del cuidado puesto por su autor en su realización y de su deseo de hacer una obra estética, pero, sobre todo, de su fin político. Los tres elementos se refuerzan mutuamente. El fuerte contraste entre el negro de las figuras de los falangistas que velan y sus sombras alargadas con el enlosado iluminado, en el que destaca parte de la losa sepulcral, acentúa el dramatismo. No importa que los voluntarios que guardan la tumba desaparezcan en la oscuridad, ya que no se pretende informar al espectador, sino conmoverlo. Situarlo ante un espacio extraordinario para así destacar la soledad del Ausente, cuyo recuerdo y enseñanzas, sin embargo debían acompañar siempre a los españoles.
Ángel Llorente Hernández
(Valladolid, 1955)
Catedrático de enseñanza media y doctor en Historia del arte, es autor de libros como Arte e ideología en el Franquismo, 1936-1951 (1995) o Equipo 57 (2003), y coautor de L’Art de la Victoria. Belles Artes i franquisme a Catalunya (1996), Arte y política en España 1898-1939 (2002) y La crítica de arte en España 1939-1976 (2004).