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PUBLICIDAD DE POSGUERRA

Cartel

Años cuarenta. Colección Javier Puerto

Javier Puerto

Aunque el cartel formó parte de una muestra dedicada a la posguerra, probablemente sea algo anterior, de los últimos años de la Dictadura de Primo de Rivera o los primeros de la Segunda República, pero casi seguro que se mantuvo en las boticas hasta los años cincuenta del siglo pasado.

El anuncio representa una escena burguesa. Una mujer de edad mediana ha sufrido un ataque de histeria. Los ojos alucinados; la boca en la posición propia de Melpómene, la máscara de teatro de la tragedia; el cuello erguido y tenso; el dorso envarado sobre un almohadón; las piernas incapaces de relajarse. Está sentada en un sillón modernista, tiene a su lado una mesita de madera oscura, con las patas torneadas, omnipresente en los domicilios españoles burgueses de mitad de siglo. Sobre ella una caja de las famosas hierbas, una cucharilla y, en el suelo, una taza rota a consecuencia, muy probablemente, del ataque. La consuela una mujer joven y atildada, posiblemente su hija, y acude en su ayuda, con otra taza de las hierbas medicinales, una criadita con un delantal impoluto y sin cofia, lo que nos conduce hacia una burguesía no demasiado boyante desde el punto de vista económico. Si fuera de posguerra, el ataque de la mujer sería fácil de explicar. La sensibilidad destrozada por las privaciones, los bombardeos, las tragedias familiares, en el frente o en la retaguardia… Pero aun siendo anterior, y sin la coartada de la tragedia nacional, es muy tópico el presentar a una mujer aquejada por la histeria: en la historia de la medicina se recuerda a Melampo de Argos, famoso por curar a las hijas de Preto, que recorrían los bosques creyéndose vacas. Melampo les diagnosticó histeria y les aconsejó ofrendar a Dionisio en ritos orgiásticos. Desde esas épocas inmemoriales, la histeria se identificó con las féminas y el tratamiento aconsejado fue siempre el mismo: el coito. Hasta los médicos cristianos: con ellos empezó la terapéutica torturante para los llamados males de madre –un conjunto de dolencias femeninas mal determinadas, relacionadas con la menstruación o con los nervios– que tan frecuentemente, creían, se transformaban en histeria: purgantes, sangrías, clisteres y, en el mejor de los casos, hierbecitas antinerviosas.

Hoy sabemos que la histeria ataca por igual a hombres y mujeres, que es una enfermedad para la que hay fármacos y terapia psicológica y que las primitivas ideas científicas sobre la mujer no son más que prejuicios racionalizados.

Javier Puerto

(Madrid, 1950)
Catedrático de historia de la farmacia en la Universidad Complutense de Madrid, ha publicado ensayos como La ilusión quebrada. Botánica, sanidad y política científica en la España Ilustrada (1988), El Mito de Panacea. Compendio de Historia de la Terapéutica y de la Farmacia (1997) o El hombre en llamas. Paracelso (2001), y de su colección particular proceden algunos de los anuncios que integraron la exposición Posguerra: publicidad y propaganda.