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Irán en el escenario internacional

Mohammad-Reza Djalili
Traducción Guillaume Fourmont   /   Imágenes Marjane Satrapi (del cómic Persépolis, Norma Editorial)

Tras la elección de Mahmud Ahmadineyad, Irán ha vuelto a recurrir a una diplomacia radical y revolucionaria. Tanto la estrategia de confrontación en el campo del desarrollo nuclear como las declaraciones provocativas respecto a Israel han dejado a Irán aislado en el escenario internacional. El fin de la Guerra Fría y la desaparición, gracias a Estados Unidos, de dos de sus enemigos –los regímenes de Sadam Husein y de los talibanes– deberían haber permitido a Teherán satisfacer sus ambiciones regionales, sin embargo, su rechazo a alcanzar un compromiso en el terreno nuclear puede acarrear graves consecuencias.

Irán empezó a tener peso internacional a principios de la década de 1970. Tras siglo y medio de presencia en la región del Golfo Pérsico, el Reino Unido anunció en 1971 su retirada «al este de Suez», una decisión que creó un vació de poder que Teherán intentó ocupar. El contexto era entonces favorable a sus aspiraciones. La doctrina Nixon –que Estados Unidos propuso en 1969 y que animaba a las potencias regionales a hacerse cargo de la seguridad de su entorno– se tradujo en Oriente Medio en lo que se dio en llamar la política de los dos pilares, que se concretó en el abastecimiento de armas norteamericanas a Arabia Saudí e Irán. La primera crisis del petróleo proporcionó a Irán los medios necesarios para satisfacer sus ambiciones. Irán, por primera vez en su historia moderna y gracias a la voluntad del Sah, así como a otras circunstancias favorables, se convertía en un importante actor regional e internacional. Los detractores del régimen acusaron al Sah de transformar Irán en una marioneta a las órdenes del imperialismo americano, mientras el poder iraní se presentaba como el garante de la estabilidad de una de las zonas políticamente más delicadas del mundo.

ISLÁMICO Y REVOLUCIONARIO

Mientras el Sah se fortalecía internacionalmente, la situación se deterioraba en el interior del país. La monarquía cayó en 1979 y se proclamó una República Islámica. El nuevo régimen se decantó por una política exterior de signo opuesto a la del Sah: islámico, se oponía a los regímenes laicos e impíos de los países vecinos; revolucionario, ponía en tela de juicio el statu quo regional y criticaba el orden internacional de la época, condenando tanto al Este como al Oeste; ambicioso, abogaba por la exportación de la revolución. El nuevo régimen de Teherán confirmó su ruptura con el pasado al apoyar, el 4 de noviembre de 1979, el secuestro de diplomáticos de la Embajada de Estados Unidos en Teherán por parte de los Estudiantes de la Línea del Imán. Por primera vez en la historia contemporánea, el islam radical se entrometía en la vida internacional.

CUATRO FASES

Desde 1979 hasta hoy, la política exterior de la República Islámica de Irán ha pasado por cuatro fases. La primera, desde el nacimiento de la República hasta la muerte del ayatolá Jomeini, en 1989, fue radical y revolucionaria. Estuvo marcada por el secuestro de diplomáticos estadounidenses durante 444 días y el intento de exportar la revolución mediante la movilización de la comunidad de creyentes del islam (Umma) en contra del imperialismo. La política exterior de la época estuvo sobre todo condicionada por el conflicto contra Irak (1980-1989), que generó una diplomacia de guerra centrada en reforzar las capacidades militares de Irán. La segunda fase empezó en 1989, con la llegada al poder del presidente Hachemi Rafsandjani, y se caracterizó por el abandono formal del radicalismo y por un pragmatismo destinado a favorecer la reconstrucción del país y la reactivación de la economía. Esa visión más realista permitió mejorar las relaciones con los países vecinos. La tercera fase, que empezó en 1997 con la elección de Muhammad Jatami, se distinguió por una política de diálogo cuyo objetivo fue permitir la completa reinserción de Irán en el seno de la comunidad internacional. Con las elecciones legislativas de febrero de 2004, que ganaron los conservadores, y el nombramiento al año siguiente del presidente Mahmud Ahmadineyad, empezó una cuarta fase, postreformista, caracterizada por la diplomacia islámica.

UNA PERSONALIDAD SINGULAR

Nada más llegar al poder, Mahmud Ahmadineyad rompió con sus dos predecesores mediante una actitud y un discurso provocativos. Rafsandjani y Jatami habían conseguido mejorar la imagen del poder islámico en el extranjero y, sobre todo, en Occidente. Con Ahmadineyad, Irán cada vez se percibe más como un país en revolución permanente cuya política agresiva amenaza la estabilidad regional e internacional.

La singular personalidad del nuevo presidente desempeña un papel crucial en la diplomacia iraní actual. Ahmadineyad procede de una familia modesta y se formó en las divisiones de elite de los llamados Guardianes de la Revolución (pasdaran). Aspira a ser un fiel heredero del ayatolá Jomeini y pertenece a ese segmento de la sociedad que, desde la creación de la República Islámica, reivindica el ideal del martirio, dispuesto a dar su vida –o la de los demás– por sus ideales. Por otro lado, Ahmadineyad da muestra de cierta tendencia proselitista y mesiánica y cree en el retorno del duodécimo imán, el mahdi.

Pero, sobre todo, para entender su política exterior, hay que tomar en cuenta su opinión sobre la de sus dos predecesores. Mahmud Ahmadineyad considera que los intentos de acercamiento a Europa no fueron beneficiosos para Irán«Ahmadinejad criticizes Iran’s past foreign policy», www.iranmania.com, 4 de enero de 2006.. Para el actual presidente, la política exterior de Rafsandjani fue un fracaso, y la de Jatami alejó al país de sus objetivos revolucionarios al disminuir su protagonismo en el mundo musulmán. Ahmadineyad intenta implementar una nueva política internacional basada en preceptos ideológicos y que se ha puesto de manifiesto en sus diatribas contra Israel y el sionismo, sus decisiones sobre la escalada nuclear y su acercamiento a regímenes mal considerados por Washington. A tal efecto, Ahmadineyad ha colocado en puestos clave a hombres cercanos y ha sustituido a cerca de cuarenta embajadores y jefes de misiones diplomáticashttp://iranecoinfoblog.blogspot.com/2005/11/liran-procde-un-vaste-remaniement.html.

IRÁN Y LAS GRANDES POTENCIAS

Las relaciones con Washington son el asunto más espinoso para la diplomacia de la República Islámica. Desde el punto de vista americano, las relaciones con Teherán también son problemáticas, porque reflejan un fracaso –el final de las relaciones privilegiadas con el Irán del Sah– y una humillación –el secuestro de los diplomáticos estadounidenses–. El discurso ideológico del poder iraní, perennemente antiamericano, ha contribuido a ensanchar el abismo que separa a ambos países desde la ruptura de las relaciones diplomáticas en 1979.

POCAS MEJORAS

La primera consecuencia del enfrentamiento Teherán-Washington fue el respaldo de Estados Unidos a Sadam Husein durante la guerra Irán-Irak (1980-1989). Tras la primera Guerra del Golfo (1990-1991), y a pesar de la neutralidad de Irán, Washington no dudó en incluir a Irán, junto a Irak, en su política de aislamiento. Estados Unidos decretó medidas unilaterales contra Irán, entre ellas la ley de no proliferación de armas del 23 de octubre de 1992, que sanciona a todo estado que suministre medios que permitan a Irán fabricar armas de destrucción masiva y la ley D’Amato de 1996, que prohíbe a cualquier empresa invertir más de cuarenta millones de dólares al año en los sectores del petróleo y del gas. Irán fue clasificado como uno de los Rogue States por la administración americana.

Durante la guerra de Afganistán se hizo evidente que Irán y Estados Unidos tenían los mismos enemigos, los talibanes y Al Qaeda, pero las dilaciones de Teherán a finales de 2001 le impidieron aprovechar la ocasión para acercarse a WashingtonMohammad-Reza Djalili, «L’Iran paie les errances de sa politiques étrangères», Le Figaro, 16 de noviembre de 2006.. En su discurso sobre el estado de la nación, el presidente George W. Bush incluyó a Irán, junto a Irak y Corea del Norte, en el Eje del Mal. Ni siquiera la intervención estadounidense en Irak, en marzo de 2003, que derrocó a Sadam Husein, el peor enemigo de Irán, contribuyó a que mejoraran las relaciones entre ambos países.

La llegada al poder de Mahmud Ahmadineyad no hizo sino empeorar las cosas. El discurso radical del presidente iraní, su acercamiento a la Venezuela de Hugo Chávez y las ambiciones nucleares del régimen preocupan a Washington. La violencia que azota cada día Irak, el deterioro de la situación en Afganistán y la guerra del Líbano en 2006 contribuyeron a debilitar el liderazgo de Estados Unidos en la zona, lo que, para Teherán, se traduce en la imposibilidad de que Washington emplee la fuerza contra Irán. Esta situación anima a Ahmadineyad y las tendencias más radicales del régimen a reactivar las aspiraciones de los primeros años de la Revolución Islámica.

EL GRAN VECINO DEL NORTE

Tanto en la época soviética como tras la desaparición de la URSS, Irán siempre ha mantenido buenas relaciones con Rusia. Las consideraciones pragmáticas siempre se han impuesto a las de orden ideológico. Irán optó por adoptar un perfil bajo tanto por lo que toca a la invasión soviética de Afganistán como al conflicto checheno cuya solución, según Teherán, pasa por el diálogo entre musulmanes y ortodoxosA. William Samii, «Iran and Chechenya: Realpolitik at Work», Middle East Policy, vol. VIII, nº 1, marzo de 2004..

¿Pensaba el ayatolá Jomeini, a pesar de su eslogan «Ni Este ni Oeste, República Islámica», que Occidente era más peligroso que el bloque soviético? ¿Tenía en cuenta las posibles afinidades ideológicas entre la Revolución Islámica y los ideales revolucionarios del marxismo y el tercermundismo? ¿Quería conservar el apoyo de la izquierda marxista iraní? ¿O simplemente no quería correr el riesgo de aislar aún más a Irán justo cuando acababa de ser atacado por Irak?

En cualquier caso, los sucesores del fundador de la República Islámica se han mantenido fieles a esta línea y han tratado de mejorar las relaciones con Rusia, incluso si en ocasiones no favorecían los intereses nacionales de Irán o estaban ensombrecidas por la desconfianzaClément Therme, «L’Iran et la Russie: une confiance limitée», Caucazeurope News, 25 de septiembre de 2006.. Ya se trate de comprar armas, construir la central nuclear de Buchehr o acceder a nuevas tecnologías, Moscú sigue siendo un socio de primera importancia para Teherán. Estas relaciones económicas y militares también tienen consecuencias políticas fundamentales para Irán. Entre otras cosas, explican las reticencias de Moscú a votar medidas contra Irán en el Consejo de Seguridad de la ONU. Sin embargo, la aprobación por unanimidad de los quince miembros del Consejo de Seguridad el 24 de marzo de 2007 de la resolución 1.747, refuerza las sanciones contra Irán y confirma el aislamiento en que vive la República Islámica.

EUROPA, EL DIÁLOGO CRÍTICO

Los países europeos, tradicionalmente primeros socios comerciales de Irán, tuvieron algunas dificultades durante los primeros años de la República Islámica. La crisis de los rehenes norteamericanos de 1979, la guerra Irán-Irak, los secuestros en el Líbano, los atentados terroristas y los asesinatos de opositores iraníes en países europeos, la violación de los principios fundamentales de derechos humanos o el caso Salman Rushdie impidieron durante mucho tiempo la normalización de las relaciones entre Irán y Europa.
Hubo que esperar a 1992 para que la Unión Europea definiera una nueva política, que consistía en sentar las bases para la normalización progresiva de las relaciones con Irán en el contexto de un «diálogo crítico». Tras la elección de Muhammad Jatami, en mayo de 1997, ya se hablaba de un «diálogo constructivo». Jatami fue el primer presidente de la República Islámica en hacer visitas oficiales a grandes países europeos.

Esta política de normalización y de acercamiento fue un éxito, pues no sólo favorecía los intereses económicos de ambas partes sino que, desde un punto de vista político, implicaba el retorno de Irán al seno de la comunidad internacional. Desde la perspectiva europea, el proceso contribuía a la moderación del régimen iraní en los asuntos internacionales y tal vez, a largo plazo, podría reforzar la corriente reformista. El acercamiento a Europa era importante para Irán porque le proporcionaba fuerza frente a Washington: los europeos pretendían convencer a Estados Unidos para que diera una oportunidad a la negociación y favoreciera la resolución progresiva de su contencioso con Irán. Sin embargo, esta estrategia no dio el resultado esperado.

La diplomacia europea puede presumir de un pequeño éxito en el terreno nuclear. En 2004 Alemania, Francia y Reino Unido consiguieron convencer a Irán para que abandonara sus actividades de enriquecimiento de uranio y firmara el protocolo adicional del Tratado de No Proliferación de Armas Nucleares (TNP), que autoriza a la Agencia Internacional de Energía Atómica (AEIA) a hacer inspecciones. Tras la decisión de Irán de reemprender el enriquecimiento de uranio en 2006, los europeos trataron de persuadir a Teherán para que diera marcha atrás pero, después de varias reuniones con los responsables iraníes, el 4 de octubre de 2006, Javier Solana, jefe de la diplomacia europea, dio por fracasadas las conversaciones con Irán.

ASIA, NUEVAS PERSPECTIVAS

Países como Japón y Corea del Sur son desde hace mucho tiempo importantes socios comerciales de Irán, y la bonanza económica de China e India ha abierto nuevas perspectivas de cooperaciónMohammad-Reza Djalili, Thierry Kellner, «L’Iran et les deux géants asiatiques», Outre-Terre, Revue Française de Géopolitique nº 16, noviembre de 2006.. Estas relaciones económicas podrían llegar a adquirir una dimensión más política. Irán carece de conflictos históricos con la mayoría de esos países que, por lo general, no son particularmente respetuosos con los derechos humanos, en especial China, y se oponen a la consolidación de un mundo unipolar dominado por Estados Unidos. Un eje Teherán-Nueva Delhi-Pekín, en el que también podría participar Moscú, permitiría a Irán atenuar su aislamiento y encontrar apoyos en su rivalidad con Estados Unidos. Esa misma lógica ha llevado a Mahmud Ahmadineyad a acercarse a algunos países de América LatinaEntre otros países, Irán se acercó a Venezuela, Nicaragua y Ecuador, muy críticos con Estados Unidos..

CAMBIOS REGIONALES FAVORABLES

El contexto regional de Irán ha cambiado por completo en los úl-timos quince años y se han abierto nuevas e inopinadas posibilidades. La desaparición de la Unión Soviética ha permitido a Irán reforzar su presencia en el Cáucaso y Asia Central, regiones con las que siempre ha tenido afinidades. La Revolución de Octubre de 1917 propició una ruptura entre Irán y sus vecinos del Norte que durante siete décadas transformó el territorio iraní en un callejón sin salida geoestratégico. El segundo acontecimiento importante para Irán fue el derrocamiento de los regímenes de los talibanes y de Sadam Husein, enemigos acérrimos de los chiíes iraníes, un cambio que permite pensar en una mejora de las relaciones con Afganistán e Irak.

CINCO EJES

La política regional iraní actual tiene cinco ejes: el sur, hacia el Golfo Pérsico; el oeste, hacia el Oriente árabe; el noroeste, hacia Turquía y el Cáucaso; el noreste, hacia Asia Central y Afganistán, y el sureste, hacia Pakistán e India. El más importantes de todos es el del Golfo Pérsico, es decir, la región donde se concentran los intereses primordiales del país. Su riqueza en hidrocarburos hace que esa zona resulte esencial para la prosperidad de Irán, aunque también constituye un problema para su seguridad. Desde el siglo xvi ha concentrado las intervenciones extranjeras, particularmente numerosas en los siglos xix y xx, sin olvidar la guerra con Irak.

Las conquistas territoriales de la Rusia zarista y las presiones políticas de la URSS amenazaron en numerosas ocasiones la seguridad y la integridad territorial de Irán. Desde 1991, la diplomacia iraní se muestra muy activa en los países del Cáucaso y Asia Central, si bien no se han obtenido los resultados esperados. Las presiones de Estados Unidos, la rivalidad con Turquía, la desconfianza de los regímenes de Asia Central, la falta de medios, la aparición de nuevos actores como China, la UE, Japón o la India, o la imposibilidad de definir el estatuto del mar Caspio, explican en parte ese fracaso. Irán está intentando renovar su política en Asia Central mediante la Organización de Cooperación de Shanghai (OCS: China, Rusia, Kazajstán, Kirguistán, Tayikistán y Uzbekistán), en la que tiene el estatuto de observador.

UNA INFLUENCIA LIMITADA

Desde la intervención de Estados Unidos, Irán ha conseguido reforzar sus posiciones en Afganistán. Teherán se comprometió a colaborar en la reconstrucción del país y los iraníes crearon una zona de influencia económica en Herat. Irán apoya al presidente Hamid Karzaï y le conmina a distanciarse de Estados UnidosMohsen M. Milani, «Iran’s Policy Towards Afghanistan», The Middle East Journal vol. 60, nº 2, primavera de 2006..

A Irán y Pakistán les preocupan los mismos asuntos, como el tráfico de drogas, la situación en la zona de población balutch o la violencia religiosa entre suníes y chiíes. Las buenas relaciones entre Afganistán e India también influyen en la evolución de las relaciones entre Islamabad y Teherán. La República Islámica nunca ha renunciado a mantener una estrecha colaboración con el vecino pakistaní, entre otros asuntos, sobre cuestiones nucleares. Pero tampoco ha descuidado sus relaciones con India, con la que comparte afinidades históricas y culturales. De hecho, Teherán desarrolla en la actualidad una política de acercamiento a Nueva Delhi. El crecimiento económico de India y sus necesidades cada vez más importantes de petróleo y gas han llevado a ambos países a incrementar su nivel de cooperación y elaborar un proyecto de gaseoducto en colaboración con Pakistán. La construcción de ese gaseoducto contribuiría a fomentar el acercamiento de Pakistán e India.

Las buenas relaciones que mantiene con Damasco y Hezbolá en el Líbano, han proporcionado a Irán cierta capacidad de influencia política en las orillas orientales del Mediterráneo. Del mismo modo, su sintonía con movimientos palestinos como Hamás o la Yihad Islámica lo ha convertido en un actor indirecto del conflicto palestino-israelí. Otra baza con la que puede jugar en la región son sus relaciones con la comunidad chií. Así, Teherán dispone de un instrumento de soft power que ya existía en la época del Sah y que no se amplió con la Revolución Islámica a pesar de la importancia de la religión en las relaciones internacionales. Ese soft power puede a veces –como en el Líbano, con la creación de Hezbolá– convertirse en un hard power. Esta capacidad de influencia es, sin embargo, limitada, en la medida en que no existe un verdadero bloque chií unido, ni siquiera un arco chií estructurado, como pretendían algunosMohammad-Reza Djalili, «L’émergence d’un arc chiite?», Questions Internationales nº 21, septiembre-octubre de 2006..

UNA POTENCIA REGIONAL

La cuestión nuclear es, sin duda, el asunto más preocupante para la comunidad internacional. Es el principal obstáculo que separa a Estados Unidos e Irán. Las revelaciones, en 2002, de opositores al régimen iraní sobre instalaciones nucleares secretas no hicieron sino incrementar la tensión.

ORGULLO Y NACIONALISMO

Por mucho que existan graves sospechas, resulta difícil pronunciarse taxativamente sobre la realidad del proyecto iraní de fabricar armas nucleares. En cambio, se pueden determinar las razones que llevaron a Irán a emprender este camino. La fabricación de armamento nuclear responde a la ambición de Teherán de convertirse en una verdadera potencia regional. El arma atómica también tendría una función disuasiva y permitiría a Irán proteger su territorio de intervenciones extranjeras, algo aún más importante desde las guerras de Afganistán e Irak. También contribuiría a la reducción del abismo que separa a Irán de sus vecinos más importantes, como Arabia Saudí, que dispone de armamento estadounidense muy sofisticado. Además, a nivel interno, el programa nuclear consolida el prestigio del régimen.

Distintos observadores subrayan el refuerzo del poder regional de Irán, que puede presumir de una situación geopolítica privilegiada, de sus importantes recursos en petróleo y gas, así como de una población numerosa cada vez más alfabetizada y urbana. Teherán tiene fuerzas armadas con material potente, organiza numerosas maniobras y desfiles impresionantes y podría, en algunos años, alcanzar el umbral de producción de armamento nuclear.

UNA POSICIÓN DÉBIL

No obstante, es importante matizar las opiniones y análisis sobre Irán. Es cierto que, desde un punto de vista geopolítico, Irán dispone de algunas bazas, aunque se trata más de posibilidades que de realidades. Tras tres décadas de existencia, el régimen islámico vive preso de su ideología y de las luchas entre clanes y se muestra incapaz de sacar beneficio de su posición de ventaja allí donde la tiene. Aislado en el escenario internacional, no tiene los medios económicos ni la credibilidad internacional que le permitiría aprovechar las oportunidades que le ofrece el nuevo contexto regional e internacional.
El refuerzo de su poder se ha producido un poco a pesar del propio Irán y gracias a Estados Unidos. El derrocamiento de los regímenes de los talibanes y de Sadam Husein amplió el campo de acción del gobierno iraní. Así, Teherán ha aprovechado los errores de Estados Unidos en Irak para penetrar en el país árabeLionel Beehner, «Iran’s Goals in Iraq», Council on Foreign Relations, Nueva York, 23 de febrero de 2006, www.cfr.org, y otro tanto ha ocurrido en Afganistán, si bien de manera más discretaDavid Rohde, «Iran in Afghanistan: Paving with good intentions», International Herald Tribune, 27 de diciembre de 2006.. La subida de los precios del petróleo ha permitido a Irán disponer de recursos financieros considerables, mientras que la guerra del Líbano en verano de 2006 contribuyó a reforzar el prestigio del régimen islámico, que desempeñó un papel importante en la creación de las milicias chiíes libanesas. El refuerzo de las corrientes islamistas chiíes y suníes en el mundo musulmán en los últimos años, la debilidad de los movimientos políticos laicos en la región y la difícil situación que atraviesan algunos países de Oriente Medio, como Egipto, son factores que contribuyen a reforzar las posiciones iraníes.

El discurso populista y agresivo de los dirigentes iraníes y su estrategia de confrontación con la comunidad internacional puede tener graves consecuencias. Irán podría perder apoyos, incluso los de China y Rusia, países con los que Teherán cuenta actualmente. Por otro lado, el desenlace de la crisis con el Reino Unido, provocada por el arresto, el 23 de marzo de 2007, de quince marines británicos en el Chatt al-Arab, permite pensar que incluso el gobierno de Mahmud Ahmadineyad puede ser flexible.