La Vanguardia Española
22 de marzo de 1939. Hemeroteca Municipal de Madrid
La barcelonesa Librería Herder tiene un sólido prestigio entre los estudiantes por su gran surtido de libros técnicos, filosóficos, de moral… Además, la Universidad está cerca.
Pero en los primeros años del franquismo se especializó en «buenos libros», es decir, biografías del Caudillo, poesías de Pemán y textos patrios de Maeztu, anunciándolos profusamente. «¡Lee buenos libros!», gritaba su propaganda, lo cual resultaba un poco pintoresco, porque «malos» libros no los había. Toda la intelectualidad española estaba en el exilio (donde creó magníficas colecciones, como Fondo de Cultura Económica y Ruedo Ibérico) y sus obras habían sido prohibidas. La que quedaba en España había sido rigurosamente domesticada. Así, el liberal Fernández Flórez había escrito Una isla en el Mar Rojo, y el izquierdista Pío Baroja una novela llamada Judíos, masones y demás ralea. No cabía duda de que España era una unidad de destino. Además, Luis de Galinsoga preparaba ya, esperando que le hiciesen ministro, una biografía de Franco titulada Centinela de Occidente.
En resumen, Herder es –y, sobre todo, era entonces– una librería «seria» y esencialmente de derechas. Lo que ocurre –caprichos del destino– es que se halla justo al lado de Balmes, 26, donde trabajó como abogado Lluís Companys, a las órdenes del obrerista Francesc Layret. Fue justamente en Balmes, 26, donde Layret cayó asesinado por los pistoleros de la Patronal. Lo que pasa es que, en los años del franquismo duro, eso no se le explicaba a nadie.
Francisco González Ledesma
(Barcelona, 1927)
Escritor y periodista, especializado en novela negra. Entre sus libros destacan Expediente Barcelona (1983), Crónica sentimental en rojo (1984), Historia de dios en una esquina (1991) y, más recientemente, Cinco mujeres y media (2006), y el volumen de memorias Historia de mis calles (2006).