Cartel
Mayo de 1952. 32 x 23 cm. Colección Carlos Velasco
El error es creer que aquellos eran tiempos de fe y devoción porque así se declarasen. Si el catolicismo fue alguna vez en algún sentido una religión espiritual, he aquí una buena muestra de cómo en esos años estaba dejando definitivamente de serlo, revelándose como pura costumbre colectiva y convención cultural. Véase, si no, esa capacidad de asimilar nuevos valores sociales, en este caso nada menos que convirtiendo a los creyentes en reclamo de mercancías y publicidad.
Antes incluso de que lleguen el desarrollo y la capacidad de consumir, es en los años centrales de la España franquista cuando los valores del mercado penetran en la médula de la cultura española; y lo hacen bendecidos por dogmas religiosos con los que se irán fundiendo. El devoto que consume hoy alfombrillas para la misa diaria será mañana un devoto consumidor de otros productos útiles para otros quehaceres cotidianos. Lo importante es que su fe está ya repartida sin conflicto entre dos religiones, la de siempre y la del capitalismo: a través del rezo logra el perdón para la salvación; a través del mercado, como mínimo el confort para sus prácticas ceremoniales.
La palabra clave es, sin embargo, «distinción», pues estas mercancías devocionales tienen una dimensión social: crean nuevos estatus en el interior de la comunidad de creyentes. He aquí una nueva forma de re-ligarse que aún nos acompaña, híbrida de prácticas ceremoniales tradicionales, formalistas, y valores de progreso, éxito y civilización, y por tanto, también de envidia, clasismo y emulación. Valores (y contravalores) impenitentemente materialistas, burgueses, que se exhiben hoy día cada domingo en las iglesias.
Anuncios como éste contribuyeron a un dulce paso a la modernidad de esa cultura social que es el catolicismo, extinguiendo siglos de oscurantismo en los que ascetismo era sinónimo de privación física y austeridad. Claro que su interpretación ayuda también a comprender por qué tras decretar el reino de dios en la tierra, el franquismo generó la cultura popular más descreída del mundo occidental.
Pablo Sánchez León
(Madrid, 1964)
Historiador, profesor del departamento de historia del pensamiento y de los movimientos sociales y políticos en la Facultad de Sociología de la Universidad Complutense, es autor, junto a Jesús Izquierdo, del libro La guerra que nos han contado. 1936 y nosotros (2006).