Cartel del Día de la Madre de 1945.
67,5 x 48 cm. Colección Carlos Velasco
El 1 de abril de 1939 comenzaba una nueva etapa para todas las mujeres españolas. La lucha para conseguir la plena ciudadanía era cosa del pasado, y a partir de ese momento, las españolas sólo estaban autorizadas a recorrer un camino en sus vidas, el que las llevaba a ser esposas y madres. El retroceso era evidente, y así lo sintieron muchas, pues las oportunidades de acceder a los espacios públicos a través del trabajo o la práctica política quedaron radicalmente cercenados durante décadas.
Aparte del carácter profundamente reaccionario de la dictadura de Franco, otros factores explican que el destino de las mujeres estuviera escrito con tanta precisión. El pronatalismo había surgido a finales del siglo xix en el marco de la rivalidad entre estados nacionales por la expansión imperial, y adquirió rasgos obsesivos durante el primer tercio del xx como consecuencia del descenso de la natalidad. En las posguerras, la preocupación se disparaba, porque el incremento de la natalidad propiciaba el afianzamiento de los roles de género, cruciales para restablecer el orden social, maltrecho, cuando no radicalmente alterado durante la etapa bélica.
Desde este punto de vista, la España de Franco no fue una excepción. Los fascismos habían llevado a sus cotas más altas esa preocupación por la dimensión biológica de la maternidad con el fin de mejorar la raza. La función reproductora de la mujer debía ponerse al servicio de la construcción de la «comunidad nacional integrada» y los sueños imperiales. Su misión era traer hijos al mundo, muchos y sanos, que garantizaran la fortaleza de la nación. La influencia del proyecto fascista en la España de Franco fue muy clara durante la Guerra Civil y la primera posguerra. Pero a mediados de los años cuarenta, los afanes fascistas cedieron el terreno a otra dimensión de la maternidad, la espiritual, más atenta al papel de las mujeres como educadoras y formadoras de la prole en la fe católica, con el gran referente simbólico de la Virgen María y los ideales asociados a él: abnegación, sumisión y pureza.
Como muestran estas imágenes, que distan entre sí menos de cinco años, ambos modelos coexistieron en la posguerra española, pues ambos mostraron su alto grado de eficacia a la hora de garantizar el confinamiento de las mujeres en el reducto privado del hogar.
Ángela Cenarro
(Zaragoza, 1965)
Historiadora, profesora de historia contemporánea en la Universidad de Zaragoza, entre sus publicaciones se cuenta El fin de la esperanza: fascismo y violencia en la provincia de Teruel, 1936-1939 (1996), Cruzados y camisas azules. Los orígenes del franquismo en Aragón, 1936-1945 (1997) y La sonrisa de la Falange. Auxilio social en la guerra civil y la posguerra (2005).