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PUBLICIDAD DE POSGUERRA

Horizonte, mayo de 1939.

Hemeroteca Municipal de Madrid

Alberto Reig Tapia

El anuncio no puede ser más directo y expresivo. Un único eslogan, el sencillo dibujo de un sombrero, y la dirección del establecimiento comercial, BRAVE, sito en el número 17 de la madrileña calle de la Montera, donde podía proveerse de inmediato cualquier cliente potencial al que le acometiera la urgencia de cubrirse la cabeza… ante tan alarmante recordatorio: «Los rojos no usaban sombrero», no fueran a delatarle sus libres y volátiles pensamientos, por lo que había que acudir presurosos a cubrirlos convenientemente. Todo un acierto que debió de llenar las arcas de los empresarios dedicados a la confección y venta de sombreros.

Nada de agradecimientos al caudillo victorioso, invocaciones a la patria recobrada, loas a la paz recién reconquistada o rimbombantes saludos a Franco y arribas a España. Ojo al parche: «Los rojos no usaban sombrero». La síntesis de la síntesis. España había quedado arbitrariamente dividida entre los sublevados que fueron capaces de imponerse en media España y los resistentes republicanos que lo impidieron en la otra media. Rebeldes y gubernamentales, franquistas y republicanos, rojos y azules. Dos Españas. Dos escenografías. Había triunfado una, la azul celeste, y la otra, la roja púrpura, debía de doblar la frente debidamente humillada y hacerse perdonar como fuera sus turbios orígenes y costumbres de mal vivir.

Se acabó la boina y la chupa de cuero del comisario o el mono azul miliciano y demás símbolos de la España derrotada. La España de orden, la burguesía biempensante, usaba sombrero como signo de distinción . ¡Hala! «Jodíos cojos» (los otros eran caballeros mutilados) y demás tropa de «rojos», ¡a la carrera!, a borrar las huellas (mentales) de vuestro ignominioso pasado republicano o revolucionario. A cubrirse la sesera con el sombrero salvador del pensamiento políticamente correcto: ser de derechas de toda la vida, no fuera a escaparse alguna idea inconveniente. Si la camisa azul era «el salvavidas» que había que ponerse políticamente para hacerse perdonar la «deslocalización política» sufrida al comienzo de la guerra (estar en el bando perdedor), el sombrero era el salvoconducto, la apariencia de que se era y se quería ser gente de buen vivir, de pulcras costumbres como Dios manda, de que se asumían los valores de la España inmortal (la nacionalista) y se arrojaban a las cloacas de la historia los que representaba la otra, la mortal (la republicana) felizmente derrotada. ¿Los rojos no usaban sombrero? «Pues yo sí, por si las moscas».

Alberto Reig Tapia

(Madrid, 1949)
Profesor de ciencias políticas en la Universidad Rovira i Virgili, colabora en el diario El País y es autor de varios libros sobre Franco y la Guerra Civil, entre los que cabe destacar Memoria de la Guerra Civil. Los mitos de la tribu (2000) o los recientes La cruzada de 1936. Mito y memoria (2006) y Anti-Moa (2007).