"En este genocidio las palabras se han convertido en un campo de batalla"
Entrevista con Rafeef Ziadah
Fotografía Miguel Balbuena
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El pasado 16 de abril la poeta y artista palestina Rafeef Ziadah, en colaboración con el músico Phil Monsour, estremeció al público que llenó el Cine Estudio del Círculo con su recital «Let it be a tale», un verso del último poema que escribió el poeta Refaat Alareer, asesinado en Gaza el pasado 6 de diciembre en un bombardeo israelí: «Si mi deber es morir, que sea con esperanza. Que sea una leyenda». Sarah Babiker la entrevistó al día siguiente para Minerva: «Ayer el público me respondía, los palestinos respondían en árabe, la gente empezó a corear. Fue extraordinario mantener esa conversación».
Allá por 2011, la poeta palestina Rafeef Ziadah recitaba su poema «We teach life, sir» en Londres, escrito un par de años atrás, durante la operación «Plomo fundido». Su actuación, como tantas otras que vinieron después, quedó registrada en youtube, resurgiendo cada vez que Israel comete una nueva masacre contra el pueblo palestino, interpelando y conmoviendo a millones de personas en todo el mundo. «Enseñamos vida, señor», le decía una Ziadah treintañera a un periodista que acusaba al pueblo palestino de transmitir odio. «Hoy mi cuerpo fue una masacre televisada», se vuelve a escuchar en la voz clara de Ziadah ante cada ofensiva del ejército israelí contra un pueblo sin ejército ni Estado.
Nacida en 1979 en Beirut, Líbano, hija de refugiados palestinos, Ziadah forma parte de esa diáspora que lucha por una Palestina que nunca conoció, a la que no puede volver. De nacionalidad canadiense, esta poeta y académica reside actualmente en Londres, donde ejerce como docente en la Universidad King’s College. Activista comprometida con el movimiento Boicot, Desinversión y Sanciones (BDS), en abril recorrió varias ciudades de España con su propuesta «Let it be a tale», un recital en el que, acompañada del músico Phil Monsour, honra la memoria de poetas palestinos como Refaat Alareer, asesinado en un bombardeo israelí en Gaza el pasado diciembre. Hablamos con Ziadah el día después de su recital en el Círculo ante un auditorio estremecido por un genocidio que ya ha dejado más de 35.000 muertos gazatíes.
¿Cómo te sentiste ayer en el recital?
Fue increíble. Fui muy sincera con el público. Al principio dije que este es un momento muy difícil para los palestinos, que intentaría hacerlo lo mejor posible en el escenario, pero también pedí disculpas por si llegaba a derrumbarme y llorar. El público fue encantador y me apoyó mucho. Su energía me dio energía. Fue muy bonito.
¿De qué manera la historia personal y colectiva se funden en el caso de las personas palestinas? ¿Cómo resuena en tu pueblo esa máxima feminista de que lo personal es político? ¿Y en tu propia biografía?
Antes del 7 de octubre, lo personal ya era político. Lo que hay que decir de esta fecha es que, siempre es importante subrayarlo, no fue ahí cuando empezó la historia. Gaza estuvo sitiada durante diecisiete años, y la situación humanitaria allí ya era horrible. Había altísimos niveles de desempleo juvenil, el agua se estaba contaminando, la economía estaba aplastada. Así que los palestinos llevan años viviendo bajo una ocupación militar sistemática y un régimen de apartheid por parte del Estado israelí.
En el caso de mi familia, somos refugiados. Mi vida ha estado marcada por las diferentes guerras israelíes, y por lo que han hecho a nuestras familias y a nuestras vidas. Ha habido una destrucción sistemática de nuestra infancia, nuestra educación, nuestros edificios, nuestra existencia. Esto es lo que marca nuestra historia. No soy diferente de otros palestinos en ese sentido.
Recuerdo escucharte explicar, en el vídeo que se viralizó, en el que interpretabas «We teach live, sir», cómo te preparabas para hablar con la prensa. ¿Cúales son los límites del periodismo para contar lo que sucede en la existencia del pueblo palestino?
Yo no soy periodista, soy académica, pero hay limitaciones por todos lados. Escribo mucho sobre periodismo cuando se trata de Palestina, también sobre las limitaciones de esta narrativa dominante que intenta decir que hay un equilibrio entre Palestina e Israel. Siempre que los periodistas me preguntan, lo hacen asumiendo que hablamos de dos bandos iguales. A partir de ahí quieren saber cómo podemos mejorar las cosas. Lo primero que digo es que no hay dos bandos iguales. Tenemos un Estado colonizador que cuenta con el apoyo militar y diplomático de Occidente, y tenemos al pueblo palestino, al que se le ha negado la autodeterminación y que lleva décadas viviendo bajo la ocupación militar y el colonialismo de los colonos. Hoy, una de las funciones del periodismo, del periodismo honesto, debería ser aclarar la situación, pero sin ir a las causas profundas es muy difícil aclarar nada. En este último genocidio, los periodistas palestinos han sido héroes, especialmente los que estaban en Gaza. Han estado tratando de contar las historias desde el terreno para compartir lo que está sucediendo, han seguido trabajando. Sí, realmente han sido los héroes anónimos de esta situación, porque cuentan la verdad y van a la raíz del problema. Ojalá los periodistas occidentales pudieran aprender de ellos ese nivel de honestidad y profesionalidad.
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¿Y qué permite la poesía que el periodismo no permite? ¿Cuál es su poder para ir más allá?
Creo que la poesía llega a la gente de una manera muy diferente, de una manera honesta. Desgraciadamente, el periodismo se ha vuelto muy distante. Existe esta idea de objetividad, que a veces oculta la verdad en lugar de ayudar a decirla. La poesía, o al menos lo que yo intento hacer, es contar las historias de los palestinos corrientes. No las heroicas ni las extraordinarias, sino los actos sencillos de la vida, de la supervivencia, de cómo se vive en una ocupación militar y se sigue teniendo esperanza y luchando y diciendo que se existe. Y creo que la poesía permite a la gente escuchar esa historia de una manera muy diferente, visceral, que habla al corazón, no solo al cerebro. Todos necesitamos eso, especialmente en momentos tan difíciles como estos. Realmente lo necesitamos.
Israel ha batido todos los récords en asesinatos de periodistas, escritores y poetas. ¿Por qué son tan peligrosos para el sionismo?
La gira que estamos haciendo actualmente se titula «Let it be a tale» [Deja que sea una leyenda]. Es por el poema de Refaat Alareer, un poeta palestino que fue asesinado por Israel. Y el poema dice: «Si tengo que morir, que sea con esperanza. Que sea una leyenda». Creo que Israel ataca sistemáticamente a poetas, artistas, profesores y médicos porque quiere destruir la vida palestina. Y la ayuda viene muy a menudo del arte y de la poesía. En realidad, se trata de intentar destruir la esperanza que llevamos dentro. Precisamente por eso, hemos llamado a la gira «Que sea una leyenda», porque lo que queremos decir es que puede que maten a los poetas, pero nunca matarán sus palabras, y puede que maten a los artistas, pero nunca matarán su arte. Seguiremos llevando estas palabras por todo el mundo.
En uno de tus poemas, hablas de utilizar tu idioma, el árabe, antes de que sea también colonizado. ¿Es la lengua, las palabras, el habla, algo que nunca podrán robarte, cuando ya te lo han robado todo?
Sí, absolutamente. La poesía palestina es, al menos para mí, un medio de supervivencia. No se trata simplemente de escribir palabras. Se trata de escribir nuestra existencia, cuando toda la narrativa israelí es que no existimos, que no somos un pueblo. Así que contar estas historias es una forma de decir que no, que existimos. Existimos como colectivo y como pueblo. Para mí es muy importante que sigamos contando las historias y que nos aseguremos colectivamente de que, una vez más, aunque hayan asesinado a los poetas y a los narradores, seguimos alzando esas palabras.
Más allá de las palabras, tu voz es muy importante en tu poesía. En tus recitales consigues llegar a otros lugares, alcanzar de otras maneras a quien escucha. ¿Cómo se relaciona esto con la cultura oral palestina?
En la cultura y la poesía árabes, esta distinción entre lo escrito y lo hablado no es tan estricta como en la lengua inglesa. Por ejemplo, uno de los poetas palestinos más famosos, Mahmoud Darwish, solía recitar sus poemas en estadios. Tenemos mucha tradición oral, también una tradición oral de contar historias: la figura del hakawati [cuentacuentos] que iba a diferentes pueblos y contaba historias a todo el mundo. Crecí con ese tipo de tradiciones, así que estoy muy influida por ellas.
También aprendí de artistas de spoken word de lugares como Estados Unidos y Canadá, que procedían de la tradición de la poesía dub y de la tradición jamaicana de spoken word. Me pareció increíble el poder de estar en el escenario y comunicarse con el público. Eso es lo que me gusta del spoken word, que no se trata simplemente de alguien leyendo un poema en soledad. Aunque eso me encanta, creo que es diferente cuando estás en una sala y realmente mantienes un diálogo con el público. Ayer, por ejemplo, aquí, en Madrid, mientras hablaba, el público me respondía, los palestinos del público respondían en árabe, la gente empezó a corear. Fue extraordinario mantener esa conversación.
Cuando se habla de la cultura oral palestina se habla de las mujeres, que son en muchos casos quienes transmiten estas historias, como actores centrales en la preservación de la identidad. Sin embargo, Israel insiste en proyectar una imagen de las mujeres palestinas en la que son solo objetos, a veces víctimas de los hombres palestinos, otras veces madres de terroristas. ¿Por qué es tan necesario para la narrativa israelí encerrar a las mujeres en estos estereotipos. ¿Qué realidades ocultan?
Esta es una parte central de la deshumanización de los palestinos. Por ejemplo, en uno de mis poemas cuento que un periodista me preguntó: «¿Por qué enseñas a tus hijos a odiar?». Esa es una de las preguntas más racistas que existen: imagínate decirle a una mujer que enseña a sus hijos a odiar. Es como si no quisiéramos a nuestros hijos o fuéramos otro tipo de especie. Forma parte de esta demonización como población.
A las mujeres palestinas, o quieren salvarnos porque somos víctimas, o somos terroristas y estamos criando terroristas, a veces ni pueden decidir cuál de las dos opciones eligen. ¿Estamos en el bando terrorista o nos están salvando? Es una narrativa muy orientalista, a la que nos hemos acostumbrado. También muy racista. Las mujeres palestinas siempre se han resistido a esta narrativa. Esto no significa que no haya patriarcado en la sociedad palestina. Somos como cualquier otra sociedad del mundo, por supuesto. Pero hay una diferencia entre las feministas palestinas y yo, que decimos «quiero luchar contra el patriarcado», e Israel, que intenta desprestigiarnos con un discurso racista. Eso es lo que rechazo.
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Te he escuchado hablar de cómo la idea de Palestina, la memoria, se extiende de generación en generación. Por otro lado, la lucha palestina reúne a personas de todo el mundo y es un símbolo contra el colonialismo. ¿De qué manera es Palestina algo más que un lugar en el mundo, un territorio?
De hecho, tengo un poema titulado «Un lugar» en el que digo que Palestina es algo más que un lugar: es también un imaginario de aquello por lo que podemos luchar como humanidad. Algo que es más bello, más justo. Luchar porque queremos un mundo sin opresión, sin militarismo. Eso es lo que representa Palestina. Es un símbolo para la libertad, para todos. Claro que hay un pueblo palestino. Por supuesto que hay una tierra. Y queremos volver a ella. Si hablas con cualquier agricultor palestino, te hablará de sus olivos y del olor de las naranjas: estamos conectados a nuestra tierra. Pero esa conexión también nos hace comprender lo importante que es la justicia, no solo para nosotros, sino para todos los demás.
Las palabras son algo que no nos pueden robar. Pero también nosotros, al menos a mí me sucede como periodista, sentimos que a veces se vuelven inútiles. ¿Has sentido alguna vez que las palabras no sirven? ¿Cómo consigues perseverar más allá de este sentimiento?
Tengo que admitir que, especialmente en los últimos seis meses, ha sido muy difícil pensar que las palabras tienen efecto. Nos hemos movilizado. En Londres, donde vivo, casi un millón de personas participa en las manifestaciones. Pero seguimos viendo cómo continúa el genocicio. Al mismo tiempo, miro a mis colegas y amigos poetas de Gaza, que siguen contando la historia. Y siento que por aquellos que están hoy en Palestina, todos debemos hacer todo lo que podamos. Tengo un poema, que se titula «Si mis palabras pueden detener esto», en el que afirmo que si una palabra de las que digo puede detener una bala o un dron, diría palabras hasta el fin de los tiempos. Vivo en el exilio y mis palabras son lo único que tengo. Así que es lo que puedo hacer por el momento, y seguiré haciéndolo. La situación es tan horrible que debemos hacer lo que podamos.
Tal vez las palabras no puedan ser colonizadas, pero pueden convertirse en un arma para el colonialismo. Sucede cuando se impone la confusión entre antisemitismo y sionismo, y cuando se habla de «autodefensa» en lugar de genocidio. Hace unos días preguntaron a la embajadora israelí en España en una entrevista si podía justificar el asesinato de 14.000 niños en Gaza. Y ella respondió: «No es asesinato». ¿Es el lenguaje un arma de guerra para el sionismo?
Absolutamente. Hay una batalla sobre el lenguaje. Especialmente en este último genocidio, las palabras se han convertido en un campo de batalla. Por ejemplo, ya no quieren que usemos la palabra intifada, dicen que es violenta. Intifada es una palabra árabe que significa sacudir, es decir, levantarse y tratar de sacudirse la opresión. Y dicen que no, que es una mala palabra, que los cánticos palestinos son violentos. Mientras, a los ataques continuos y el terrorismo de Israel lo llaman «autodefensa». Estamos acostumbrados a estos juegos lingüísticos que utiliza Israel, pero creo que cada vez le resulta más difícil, porque la situación es demasiado obvia para la gente. Estamos asistiendo a un genocidio televisado, con más 35.000 personas asesinadas, entre ellas,15.000 niños. Hay que hacer mucha gimnasia verbal para pretender que esto no es un genocidio. Creo que públicamente están perdiendo esa batalla por lo agresivo y horrible que ha sido lo que han hecho. Israel ha arrasado Gaza, hoy está matando de hambre a la población, no hay ejercicio verbal que pueda hacer que parezca legítimo.
Y volviendo al lenguaje. ¿Cómo te sientes cuando escuchas expresiones como «diálogo» o «negociaciones de paz» en este contexto? ¿Cómo suenan en este momento las palabras que hablan de dos Estados que quieran convivir en paz?
Este lenguaje sigue dando vueltas para expresar la idea de que lo que realmente se necesita es solo una negociación. El problema es que eso supone que tienes dos partes iguales. Pero esa no es la situación. Hay un bando, el israelí, que cuenta con el apoyo de la Unión Europea y con el apoyo público de Estados Unidos. Y están los palestinos, que no tienen armas, tampoco un Estado, y hacen todo lo posible por sobrevivir. Así que cosas como las negociaciones y el diálogo se convierten en una forma hipócrita de mantener el statu quo. Mantienes todo como está, pero fingiendo que existe una conversación. Durante veinte años han estado vigentes los Acuerdos de Oslo. Se suponía que eran una negociación. Lo que hemos visto en este tiempo es que el número de colonos ilegales israelíes se ha duplicado en los territorios ocupados. Hemos visto la economía de Cisjordania y Gaza irse a pique. Hemos visto tierras palestinas robadas por el muro del apartheid. Hemos visto aumentar los puestos de control. Y esto bajo supuestas negociaciones. No creo que podamos seguir dejándonos engañar por este lenguaje de la negociación. Lo que realmente necesitamos es empezar a hablar de justicia, empezar a hablar de los derechos del pueblo palestino.
A veces es difícil distinguir entre los discursos de odio de Israel contra los palestinos y los de la extrema derecha (y no tan extrema), sobre todo en Europa, respecto a las personas migrantes que vienen del sur, o respecto a parte de su propia ciudadanía racializada. ¿Cómo aprovecha Israel este imaginario sobre bárbaros de piel oscura que vienen a invadir tu casa para conseguir la complicidad europea?
Este es el núcleo del proyecto israelí. No paran de decir: «Somos la única democracia de Oriente Próximo», y no dejan de repetir: «Estamos poniendo fin al terrorismo al que se enfrentan los demás». Esta conversación racial sobre los bárbaros que vienen del resto del mundo es fundamental para Israel. Si escuchas el lenguaje que han utilizado los funcionarios israelíes, llamando a los palestinos «cucarachas» y «animales», ves que es el viejo lenguaje colonial. La mayoría de nosotros, procedentes del mundo colonizado, conocemos de sobra este lenguaje, cuando lo oímos entendemos las referencias históricas que utilizan.
Creo que en Occidente existe un racismo antipalestino que encaja muy bien con el sentimiento antiinmigración y antirrefugiados. Por eso, la lucha por Palestina es también la lucha por la justicia para las personas migrantes y refugiadas, pues este racismo no se detiene en los palestinos, sino que se extiende. Si normalizamos lo que Israel está haciendo hoy en Palestina, este será el futuro para todos. Si es aceptable que un Estado pueda bombardear a una población que está sitiada y matarla de hambre, entonces cualquier Estado podrá hacer lo mismo en el futuro.
Y esto es algo que hay que tomarse en serio. Se debe pensar sobre ello, mientras nos enfrentamos a catástrofes climáticas, cuando tenemos más refugiados que nunca. Realmente hay que reflexionar sobre lo que este genocidio está normalizando respecto a las acciones de los Estados.
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Mientras el genocidio continúa, a los palestinos se les niega el derecho a odiar a quienes les matan, a golpear a quienes les golpean. Tienen que ser las víctimas perfectas. ¿Cómo se puede pensar en un futuro en estos días, sobre los cuerpos de miles de personas asesinadas?
Este momento tiene que cambiarnos de verdad, fundamentalmente el discurso sobre Palestina. Debemos dejar atrás las ideas que hemos tenido durante los últimos veinticinco años de que vamos a tener dos bandos iguales y todo irá bien. Tenemos que empezar a hablar de justicia y acabar con la complicidad con el sistema israelí. Ahora hablo a la gente que vive en el Estado español: debéis tener una conversación con vuestro Gobierno sobre lo que se está apoyando cuando se apoya a Israel. ¿Cómo se es cómplice del apoyo al genocidio y cómo se pone fin a esta complicidad? Esta es la conversación que hay que mantener hoy. La narrativa tiene que cambiar. No podemos volver a la normalidad. Algo se ha roto cuando se puede atrapar a una población, asesinarla e intentar matarla de hambre, destruir hospitales públicamente, en televisión. Es un gran punto de inflexión: hemos de cambiar nuestra mirada, hay que poner la justicia en el centro. ¿Qué significa «justicia»? Significa poner fin a la ocupación; significa que los palestinos tienen derecho a regresar a sus hogares. El Estado de Israel se creó sobre los restos del pueblo palestino. Así que empecemos por la cuestión de la justicia. A partir de ahí podremos avanzar.
Una última pregunta, también sobre el lenguaje, ¿más allá de sus acciones de protesta, ¿qué nos dice el movimiento BDS?, ¿qué pretende comunicar?
El movimiento Boicot, Desinversión y Sanciones es un movimiento palestino. Surgió de la sociedad civil palestina para pedir a la comunidad internacional que pusiera fin al apoyo y la complicidad con las instituciones israelíes y el Estado de Israel. Es un llamamiento muy básico. A veces la gente intenta complicarlo y decir que es difícil, pero no lo es. Todo lo que decimos es que no seamos cómplices de lo que está sucediendo. No convirtamos a Israel en un Estado normal que, por ejemplo, participa en Eurovisión, donde canta al mismo tiempo que perpetra un genocidio: eso no es normal. Así que no normalicemos la situación.
Creo que hay mucho trabajo por hacer a nivel de boicot académico y cultural. Tener instituciones que sean zonas libres de apartheid, que no tengan interacciones con funcionarios del Estado israelí también es muy importante. Muchas empresas apoyan la ocupación y se benefician de ella, y deberían ser boicoteadas. Para mí, esto es lo mínimo que la gente puede hacer hoy, no lo máximo. Hay un fuerte movimiento de Boicot, Desinversión y Sanciones en el Estado español, en muchas ciudades diferentes. Insto a todo el mundo a que se ponga en contacto con ellos e intente implicarse todo lo que pueda, porque la situación es horrible. No hay tiempo para esperar a que nos convenzan un poco más. Basta con ver las imágenes de Gaza, eso debería ser suficientemente convincente.
16.04.24
PARTICIPAN RAFEEF ZIADAH • PHIL MONSOUR
ORGANIZA RED SOLIDARIA CONTRA LA OCUPACIÓN DE PALESTINA • CÍRCULO DE BELLAS ARTES