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"Muchas personas, furiosas con los woke, se están moviendo a la derecha"

Entrevista con Susan Neiman

Clara Ramas San Miguel
Detalle de la cubierta del libro de Susan Neuman

La profesora de filosofía de la UCM Clara Ramas San Miguel, que acaba de publicar El tiempo perdido (Arpa, 2024), entrevista para Minerva a la filósofa estadounidense Susan Neiman, a propósito de la presentación en el Círculo el pasado marzo de Izquierda no es woke (Debate, 2024), un ensayo que indaga en las raíces de la ideología woke, a quien la autora culpa de la desmotivación entre los votantes progresistas, al defender ideas que, según ella, colisionarían con los pilares universalitas sobre los que se ha asentado históricamente la izquierda.

En este contexto de auge de los neofascismos, ¿realmente lo woke es el enemigo en el que poner el foco? En tu libro argumentas que la catástrofe del nazismo ocurrió por la desunión de la izquierda. Si existe el peligro de que se repita la tendencia histórica de la izquierda a buscar división y enemigos internos, ¿no deberían la izquierda, y lo que denominas woke, constituir una alianza frente a la nueva extrema derecha?

Podría ser, pero considero que los woke están profundamente equivocados. En cierto sentido, este libro es una llamada a construir un frente unido, porque creo que lo que está sucediendo ahora es lo que ocurrió en 1932: mientras la derecha crecía y construía coaliciones internacionales entre diferentes partidos, en el que se incluía la derecha española, la izquierda se empeñaba en discutir consigo misma. Por otro lado, los woke tienden a favorecer a la derecha: muchas personas se están moviendo a la derecha porque están furiosos con los woke, a quienes identifican como izquierda. Al mismo tiempo, personas que siempre se han considerado de izquierdas se sienten desanimadas por lo que está sucediendo con este movimiento, o bien se desvinculan por completo de la política. Muchos de mis amigos se sienten completamente desmotivados, aunque no se han pasado a la derecha porque nunca lo harían.

La chispa para escribir este libro surgió de una conversación en un café en París con una amiga francesa socióloga, que me comentó: «Quizás ya no soy de izquierdas, porque no puedo soportar la dirección que está tomando esto». Yo me dije: «Nos conocemos desde hace treinta años, ella siempre ha sido de izquierdas… Son ellos, los woke, los que no son de izquierdas». Entonces, me quise enfrentar al desafío de averiguar qué era exactamente lo woke y por qué nos sentíamos todos tan confundidos. Debo decir que, en Francia, donde he publicado dos libros que han tenido mucho éxito, mi editora decidió no publicar este porque tenía miedo de que favoreciera a la derecha. Ahora publico en otra editorial francesa más grande.

Tu crítica a la llamada ideología woke, en efecto, pretende distinguirla de la izquierda. En el libro argumentas que dicha ideología es una suerte de tribalismo o política de la identidad que conduce a posiciones identitarias, victimistas y reaccionarias, mientras que la izquierda defiende la igualdad y el universalismo como herencias de la Ilustración. Pero también cabe pensar que lo woke podría ser una continuación del movimiento ilustrado, quizás incluso su único heredero natural, en la medida en que puede contribuir a la expansión de estas ideas universales, al mostrar lo que habían dejado fuera para construir así un verdadero universalismo no excluyente.

© Miguel Balbuena

Idealmente, es lo que debería hacerse. Yo espero, aunque no sé si será el caso, que este libro aporte una pequeña contribución para que así sea. El problema es que muchos de los woke no se dan cuenta de que sus emociones, que yo comparto –estar del lado de las personas marginadas, corregir los errores de la historia, etcétera–, colisionan con ideas muy reaccionarias. Y lo interesante es que extraen sus ideas reaccionarias de personas que podrían ayudarlos.

Mientras trabajaba en este libro, releí a Frantz Fanon. De hecho, decidí que escribiría un ensayo sobre él más largo. Así que no solo leí su trabajo, sino también algunos títulos de bibliografía secundaria, y pensé mucho al respecto. Lo interesante es que Fanon está haciendo exactamente lo que dice que se puede hacer: es un universalista que quiere una universalidad genuina, porque la que tenemos, en la medida en que ha excluido a muchas personas, es falsa. Pero Fanon ha sido malinterpretado completamente por el pensamiento poscolonial. Los poscoloniales y los woke lo ven como un tribalista, algo que, después de pasar el último mes leyendo sobre ello, me resulta increíble. Me pregunto cómo pueden malinterpretar a Fanon de esa manera; lo hacen porque, en este momento, leerlo como universalista no está de moda. Prefieren leerlo como alguien que odia a Europa y a cualquiera con antecedentes europeos, una especie de nacionalista panafricano. Fanon tenía sueños de una revolución panafricana, por supuesto, pero también dijo que esta se haría en nombre de un nuevo ser humano y un nuevo humanismo. Quizás así pueda rehabilitarse el existencialismo, porque Sartre y De Beauvoir ya no son muy cool, pero Fanon sí lo es.

Precisamente Sartre escribió el prólogo para el libro de Fanon en Francia y se produjo una fuerte discusión.

Muchas personas dicen, y en mi opinión es cierto, que el prólogo de Sartre no hace justicia al libro de Fanon. En cualquier caso, se podría ir en la dirección que comentas. Rokhaya Diallo, una amiga a quien cito en la introducción del libro, activista antirracista francesa, con raíces familiares en Senegal, que es muy conocida y tiene un programa de televisión en Francia, dice siempre que no está en contra del universalismo, pero quiere que se lleve a cabo de una manera muy distinta a la que han realizado los franceses. Sin embargo, muchas personas, que no son tan inteligentes como Diallo, piensan que el universalismo es solo un constructo europeo inventado para dominarnos. Es un debate filosófico que tiene consecuencias políticas reales.

En el libro argumentas que la ideología woke nos reduce a los dos elementos de nuestra identidad que no podemos controlar, el género y la raza, y nos convierten en víctimas, obviando los que sí controlamos, como nuestras ideas y capacidades y los trabajos que realizamos. ¿Consideras que quienes somos, nuestras capacidades o el puesto de trabajo que ocupamos siguen hoy en día mediados por la raza y el género? ¿Cómo se explicaría, si no, que haya menos mujeres o personas de color en algunas ocupaciones o puestos de poder, o que las mujeres sigan soportando el peso de las tareas de cuidados? ¿Podemos pensar la igualdad de oportunidades independientemente del género o la raza?

No tienes que hablarme de sexismo. Hay más mujeres en astrofísica que en filosofía. No estoy sugiriendo que el racismo y el sexismo hayan sido superados, pero sí sostengo varias cosas. Una es que no utilizo el término «políticas de identidad» porque presupone que las características más importantes de nuestra identidad son las que no podemos controlar. Supón que te estás haciendo un perfil de citas y anotas diez rasgos sobre ti, solo dos de ellos serían raza y sexo. Esa posición nos reduce a dos dimensiones sobre las que no podemos hacer nada. No estoy sugiriendo que mi vida hubiera sido exactamente la misma si hubiera nacido varón; por supuesto que no lo sería. Pero, como digo en el libro, citando a Fanon, me niego a ser una esclava de la esclavitud que dominó a mis ancestros.

Pero aceptas que las dimensiones de género y raza tienen un impacto y un significado político.

Por supuesto, pero no quiero que sean las únicas que tengan un significado político.

Te declaras socialista y de izquierdas, e insistes en que no quieres ser instrumentalizada por la derecha con este libro. Sin embargo, veo algunas serias dificultades en ello. La primera es que los tres rasgos con los que defines a la izquierda –universalismo, creencia en la justicia y creencia en el progreso moral– son compartidos por el liberalismo.

Y luego afirmo que hay una cuarta característica que distingue al izquierdismo del liberalismo: los izquierdistas creen que los derechos sociales son tan importantes como los políticos. Ese ingrediente también debe defenderse, pero nos encontramos en un momento histórico donde es crucial que liberales e izquierdistas formen un frente unido. Así que estoy dispuesta a trabajar con cualquier persona que comparta esos tres valores. No creo que sean suficientes sin el cuarto, y podría plantear muchos argumentos para defenderlo. Pero, en este momento, considero más importante tener un frente unido con cualquier persona que comparta esos tres valores. ¿Queda esto claro en el libro?

En mi opinión, haces más hincapié en los tres rasgos que se comparten con el liberalismo que en este cuarto propiamente izquierdista. En esa medida, ¿no parecería tu posición más liberal que de izquierdas? ¿Y no podría asimilarse más fácilmente por la derecha que por la izquierda? Creo que el riesgo de esa interpretación existe.

Cualquier persona de derechas que lee la palabra «socialista» tiene bastante claro qué significa. Por eso la puse en la primera página. El libro todavía no ha sido instrumentalizado por ningún grupo de la derecha.

Sí, usas la palabra «socialista», pero, más allá de la discusión académica, ¿qué significa eso en el mundo real, que, como dices en tu ensayo, es lo que realmente te interesa? En ese mundo real, al menos en España, no veo esa separación tan clara que haces entre la izquierda y lo woke. Por ejemplo, aquí el movimiento feminista y la influencia del feminismo en la sociedad ha sido el elemento central para detener el ascenso de los partidos de extrema derecha. En España, esto es una realidad: son las ideas feministas las que, en buena medida, han evitado que la extrema derecha llegue al Gobierno. Entonces, ¿no crees que el feminismo, el antirracismo o las luchas ecologistas contra el cambio climático, esas que denominas woke, son hoy de facto muros de contención contra el ascenso de la nueva extrema derecha?

Depende mucho de cómo se haga. Yo misma me considero feminista, pero para mí el feminismo es bastante simple. Significa que hombres y mujeres deben tener los mismos derechos y las mismas obligaciones. Se puede discutir sobre los detalles, pero esa es la base. No creo, por ejemplo, que haya una sabiduría femenina particular o una forma de pensar femenina. Y aquí es donde entramos en un territorio muy complicado. Yo distingo perfectamente si me invitan a un evento porque han leído algo que he escrito o me han escuchado en la radio y piensan que es interesante o si lo hacen porque necesitan a una mujer en ese panel. Eso me resulta insultante. Degrada a las mujeres y a las personas de color. Reduce a las personas al cromosoma X o al color de piel, lo que no beneficia ni a las mujeres ni a las personas de color. Así es en mi vida, y soy consecuente.

En Alemania dirijo un think tank, y es una lucha constante cuando alguien dice: «Necesitamos más mujeres». Yo siempre digo: «No encontré a más mujeres que trabajen ese tema. Y no voy a invitar a alguien que no sepa nada al respecto simplemente porque tenga una vagina». He sido atacada por otras mujeres que se consideran feministas. Y digo algo más: parte de la razón por la que quizás no haya suficientes pensadoras y escritoras sobre temas generales es que muchas mujeres han elegido dedicarse a «cosas de mujeres». Y eso es una especie de autosegregación que yo, personalmente, decidí no hacer. Así es muy fácil conseguir un trabajo: toda universidad precisa de alguien que haga «historia de las mujeres», pero yo creo que esa historia debería ser parte de la historia real. No creo que las mujeres deban segregarse a sí mismas ni concentrarse solo en cuestiones de mujeres. Y lo mismo ocurre con las personas de color que se concentran solo en cuestiones de racismo. Nos estamos haciendo un flaco favor.

Precisamente, el feminismo es el mejor ejemplo de cómo las posiciones antiwoke acaban siendo sostenidas principalmente por personas de extrema derecha o conservadoras. En España, algunas feministas de generaciones anteriores se han alineado con la derecha y con Vox, argumentando que el feminismo unido al movimiento LGTB se ha convertido en un movimiento woke que amenaza con el «borrado de las mujeres». Mientras dicen esto y se alían con la derecha y la extrema derecha, afirman defender un feminismo auténtico, verdaderamente universal. Y esto no es una caricatura, es exactamente así.

Sí, escuché algo sobre eso ayer, pero carezco de información suficiente como para opinar. Me suena bastante extraño, por decirlo suavemente. No puedo pensar en ninguna razón por la que quisiera trabajar junto con un partido de extrema derecha. Por otro lado, es una muestra de los problemas que causan los woke: alejan a personas que tradicionalmente deberían estar de su lado. Quizás me equivoque diciendo esto en España, pero no leo español, así que me arriesgaré.

A este respecto, tuve una larga discusión con mi editor inglés. La cuestión trans en Reino Unido ha alcanzado una dimensión exorbitada. Primero, en relación con el número de personas trans en la población. En segundo lugar, pienso, y muchas personas en Inglaterra comparten mi opinión, que ha ocupado tanto espacio que no deja hueco para discutir otros problemas sociales y políticos. En Estados Unidos, pero sobre todo en Reino Unido, en el momento en que planteas el tema de lo trans ya no se habla de otra cosa. Por eso decidí no incluirlo en el libro. Sentí que ya iba a ser lo suficientemente provocadora. Y no quería que la discusión girara en torno al tema trans. Pero creo que la gente debería preguntarse por qué ha ocupado tanto espacio.

A pesar de tus precauciones, temo que estas críticas a lo woke fortalezcan a la extrema derecha. Como digo, en España la crítica a las personas trans y a lo woke en general es una de sus grandes banderas. Lo usan como excusa para oponerse al feminismo y a toda la agenda de la izquierda, que es su verdadera intención.

No sucede solo en España, ocurre en todas partes. Cualquier persona que quiera ser políticamente efectiva, y vivimos en un momento donde el fascismo está creciendo en todo el mundo, necesita hacerse preguntas sobre las prioridades. Y eso no los convierte en tránsfobos. Significa que, si te importan los derechos políticos, y si los fascistas toman el control, las personas trans serán las primeras en ser dañadas.

Dada tu doble posición, pues vives en Europa pero conoces a la perfección la política estadounidense, ¿cómo ves la situación internacional y las perspectivas de este ascenso del fascismo? ¿Qué podemos esperar en Estados Unidos? ¿Crees que Trump tiene una oportunidad?

Es obvio que la tiene, y no estoy haciendo una predicción sobre lo que va a suceder. En este momento está bien posicionado en las encuestas. Si quieres que te diga cómo un presidente que es una vergüenza internacional y ha sido acusado de 91 cargos criminales puede estar liderando las encuestas de las elecciones estadounidenses, no puedo decírtelo ni conozco a una sola persona que pueda darte la respuesta. Es aterrador. Una vez más, el partido de derecha radical crece en Alemania y en Francia. España, aunque supongo que tenéis vuestros propios problemas, parece estar mejor que la mayoría de los países de Europa. Mira India, Israel, Rusia… Vivimos el auge internacional del protofascismo. Como dice un amigo indio: «Si esperas a que tengan campos de concentración para llamarlos fascistas, será demasiado tarde para detenerlos».

El próximo año retomaré un pequeño libro en el que estaba trabajando. Es un intento de sostener que el debate woke es una cuestión lateral en el espacio de la política internacional y las crisis políticas actuales. Si no somos capaces de abordar este problema, en el futuro nos señalarán, como nosotros señalamos a los partidos de izquierdas en la Alemania de 1932, y nos preguntamos: ¿realmente no pudieron ponerse de acuerdo? ¿No veían el peligro? Si hubieran sido capaces de construir un frente común, el mundo se habría ahorrado sesenta millones de muertos y terribles consecuencias en la posguerra.

Una última cuestión. Hace décadas, parecía que la izquierda y los movimientos socialistas tenían un futuro brillante, un proyecto casi utópico para la sociedad. Desde Margaret Thatcher, el neoliberalismo y su «revolución del alma», pero también con las sucesivas crisis económicas, el auge de la desigualdad o la emergencia climática, la idea misma de futuro es difícil de defender desde una perspectiva de izquierda. ¿No cree que la izquierda en general adolece de esta falta de perspectiva y de una melancolía por los tiempos pasados? En España, una cierta izquierda melancólica solo sabe señalar el tiempo perdido de la República y de los países del socialismo real. ¿Dónde está el futuro para la izquierda?

Aquí necesitamos retroceder a 1991, un año crucial, porque cuando el socialismo realmente existente colapsó había muchas vías abiertas, muchas posibilidades. Se hablaba de dividendos de paz, de los miles de millones de dólares que se gastan en el ejército y podrían usarse para combatir la desigualdad... Leí un libro estupendo de Penny M. Von Eschen, titulado Paradoxes of Nostalgia, en el que analiza los años noventa desde una perspectiva internacional, y encuentra que las finanzas, la política y, quizás lo más interesante, la cultura popular, afirmaban eso de «There is no alternative» [«no hay alternativa»; eslogan atribuido a Thatcher], que cualquier intento de socialismo llevaría al gulag y no existe un verdadero bien común de la humanidad, excepto conseguir más aparatitos, más iPhones, etc. Todos nos convencimos de que era así, incluso de que cualquier cosa que se nos ofreciera que fuera mejor que lo que ya teníamos era una utopía. Puede que fuera demasiado pronto y que estuviéramos en shock. Se podría haber mirado atrás y pensado que, igual que había diferentes variedades de capitalismo, podía haber diferentes variedades de socialismo; nos podríamos haber preguntado dónde nos extraviamos, qué falló. Pero la gente se resignó y pensó que era el final de la historia, que no había alternativa. El sentimiento de resignación, el pensar que cualquier cosa mejor que lo que tenemos es meramente utópica ha permanecido con nosotros durante más de treinta años. Eso es lo que debemos cuestionar.

PRESENTACIÓN del LIBRO IZQUIERDA NO ES WOKE
05.03.24

PARTICIPAN SUSAN NEIMAN • DAVID MEJÍA
ORGANIZAN ASPEN INSTITUTE ESPAÑA • EDITORIAL DEBATE • CÍRCULO DE BELLAS ARTES