El amor y sus fracasos
Conversación Manuel Jabois • Valerio Rocco • Luz Sánchez-mellado
En este coloquio entre el filósofo Valerio Rocco, director del CBA, la columnista de El País Luz Sánchez-mellado y su colega, el escritor y periodista Manuel Jabois, autor entre otros libros de Miss Marte (Alfaguara, 2021), no solo se habló del amor y sus fracasos, también de los distintos formatos amorosos que existen, como el amor hacia los hijos, el flechazo virtual y analógico, la fascinación hacia alguien desconocido simplemente por su manera de moverse, y de la vuelta del amor tradicional, duradero, que es al que todos los enamorados parecen aspirar.
VALERIO ROCCO
Además de ser director del CBA, como profesor de filosofía en la Universidad Autónoma, formo parte de un gran proyecto que intenta estudiar el concepto de fracaso en todas sus dimensiones: individual, grupal, institucional; los fracasos pasados, presentes y futuros, los fracasos conceptuales en la literatura, en el arte… Vivimos en un país que oscila entre la ocultación del fracaso por vergüenza y una exhibición impúdica de los fracasos superficiales, vistos como meros trampolines hacia el éxito. Somos un país que fracasa mal y, como decía Beckett, hay que saber fracasar mejor. Quizá tampoco en el amor sepamos fracasar. He estado pensando las palabras que definen los fracasos amorosos: divorcio, soledad, desamor, infidelidad, ruptura, pero quizá también cosificación, Tinder, internet… Leyendo Miss Marte, la última novela de Jabois, encontré la respuesta a la pregunta sobre cuál puede ser el mayor fracaso del amor: «Como en cualquier amor, se trataba de que ella no sufriese, y sufrió». Quizá el mayor fracaso del amor sea no saber impedir el sufrimiento de la persona amada. En ese sentido, si aplicáramos unas matemáticas del amor, obtendríamos esta fórmula: a mayor amor, mayor sufrimiento en el fracaso, en la pérdida. No sé si estaremos de acuerdo en que el mayor amor que se puede sentir es el amor hacia los hijos. Es un amor incondicional, absolutamente asimétrico, no recíproco. Por lo tanto, el mayor fracaso, el mayor dolor ligado al amor, sea seguramente la pérdida de un hijo. Esa es una de las razones por la que riman tan bien Manuel Jabois y Luz Sánchez-mellado. Los dos han escrito y reflexionado sobre dos casos, uno ficticio y otro real, de pérdida; en ambos casos, se trataba de la pérdida de una niña. En uno, de una niña de tres años; en el otro, de una niña de cinco años. No voy a hacer ningún spoiler, pero el hilo conductor de Miss Marte es justamente la pérdida, la desaparición de una niña y el dolor de su entorno. En el caso de Luz Sánchez-mellado, realizó hace unos años un trabajo de investigación impresionante sobre Juan José Cortés, el padre de Mari Luz Cortés, que luego se publicó en una serie de reportajes que dieron lugar al libro Ciudadano Cortés. Un testimonio de amor, lucha y coraje. ¿Creéis que el mayor fracaso del amor es el sufrimiento de la persona amada o hay fracasos aún mayores?
LUZ SÁNCHEZ-MELLADO
Quería puntualizar que Ciudadano Cortés se publicó antes de que Juan José Cortés enloqueciera. Este hombre, al que todos recordamos pidiendo encontrar a su hija, que nos enamoró en la cámara –enamorarse de alguien que en un momento determinado capta una inquietud colectiva es otra clase de amor–, enloqueció cuando perdió a su hija. No hizo el duelo y, probablemente, enloqueció de un amor mal entendido o sublimado hacia lo que pudo ser esa niña que nunca fue. El catálogo de amores y de fracasos dentro de cada tipo de amor es tan amplio como cada pareja, como cada padre y cada hijo, como cada ser amado en particular.
MANUEL JABOIS
El amor que se siente hacia un hijo me produjo un impacto grandísimo cuando fui padre, a los 34 años, en un momento en el que no hubiese dado la vida por nadie. Y, de repente, me encontré con que la podría dar por un ser humano que llevaba unas horas vivo, al que no conocía de nada, que estaba pringoso, con el que no había intercambiado ni una palabra, que era un tipo ajeno y con una cara rarísima. ¿Por qué voy a querer más a este crío que a un amigo que lleva treinta años conmigo o que a mi madre? Es una emoción irracional, un impulso biológico que no controlas. Ahora, que habla y contesta, sigo sintiendo hacia él ese mismo amor, un amor muy puro, que no es producto de las sinergias ni de empatizar o no con alguien.
Cuando Valerio ha citado los fracasos del amor –los divorcios, las infidelidades, el desamor–, he pensado que todos ellos vienen precedidos de la felicidad. Por eso yo no los llamaría fracasos, porque para llegar al fracaso antes tuviste que ser feliz. Para divorciarte, tuviste que estar enamorado, casarte, compartir una historia, pasar años de felicidad con esa persona…
LUZ SÁNCHEZ-MELLADO
Yo quisiera romper el mito del amor incondicional a los hijos desde que salen del útero materno, porque lo cierto es que se puede necesitar un periodo de adaptación a esa nueva realidad. La incondicionalidad del amor hacia los hijos puede dilatarse en el tiempo. Existe la depresión posparto, el sentimiento de que tu vida deja de tener sentido, la idea de que vas a ser una esclava de ese extraño ser que ha salido de tu interior... Todo eso suele acabar curándose, pero puede suceder. A lo mejor es un fracaso de la biología, una anomalía hormonal producida por la falta de oxitocina durante el parto, pero existe ese desamor, que causa un sufrimiento intenso y muy poco comprendido, porque todo el mundo espera que una madre se enamore de su bebé en cuanto sale de su cuerpo, algo que a mí no me ocurrió.
También me gustaría reivindicar el flechazo que se puede producir con un amigo, o con un colega por el que sientes admiración, aunque luego sea un amor más efímero en el tiempo o menos incondicional que el amor hacia los hijos.
VALERIO ROCCO
Ese fracaso del que hablas, Luz, es muy interesante porque no responde a las expectativas sociales. Decía Kant que no se puede obligar a amar, pero, en determinadas circunstancias, la sociedad, nos obliga a hacerlo. En el caso del amor hacia los hijos, es un bucle que acrecienta el dolor, el sufrimiento y el fracaso del amor.
Hay una cuestión muy curiosa con el amor que está ligada a la temporalidad y que aparece muy bien reflejada en Miss Marte, cuando Manuel describe el amor entre los dos protagonistas: cuando se conocieron, se dieron cuenta de que habían estado enamorados desde siempre. Es una experiencia casi mística: primero te enamoras, como si conocerse fuera posterior a enamorarse, porque cuando conoces a esa persona te das cuenta de que siempre la has amado sin saberlo. A mí me ha pasado con mis paternidades, desde luego, y en algunas otras ocasiones amorosas. Es una experiencia rara, porque, de repente, te trastoca el pasado y el futuro, el conocimiento y el amor. Manuel, ese momento en el que se conocen los protagonistas de Miss Marte ¿es autobiográfico?
MANUEL JABOIS
Yo siempre me había enamorado con el tiempo, conociendo mucho a la persona, hasta que tuve un flechazo. En mis dos enamoramientos previos al flechazo fue una combustión lenta: con la primera me casé y con la segunda tuve un hijo. Las dos veces pensaba que estaría toda la vida con esa persona. Y hace seis años tuve un flechazo. Vi a una persona que no conocía de nada y me volví loco, me enamoré solo mirándola, sin haber intercambiado una palabra. Desde el minuto uno, estaba dispuesto a que sus aficiones fuesen las mías, a cualquier cosa con tal de pasar cinco minutos más con ella. No fue como en el libro, como si estuviese enamorado de ella desde siempre –los personajes de la novela pueden decirlo porque no tenían pasado, pero yo sí lo tengo–, pero tener un flechazo con una persona que no conoces de nada y a la que, de repente, le gustas, me parece un milagro. Por eso escribo sobre eso.
LUZ SÁNCHEZ-MELLADO
Valerio hablaba antes de las matemáticas del amor. Estoy convencida de que buena parte de nuestros amigos, y nosotros mismos, en el presente o en el futuro, hemos recurrido o puede que recurramos a una aplicación para conocer a una persona. El match, el flechazo, puede consumarse o no, sublimarse o no mediante un proceso de enamoramiento, pero ¿por qué te llama la atención esa persona? No es que te enamores de una foto de Tinder, pero sí se produce un cierto deslumbramiento.
En cuanto a las narrativas del amor o a los nuevos géneros del amor, me obsesiona cómo ha sido el amor durante la pandemia. Hoy en la Cadena Ser hablaban de una encuesta reciente sobre las prácticas sexuales y amorosas en la pandemia. Una de sus conclusiones es que la gente se había masturbado más, había consumido más porno online y había recurrido a más aplicaciones para estar en contacto con personas del sexo atraído. Ese pálpito, esa búsqueda que inconscientemente llevamos todos en el código genético nos atraviesa desde que empezamos a despertar los sentidos al mundo y solo nos deja cuando lo abandonamos. Últimamente he tenido el gusto de entrevistar a personas muy mayores, entre otras a Óscar Tusquets, un señor de ochenta años que es arquitecto, pintor, artista, provocador. Me dijo que el amor cambia las urgencias, los tiempos, las potencias, pero que sigue siendo el motor de su vida. También me habló del fracaso como parte del amor, el fracaso de relaciones sucesivas, el duelo y otra vez la búsqueda… Somos animales enamorados o aspirantes a serlo.
VALERIO ROCCO
Luz, en tu artículo «Amor 2019», que se publicó el día de San Valentín de ese año, contabas una anécdota muy buena y otra muy dura. La primera era de una divorciada que quedaba con su exmarido una vez al mes para tener sexo salvaje; la otra, de una chica joven, de 23 años, que decía que hoy era más fácil tener sexo con alguien que quedar para conocerse. «Lo que es amor y lo que es sexo y las múltiples combinaciones entre ambos es algo tan personal e intransferible como el pin del móvil. Que cada uno ame como quiera y pueda y gracias», dices en el artículo. Hemos diversificado las formas de amor. Están los amores tecnológicos, los analógicos, los poliamorosos, los nostálgicos, los proyectados hacia el futuro, los rurales, los urbanos…
LUZ SÁNCHEZ-MELLADO
En ese artículo hablo de que yo era una estrecha progre, que es lo peor que se puede ser (risas). La anécdota de la mujer divorciada me la contaron en la peluquería. Ahora entiendo que una pareja que se divorcia, pasado un tiempo, pueda quedar para darse homenajes sexuales a escondidas de sus nuevas parejas, pero cuando me lo contaron, no lo entendía.
MANUEL JABOIS
Todo tiene que ver con la época. La diversificación de la que hablaba Valerio, aunque ahora le hayamos puesto una etiqueta, siempre ha existido.
LUZ SÁNCHEZ-MELLADO
Sobre todo para los señores.
MANUEL JABOIS
Efectivamente, pero esas formas de amor múltiples, que ahora tienen más prensa, más foco y más luz, han existido siempre. Es verdad que han estado estigmatizadas, que han sido perseguidas o que, cuando se hablaba de infidelidad, se daba por hecho que la cometía el varón. Y lo de marcar a alguien con una etiqueta por decidir hasta dónde quiere llegar en su relación sexual ocurría antes, no ahora.
LUZ SÁNCHEZ-MELLADO
Para la mujer, la infidelidad era delito hasta hace no tanto. Y hoy hay chavales que le controlan el móvil a su novia...
MANUEL JABOIS
Me refiero a la estrechez sexual. Los celos y el machismo no van a desaparecer. Pueden mermar, podemos arrinconarlos, someterlos, perseguirlos y señalarlos, pero siempre va a haber un tipo de la caverna en cualquier parte. Por desgracia, por mucho que peleemos y nos concienciemos, siempre va a haber un hombre que mate a una mujer, del mismo modo que no desaparecerá nunca la violencia. El machismo no va a desaparecer, pero hay que convertirlo en una conducta reprobable.
LUZ SÁNCHEZ-MELLADO
Hablábamos de la diversidad amorosa y, conectando con el tema de las nuevas narrativas del amor, hablábamos de Tinder. No sé si habéis visto First Dates. Al principio, me parecía un programa fascinante porque reproducía, bajo condiciones guionizadas, iluminadas, maquilladas, la ceremonia del cortejo y los diversos tipos de amor, no solo en la flor de la edad, signifique lo que signifique esta expresión, sino también en la edad madura, incluso casi anciana. He visto en el programa a militares en busca de una pareja gay… Aunque sea un escaparate y forme parte del show, First Dates ha ayudado a abrir los ojos a las personas que los tienen, o tenían, cerrados.
VALERIO ROCCO
A mí me resulta llamativo que, frente a la diversidad de los tipos de amor, hay quien tiene nostalgia por el amor tradicional. Vuestra compañera de periódico Ana Iris Simón, en una columna titulada «Vicente y el amor», reivindicaba el amor de sus abuelos. Decía que el único amor que ha visto y escuchado es el de su abuelo hablando de su abuela. También escribió sobre una pareja de amigos suyos que representan para ella el amor romántico, el amor indisoluble, el amor envidiado por toda una generación, según ella, que ya no es capaz de establecer esos vínculos y que muchas veces los desprecia de manera superficial. Parece que para una parte de la juventud hay una aspiración a una vuelta al fundamento. ¿Es nostalgia o no lo es? ¿Tiene sentido?
MANUEL JABOIS
Todo el mundo tiene derecho a la nostalgia que se vea capaz de sentir y la puede patrocinar y difundir siempre que no la quiera imponer a los demás. Recuerdo vagamente el segundo artículo del que hablas. Contaba la historia de amor de dos amigos que llevaban toda la vida juntos, una historia de amor preciosa que yo defiendo y entiendo. Sea con una mujer, con un hombre o con quien quieras, aspiras a un amor duradero, a seguir enamorado toda la vida de la persona de la que estás enamorado en el presente y a que esa persona lo esté de ti. La química, luego, dice otras cosas. En el caso concreto del artículo de Ana Iris Simón, ella simplemente estaba ensalzando una relación de amor que le parecía verdadera, bonita. Pero hay gente que ve en sus artículos todo tipo de claves. Yo soy más llano y creo que defendía el hecho de que ese amor bonito se prolongase. Hace años yo también escribí una columna sobre mis abuelos y no me liaron la que le liaron a ella. Mis abuelos se odiaban. A mi abuela, cuando ya era vieja, se le caían las migas por encima y mi abuelo se las quitaba, sin que nadie lo viera, porque no quería que se la viera envejecer. No es como la columna de Ana, porque en ese caso no había mucho amor, pero permanecía un suelo solidísimo: estamos ya tú y yo solos, juntos, y no nos queda nadie más y nos vamos a morir aquí.
LUZ SÁNCHEZ-MELLADO
Ana Iris es del pueblo de mi padre, de Campo de Criptana (Ciudad Real), y entiendo muy bien de lo que está hablando. Cuando Ana Iris hablaba de su abuelo, recordé a mi abuela Gabina, de Campo de Criptana. Cuando se quedó viuda, se vistió de negro y nunca más volvió a llevar nada de color. Yo pasaba el verano con ella en Alicante y, por las noches, hasta que se dormía, se autoacunaba, dándose con el abanico en el pecho y diciendo: «Ay, mi hombre, ay mi hombre», recordando ese amor supuestamente perfecto. Vete a saber los infiernos que habría en aquellas alcobas, porque en las alcobas estaban los infiernos y los paraísos, y nadie es quien para juzgar ese convenio. Mi padre decía que cada matrimonio tiene su convenio, y ahí entra lo del contrato con tu pareja: la relación, lo que cabe o no cabe en ella, la posibilidad de tener encuentros sexuales sin que afecte a la pareja sentimental, etcétera.
Respecto al tema del amor romántico, yo no creo que haya una corriente de vuelta a ese tipo de relación, pero sí que hay una nostalgia legítima de que las cosas funcionen. Yo me siento aludida en lo del fracaso. Me divorcié, y confieso que esperé a que mis padres murieran, porque no quería darles ese disgusto. Íntimamente, en lo más hondo de mi corazón, no echo de menos a mi exmarido ni la relación que tenía con él, pero sí eché de menos ir con mis hijas cantando, camino de la playa, «Un elefante se balanceaba sobre la tela de una araña», porque yo he crecido en esa familia que iba en el coche cantando esa canción y tengo esa idea en el tuétano, lo cual no quiere decir que intelectualmente, políticamente y, como mujer empoderadísima, no comprenda mi derecho a rehacer mi vida tras una ruptura. Algunos todavía tenemos en el tuétano esa sensación íntima de fracaso, que solo te confiesas a ti misma cuando estás sola en tu cama por la noche.
MANUEL JABOIS
Culturalmente hemos crecido con esa idea de la familia feliz, un concepto que comienza a romperse, a no ser duradero, en el momento en el que la mujer empieza a tener conciencia de sí misma.
LUZ SÁNCHEZ-MELLADO
Hay un dato que me fascina: el número de divorcios a partir de los 60 o los 65 años se ha disparado en España. Estás toda la vida currando y llegas a casa y ves a un tío, o una tía, y de repente te preguntas: ¿y este, o esta, quién es? O, por ejemplo, te das cuenta de que ronca, aunque lleve roncando toda la vida.
MANUEL JABOIS
Me recuerda a una señora que le contaba a mi tía que, cuarenta años después de estar con su marido, se había dado cuenta de que le olían los pedos. Estar enamorado es que no huelas ni eso (risas).
VALERIO ROCCO
Es una definición preciosa del amor (risas). Hay otra muy bonita, Manuel, que escribes en Miss Marte, cuando dices que uno no se enamora de las personas sino de cómo se mueven. No sé si se trata de algo animal, ligado al cortejo, o si, al revés, es fruto de la sensibilidad, de una cierta educación sentimental. ¿A qué se debe que el movimiento sea causa del enamoramiento?
MANUEL JABOIS
El movimiento me seduce muchísimo, no necesariamente con interés sexual o sentimental. Hace poco escribí sobre una señora muy mayor que iba leyendo en el tren. Se levantó para ir al baño y parecía que flotaba. Y yo pensaba: «qué elegancia». No era capaz de quitarle el ojo de encima.
VALERIO ROCCO
Pero eso también puede dar lugar a un gran fracaso: luego hablas con ella y resulta que es una borde.
MANUEL JABOIS
Procuras no hablar con ella, mantener una distancia. Un ejemplo más: de mi novia, me encantaba su forma de mover los brazos. No eran mi objeto predilecto de fascinación sexual, pero eran algo tan elegante que me volvían loco. Yo le preguntaba: «¿dónde queda Sanxenxo?», que es el sitio en el que he nacido (risas), para que ella señalase y estirase el brazo.
VALERIO ROCCO
Para terminar, una última pregunta relacionada con la cosificación que citábamos al principio. ¿Amor y Tinder se pueden declinar en la misma frase?
LUZ SÁNCHEZ-MELLADO
Conozco a parejas, incluso a hijos, de Tinder. Recuerdo, además, el artículo de Jabois «Hay más cuernos en un "buenas noches"». Que tire el primer iPhone quien no haya dicho o recibido un «buenas noches» en el móvil de manera subrepticia: por eso fue un artículo tan leído y está tan vigente. Las relaciones virtuales, sin tener que pasar en ningún momento a analógicas, nos pueden salvar el día, algo que, tal y como está la situación, no es cosa menor.
MANUEL JABOIS
Todos somos diferentes. No todo el mundo tiene la capacidad, el descaro o el tiempo, para salir y encontrar gente que le presente a amigos, hacer cenas… Muchas personas utilizan Tinder solo para encontrar sexo y otras para conocer gente. Luego, como en First Dates, surge o no surge. Hay mucha gente con problemas de comunicación, de sociabilidad, hay mucha gente sola y mucha que tira de internet principalmente para saber que al otro lado hay alguien que está pendiente de ella. Cuando no tienes a nadie alrededor desde hace años, un «buenos días» o un «buenas noches», como dice Luz, te puede arreglar el día. En ese artículo, yo venía a decir que ese tipo de relación, que es ya romántica sin que quieras que haya nada más para no estropear la tuya, es algo muy cínico. Yo prefiero que haya sexo entre vosotros dos a que estéis meses mandándoos mensajitos. No le doy tanta importancia al hecho físico, pero sí al hecho mental y al hecho del amor, de estar pendiente de otra persona.