Traducción española de Juan Barja
Las demoliciones como fuente de la enseñanza teórica de la construcción.
A propósito de Charles-François Viel: De l’impuissance des mathématiques pour assurer la solidité des bâtiments, París, 1805, pp. 43-44. Obra de los pasajes, C 6 a, 2
Altas murallas rayadas con orín por tubos de derribadas chimeneas, descubren, como se ve en la sección de un típico plano arquitectónico, el misterio de las distribuciones interiores. [...] Es un espectáculo curioso ver las casas abiertas con sus suelos colgando del abismo, donde el papel pintado de colores brillantes o con flores aún marca la forma de los cuartos, cuyas fragmentarias escaleras no conducen ya a parte alguna; con cavas reveladas a la luz, con extraños escombros y ruinas violentas; salvo por su tono ennegrecido, uno casi creería contemplar esos derrumbados edificios y arquitecturas siempre inhabitables que Piranesi, con buril enfebrecido, nos fue esbozando en sus aguafuertes.
Théophile Gautier. Mosaïque de ruines, París, 1856, pp. 38-39. Cit. en Obra de los pasajes, C 7, 1
El viejo París no existe. La forma de una ciudad / cambia más rápidamente que el corazón de un mortal.
Baudelaire. Les fleurs du mal, París, 18 . Cit. en Obra de los pasajes, C 7 a, 1
París es solamente un punto del globo, pero ese punto es una cloaca: todas las alcantarillas existentes desembocan en él.
Vidocq. Memoires, XLV. Cit. en Obra de los pasajes, C 8 a, 1
Tras los altos muros de las casas, hacia Montmartre, Ménilmontant y Montparnasse, mientras cae la noche él imagina los cementerios urbanos, esas tres ciudades en la grande, más pequeñas, sólo en apariencia, que la ciudad habitada por los vivos, dado que ésta parece contenerlas, pero, en realidad, cuánto más vastas, cuánto más populosas, con sus apretadas divisiones, escalonadas en profundidad; y, en los mismos lugares donde la masa circula actualmente, [...] evoca viejos osarios nivelados, o incluso desaparecidos, que se han ido tragando las olas del tiempo junto con todos los muertos que llevaban, barcos hundidos con sus tripulaciones.
François Porché. «La vie douloureuse de Charles Baudelaire», en Le roman des grandes existences, París, 1926, pp. 186-187. Cit. en Obra de los pasajes, C 9, 2
En un momento dado oí en mí de pronto una llamada, una extraña advertencia, y vi esas tres magníficas ciudades [...] como amenazadas de hundimiento, de destrucción por el agua y por el fuego, carnicería y desgaste repentino, como si fueran bosques fulminados en bloque. Luego las veía devoradas como por una grave enfermedad, por algún mal oscuro y subterráneo que hacía de repente derrumbarse monumentos o barrios, o completos muros de mansiones. [...] Desde estos alzados promontorios lo que mejor se nota es la amenaza. Lo aglomerado es amenazante, y el trabajo gigante lo es también; el hombre necesita trabajar, mas también tiene otras necesidades [...]. Necesita aislarse y agruparse, sublevarse y gritar, y apaciguarse y someterse. [...] Finalmente también se encuentra en él la necesidad de suicidarse, y eso en la misma sociedad que forma; necesidad que aún es más intensa que el propio instinto de conservación.
Léon Daudet. Paris vecu, París, 1930, pp. 220-221. Cit. en Obra de los pasajes, C 9 a, 1
No hay nada que aburra más al hombre común que lo que hace el cosmos. De ahí viene a darse para él la intensa relación de clima y tedio.
Obra de los pasajes, D 1, 3
El tedio es un tejido gris y cálido revestido por dentro con el paño de seda más coloreado y más ardiente. En él nos envolvemos al soñar. [...] ¿Quién sería capaz, de un manotazo, de volver hacia afuera, de repente, el tejido del tiempo?
Obra de los pasajes, D 2 a, 1
No se debe dejar pasar el tiempo, sino que hay que invitarlo a que nos venga. Dejar pasar el tiempo –rechazarlo, expulsarlo–: el jugador. El tiempo le gotea por los poros. Cargar tiempo, como una batería se va cargando de electricidad: ése es el caso del flâneur. Y, por fin, el tercero: carga el tiempo y sólo lo libera cuando ya ha adoptado otra figura –la de la expectativa–: del que aguarda.
Obra de los pasajes, D 3, 4
Jean Vaudal. Le tableau noir. Cit. en Obra de los pasajes, D 5, 6
Contrapartida a la visión del mundo de Blanqui: el universo entero es el lugar donde se da la duración de la catástrofe.
Obra de los pasajes, D 5, 7
Para captar el significado de las ‘novedades’ hay que comprender la novedad en la vida diaria. Pues, ¿por qué cada uno va transmitiendo al otro lo más nuevo? Para triunfar sobre los muertos.
Obra de los pasajes, D 5 a, 5
Lo fatal no hace pie en el infinito, que no conoce las alternativas y para todo tiene algún lugar. Porque existe una tierra donde el hombre va siguiendo el camino desdeñado en la otra por el sosias. Y así su existencia se desdobla, habiendo un globo para cada una, y bifurcándose luego por segunda y por tercera vez: miles de veces. Llega así a poseer sosias completos e innumerables variantes de esos sosias, que multiplican y representan su persona, pero que sólo toman unos jirones del que es su destino. De esa manera, cuanto aquí debajo se pudo ser se es en otra parte. Y más allá de toda una existencia, desde el nacimiento hasta la muerte, que se ha vivido en multitud de tierras, vivimos todavía en otras muchas en diez mil ediciones diferentes.
Blanqui. L’eternité par les astres, recogido de Gustave Geffroy, L’enfermé, París, 1897, p. 399. Cit. en Obra de los pasajes
Lo que estoy escribiendo en este momento, en mi calabozo de Taureau, lo he escrito y estaré siempre escribiéndolo a lo largo la eternidad, sobre una mesa, armado de una pluma y ataviado con estas mismas ropas, en circunstancias del todo semejantes.
Blanqui. L’eternité par les astres, recogido de Gustave Geffroy, L’enfermé, París, 1897, p. 401. Cit. en Obra de los pasajes
La misma y siempre igual monotonía, como el mismo completo inmovilismo, en los distintos astros extranjeros. El entero universo se repite nuevamente, sin fin; manotea incesante sin moverse del sitio.
Blanqui. L’eternité par les astres, recogido de Gustave Geffroy, L’enfermé, París, 1897, p. 402. Cit. en Obra de los pasajes
Cada particular combinación de la materia y de lo personal se repite por miles de millones de veces, para hacer así frente a cuanto necesita el infinito.
Blanqui. L’eternité par les astres, recogido de Gustave Geffroy, L’enfermé, París, 1897, p. 400. Cit. en Obra de los pasajes
No existe progreso, por desgracia. Se trata de vulgares reediciones [...]. Como fueron los distintos ejemplares de los mundos pasados, han de ser los futuros. Sólo el capítulo de las bifurcaciones se mantiene abierto a la esperanza.
Blanqui. L’eternité par les astres, París, 1872, pp. 73-76. Cit. en Obra de los pasajes, D 7; D 7 a
Pensemos [...] la existencia tal como es, sin sentido ni meta, mas retornando de modo inevitable, sin final en la nada. [...] Negamos fines-metas: si la existencia poseyera alguna, ya se habría alcanzado.
Friedrich Nietzsche. Gesammelte Werke, Múnich, 1926, vol. XVIII, pp. 45-46. Cit. en Obra de los pasajes, D 8, 1
El mundo... sólo vive de sí mismo: sus excrementos son su nutrición.
Friedrich Nietzsche. Gesammelte Werke, Múnich, 1926, vol. XIX, p. 371. Cit. en Obra de los pasajes, D 8, 4
Si es posible concebir el mundo como determinada magnitud de fuerza y en tanto que un número específico de centros de fuerza, [...] de eso mismo se sigue que, al interior del gran juego de dados en el que consiste su existir tiene que atravesar forzosamente un número de combinaciones calculable. En un tiempo infinito, cualquier combinación de las posibles se habría alcanzado alguna vez; todavía podemos decir más: se habría alcanzado infinitas veces. Y así, teniendo en cuenta que entre cada una de las combinaciones y el que es su próximo retorno tendrían que haberse ido sucediendo todas las demás combinaciones que aún fueran posibles, [...] de ese modo se habría demostrado todo un ciclo de series completamente idénticas.
Friedrich Nietzsche. Gesammelte Werke, Múnich, 1926, vol. XIX, p. 373. Cit. en Obra de los pasajes, D 8 a, 1
Confrontado a la idea del eterno retorno [...] el historicismo gira sobre sí. Desde esa idea, toda tradición, también la que haya sido más reciente, se transforma en algo ya jugado en la noche impensable de los tiempos. La tradición adopta de ese modo el carácter que es propio de una fantasmagoría con la cual la prehistoria va a salir a escena con los más modernos atavíos.
Obra de los pasajes, D 8 a, 2
Esa nota de Nietzsche de que la doctrina del eterno retorno no implica ningún mecanicismo parece hacer valer precisamente aquel fenómeno del perpetuum mobile (eso sería el mundo, según él) en calidad de instancia contra la concepción mecanicista.
Obra de los pasajes, D 8 a, 3