Bernardo Soares

Somos lo que no somos, y la vida es rápida y triste. El ruido de las olas por la noche es el ruido de la noche

Libro del desasosiego

FR. 95, p. 111

NOCHE
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Pero yo sé que lo que siento, lo siento yo.

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Nunca dejo que mis sentimientos sepan lo que voy a hacerles sentir… Juego con mis sensaciones como una princesa abrumada de tedio con sus enormes gatos ágiles y crueles…

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El resultado lo es todo. Lo que se sintió fue lo que se vivió;. Se retira uno tan cansado de un sueño como de un trabajo visible. Nunca se vivió tanto como cuando se pensó mucho. Quien está en un rincón de la sala baila con todos los bailarines. Lo ve todo, y por verlo todo, lo vive todo. […] Bailo, pues, cuando estoy viendo bailar. Digo, como el poeta inglés, cuando contaba que estaba viendo, tumbado a lo lejos en la hierba, tres segadores: «Hay un cuarto segando, y ese soy yo».

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El reloj que está allá atrás, al fondo, en la casa desierta, porque todos duermen, deja caer lentamente el cuádruple sonido claro de las cuatro de la madrugada. No he dormido aún ni espero hacerlo. Sin que nada me distraiga la atención, y así me impida el sueño, o me pese en el cuerpo, y por eso no pueda sosegar, mantengo sepultado en la sombra, que la luz vaga de las farolas de la calle hace todavía más desamparada, el silencio amortiguado de mi cuerpo extraño.

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Todo dormía como si el universo fuera un error; y el viento, fluctuando incierto, era una bandera sin forma desplegada sobre un cuartel sin ser. Nada se desgarraba en el aire alto y fuerte, y los marcos de las ventanas sacudían los cristales para que la extremidad pudiera oírse. En el fondo de todo ello, callada, la noche era la tumba de Dios

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Pero también hay momentos, y uno de ellos es este que me oprime ahora, en que me siento más a mismo que a las cosas externas, y todo se me convierte en una noche de lluvia y lodo, perdido en la soledad de un apeadero secundario, entre dos trenes de tercera clase.

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¿Cuándo acabará todo esto, estas calles por donde arrastro mi miseria, y estas escaleras donde encojo mi frío y siento las manos de la noche entre mis harapos? Si un día Dios me viniera a buscar y me llevara a su casa y me diera calor y afecto… A veces pienso en esto y lloro de alegría al pensar que lo puedo pensar… Pero el viento se arrastra por la calle adelante y las hojas caen en el paseo… Alzo los ojos y veo las estrellas que no tienen sentido alguno… Y de todo esto quedo apenas yo, un pobre niño abandonado, que ningún Amor quiso como hijo adoptivo, ni ninguna Amistad como compañero de juegos.

Tengo frío de más. Estoy tan cansado en mi abandono. Vete, oh Viento, a buscar a mi Madre. Llévame Noche arriba a la casa que no conocí… Vuelve a darme, oh Silencio inmenso, mi ama y mi cuna y la canción con la que me dormía…

Libro del desasosiego

FR. 89, p. 102

NOCHE
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Entonces también tenemos nuestra noche, y el cansancio de todas las emociones se ahonda al ser emociones del pensamiento, ya de por sí profundas. Pero es una noche sin reposo, sin luz de luna, sin estrellas, una noche como si todo hubiera sido vuelto del revés ―el infinito hecho interior y apretado, el día convertido en forro negro de un traje desconocido.

Libro del desasosiego

FR. 90, pp. 103-104

NOCHE
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Permanecí horas desconocidas, momentos sucesivos sin relación, en el paseo que di, de noche, por la orilla solitaria del mar. Todos los pensamientos que han hecho vivir a tantos hombres, todas las emociones que los hombres han dejado de vivir, cruzaron por mi mente, como un oscuro resumen de la historia, en esa meditación mía paseada por la orilla del mar. Sufrí en mismo, conmigo mismo, las aspiraciones de todas las eras, y conmigo pasearon, por la orilla oída del mar, los desasosiegos de todos los tiempos.

Libro del desasosiego

FR. 95, p. 111

NOCHE
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Lo que se perdió, lo que se debería haber querido, lo que se obtuvo y se disfrutó por equivocación, lo que amamos y perdimos y, tras perderlo, vimos, amándolo por haberlo perdido, que no lo habíamos amado; lo que creíamos que pensábamos cuando sentíamos; lo que era un recuerdo y creíamos que era una emoción; y el mar sin fin, acercándose, rumoroso y fresco, desde el fondo insondable de la noche inmensa, extendiéndose con suave agitación sobre la playa, en el curso nocturno de mi paseo por la orilla del mar…

Libro del desasosiego

FR. 95, pp. 111-112

NOCHE
AMOR
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Después de una mala noche, la gente no suele soportarnos. El sueño huido se llevó consigo alguna cosa que nos hacía humanos.

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Otra vida, la de la ciudad anochecida. Otra alma, la de quien contempla la noche. Sigo inseguro y alegórico, irrealmente sentidor. Soy como una historia que alguien hubiera contado, y, de tan bien contada, paseara carnal pero no mucho por este mundo novela, al principio de un capítulo: «A esa hora podía verse a un hombre caminando lentamente por la calle…»

¿Qué tengo yo que ver con la vida?

Libro del desasosiego

FR. 181, pp. 192-193

NOCHE
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Y así voy, siguiendo el rastro de mismo, hasta que caiga la noche y un poco de caricia de ser diferente ondule, como una brisa, en el comienzo de mi inconsciencia de mí mismo.

Libro del desasosiego

FR. 184, p. 196

NOCHE
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¡El tiempo! ¡El pasado! Ahí en algún sitio, una voz, una canción, un perfume ocasional, levantó en mi alma el telón de boca de mis recuerdos… ¡Lo que fui y nunca más seré! ¡Lo que tuve y nunca más tendré! ¡Los muertos! Los muertos que me amaron en mi infancia. Cuando los evoco, toda el alma se me enfría y yo me siento desterrado de corazones, solo en la noche de mismo, llorando como un mendigo el silencio cerrado de todas las puertas.

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Ese lugar activo de las sensaciones, mi alma, pasea a veces conmigo conscientemente por las calles nocturnas de la ciudad, en las horas tediosas en que me siento un sueño entre sueños de otra especie, a la luz — del gas, entre el ruido transitorio de los vehículos.

Libro del desasosiego

FR. 219, p. 228

NOCHE
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…la solemne tristeza que vive en todas las cosas grandes ―lo mismo en las cumbres que en las grandes vidas, en las noches profundas que en los poemas eternos.

Libro del desasosiego

FR. 233, p. 241

NOCHE
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A lo largo de la noche, durante horas y horas, el ruido de la lluvia descargó. A lo largo de la noche, conmigo en duermevela, su monotonía fría me estuvo insistiendo en los cristales. […] Mi alma era la misma de siempre, igual entre sábanas que entre personas, dolorosamente consciente del mundo. Tardaba en llegar el día como tarda la felicidad, y a aquellas horas parecía que tardaba indefinidamente.

Libro del desasosiego

FR. 240, p. 248

NOCHE
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Quien quisiera hacer un catálogo de monstruos, no tendría más que fotografiar en palabras las cosas que la noche trae a las almas soñolientas que no consiguen dormir. Esas cosas poseen toda la incoherencia del sueño sin la disculpa incógnita de que se está durmiendo. Sobrevuelan como murciélagos la pasividad del alma, vampiros que chupan la sangre de la sumisión.

Son larvas del declive y del desperdicio, sombras que pueblan el valle, vestigios que quedan del destino.

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La vida en sí misma es, al final, un gran insomnio, y hay un lúcido despertar sobresaltado en todo cuanto hacemos y pensamos.

Sería feliz si pudiera dormir. Esta opinión es la que tengo en este momento, porque no duermo.

Libro del desasosiego

FR. 243, p. 251

NOCHE
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Gasté noches de terror inclinado sobre volúmenes de místicos y de cabalistas, que nunca tenía paciencia para leer enteros si no era de manera intermitente

Libro del desasosiego

FR. 251, p. 260

NOCHE
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Nos sentimos contentos porque, hasta cuando pensamos y sentimos, somos capaces de no creer en la existencia del alma. En el baile de máscaras en que vivimos, nos basta el encanto del traje, que en el baile lo es todo. Somos esclavos de las luces y de los colores, entramos en el baile como en la verdad, y no somos conscientes ―salvo si, solitarios, no bailamos― del enorme frío de la ya bien entrada noche exterior, del cuerpo mortal por debajo de los andrajos que le sobreviven, de todo cuanto, a solas, juzgamos que es lo que esencialmente somos, pero al final resulta ser apenas la parodia íntima de la verdad de lo que creemos ser.

Libro del desasosiego

FR. 255, pp. 266-267

NOCHE
VERDAD
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Oh, noche donde las estrellas fingen su luz, única cosa del tamaño del Universo, vuélveme, en cuerpo y alma, parte de tu cuerpo, que yo pueda perderme en ser pura tiniebla y me haga también noche, sin sueños que en mí sean estrellas, ni sol esperado que desde el futuro me ilumine.

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Primero es un ruido que produce otro ruido, en la concavidad nocturna de las cosas. Después es un aullido vago, acompañado de un oscilar arrastrado de los letreros de la calle. Más tarde se hace de pronto un alto en la voz rugiente del espacio, y todo se estremece, no oscila, y hay silencio en el miedo de todo esto como un miedo sordo que ve a otro miedo mudo pasar.

Libro del desasosiego

FR. 281, p. 291

NOCHE
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No duermo. Entresoy. […] Hay siempre en aquello que juzgo que es el sueño un ruido de final absoluto, el viento en la oscuridad, y, si sigo escuchando, el ruido en de los pulmones y del corazón.

Libro del desasosiego

FR. 281, pp. 291-292

NOCHE
SUEÑO
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