Pasar de los fantasmas de la fe a los espectros de la razón no es más que ser trasladado de celda. El arte, si nos libera de los abstractos ídolos de costumbre, también nos libera de las ideas generosas y de las preocupaciones sociales ―ídolos también.
Encontrar la personalidad en el perderla ―la misma fe abona ese sentido de destino.
Se me ocurren con un brillo de farol distante todas las soluciones que hacen de la imaginación mujer ―el suicidio, la fuga, la renuncia, los grandes gestos de la aristocracia de la individualidad, la capa y espada de las existencias sin mostrador.
Vivir una vida desapasionada y culta, al relente de las ideas, leyendo, soñando, y pensando en escribir, una vida suficientemente lenta como para estar siempre al borde del tedio, lo bastante meditada como para no encontrarse nunca con él. Vivir esa vida lejos de las emociones y de los pensamientos, sólo en el pensamiento de las emociones y en la emoción de los pensamientos. Quedarse estancado al sol, doradamente, como un lago oscuro rodeado de flores. Tener, en la sombra, aquella hidalguía de la individualidad que consiste en no insistir en absoluto ante la vida.
«Mis hábitos son los de la soledad, no los de los hombres»; no sé si fue Rousseau, si Senancour, quien dijo esto. Pero fue algún espíritu de mi especie ―no podré quizás decir que de mi raza.
Por más que pertenezca, en alma, a la estirpe de los románticos, no encuentro reposo sino en la lectura de los clásicos. Su misma sobriedad, a través de la cual la claridad se expresa, me reconforta de no sé qué. Recojo en ellos una impresión risueña de una vida dilatada que contempla amplios espacios sin recorrerlos. Los mismos dioses paganos descansan del misterio.
La metafísica siempre me pareció una forma prolongada de locura latente. Si conociéramos la verdad, la veríamos; todo lo demás es sistema y alrededores. Si lo pensamos bien, bástenos la incomprensibilidad del universo; querer comprenderlo es ser menos que hombres, porque ser hombre es saber que no se comprende.
Una vista breve del campo, por encima de un muro de los alrededores me libera más completamente de lo que a otro liberaría un viaje entero. Todo ángulo de visión es un ápice de una pirámide invertida, cuya base es indeterminable.
La superioridad del soñador consiste en que soñar es mucho más práctico que vivir, y en que el soñador extrae de la vida un placer mucho mayor y mucho más variado que el hombre de acción. En mejores y más directos términos, el soñador es el verdadero hombre de acción.
Siendo la vida esencialmente un estado mental y siendo todo cuanto hacemos o consideramos válido para nosotros en la misma proporción en que lo consideramos válido, de nosotros depende la valoración. El soñador es un emisor de billetes de banco, y los billetes que emite corren por la ciudad de su espíritu del mismo modo que los de la realidad.
Mi manía de crear un mundo falso me sigue acompañando, y sólo con mi muerte me abandonará. […] Tengo un mundo de amigos dentro de mí, con vidas propias, reales, definidas e imperfectas.
El verdadero sabio es aquel que consigue que los acontecimientos exteriores lo alteren mínimamente. Para ello necesita acorazarse rodeándose de realidades más próximas a él que los acontecimientos y a través de las cuales los acontecimientos, alterados hasta estar de acuerdo con ellas, le llegan.
Cultivo el odio a la acción como una flor de invernadero. Presumo ante mí mismo de mi disidencia de la vida.
Cada uno tiene su alcohol. Yo tengo alcohol bastante con existir. Borracho de sentirme, voy errante y seguro. Si es la hora, acudo a la oficina como otro cualquiera. Si no es la hora todavía, voy hasta el río a observar el río, como cualquier otro. Soy igual. Y por detrás de todo eso, cielo mío, me constelo a escondidas y tengo mi infinito.
Y si no procuro vivir, actuar, sentir, es ―podéis creerlo― para no perturbar las líneas dibujadas de mi personalidad supuesta. Quiero ser tal como quise ser y no soy. Si viviera, me destruiría. Quiero ser una obra de arte, del alma por lo menos, ya que del cuerpo no puedo serlo. Por eso me esculpí en calma y en extrañamiento y me coloqué en invernadero, lejos de los aires frescos y de las luces claras ―donde mi artificiosidad, flor absurda, pueda florecer en lejana belleza.
Organizar de tal manera nuestra vida que sea para los otros un misterio, que quien mejor nos conozca sólo nos desconozca más de cerca que los otros.
El ansia de comprender, que en tantas almas nobles sustituye a la de actuar, pertenece a la esfera de la sensibilidad. Sustituir por la Inteligencia la energía, romper el lazo entre la voluntad y la emoción, despojando del interés todos los gestos de la vida material, eso es lo que, logrado, vale más que la vida, tan difícil de poseer por entero y tan triste de poseer parcialmente.
Decían los argonautas que navegar es preciso, mas vivir no es preciso. Argonautas nosotros de la sensibilidad enfermiza, digamos que sentir es preciso, mas que no es preciso vivir.
Sea como fuere dejo que así sea. Y al dios, o a los dioses que pueda haber, alargo con mi mano lo que soy, conforme manda la suerte y el azar ejecuta, fiel a un compromiso olvidado.