Adoramos, a solas, el mal, no por ser mal, sino porque es más intenso y más fuerte que el Bien, y todo cuanto es intenso y fuerte atrae los nervios que debían ser de mujer.
Para quien hace del sueño su vida y del cultivo en invernadero de sus sensaciones una religión y una política, para ese, el primer paso, el que acusa en el alma que ya dio el primer paso, es el sentir las cosas mínimas como extraordinarias y desmedidas.
Y a veces, en mitad de la calle ―por fin sin que reparen en mí― me detengo, vacilo, busco algo así como una nueva dimensión, una puerta que dé al interior del espacio, al otro lado del espacio, donde sin pérdida de tiempo pueda huir de mi conciencia de los otros, de mi intuición demasiado objetivada de la realidad de las vivas almas ajenas.
Porque no os penséis que yo escribo para publicar, o para escribir, ni siquiera para hacer arte. Escribo porque ese es el fin, la perfección suprema, la perfección temperamentalmente ilógica, o de mi cultivo de estados de alma. Si cojo una sensación mía y la desmadejo hasta poder con ella tejerle la realidad interior a la que llamo La Floresta de la Enajenación o el Viaje Jamás Realizado, creedme que lo hago no para que la prosa suene lúcida y trémula, ni siquiera para gozar yo con mi prosa ―aunque eso también quiero, también ese primor final añado, como un hermoso caer de telón sobre mis decorados soñados― sino para que dé completa exterioridad a lo que es interior, para que de ese modo realice lo irrealizable, conjugue lo contradictorio y, haciendo del exterior sueño, le proporcione su máximo poder de puro sueño
Para quien hace del sueño su vida y del cultivo en invernadero de sus sensaciones una religión y una política, para ese, el primer paso, el que acusa en el alma que ya dio el primer paso, es el sentir las cosas mínimas como extraordinarias y desmedidas.
«Los grandes fragmentos», «Educación sentimental», p. 482
SENSUALISMO / SENSACIÓN
Y a veces, en mitad de la calle ―por fin sin que reparen en mí― me detengo, vacilo, busco algo así como una nueva dimensión, una puerta que dé al interior del espacio, al otro lado del espacio, donde sin pérdida de tiempo pueda huir de mi conciencia de los otros, de mi intuición demasiado objetivada de la realidad de las vivas almas ajenas.
Porque no os penséis que yo escribo para publicar, o para escribir, ni siquiera para hacer arte. Escribo porque ese es el fin, la perfección suprema, la perfección temperamentalmente ilógica, o de mi cultivo de estados de alma. Si cojo una sensación mía y la desmadejo hasta poder con ella tejerle la realidad interior a la que llamo La Floresta de la Enajenación o el Viaje Jamás Realizado, creedme que lo hago no para que la prosa suene lúcida y trémula, ni siquiera para gozar yo con mi prosa ―aunque eso también quiero, también ese primor final añado, como un hermoso caer de telón sobre mis decorados soñados― sino para que dé completa exterioridad a lo que es interior, para que de ese modo realice lo irrealizable, conjugue lo contradictorio y, haciendo del exterior sueño, le proporcione su máximo poder de puro sueño
El arte de soñar es difícil porque es un arte de pasividad, donde lo que supone esfuerzo es la concentración de la falta de esfuerzo. El arte de dormir, si existiera, debería ser de forma parecida. Repara bien: el arte de soñar no es el arte de orientar los sueños. Orientar es actuar. El soñador auténtico se entrega a sí mismo, se deja poseer por sí mismo.
―Vive tu vida. No seas vivido por ella. En la verdad y en el error, en el gozo y en el malestar, sé tu propio ser. Sólo podrás hacer eso soñando, porque tu vida real, tu vida humana es aquella que no es tuya, sino de los otros. Así, sustituirás la vida por el sueño y te preocuparás tan sólo de soñar con perfección. En todos tus actos de la vida real, desde el del nacimiento hasta el de la muerte, tú no actúas. Eres actuado; no vives; sólo eres vivido. Vuélvete, para los demás, una esfinge absurda. Enciérrate, pero sin golpear la puerta, en tu torre de marfil. Y tu torre de marfil eres tú mismo.
―Desprécialo todo, pero de manera que el despreciar no te moleste. No te juzgues superior por despreciar. El arte del desprecio noble está justamente en eso.
Pulverización de la personalidad: no sé cuáles son mis ideas, ni mis sentimientos, ni mi carácter… Si siento una cosa, vagamente la siento en la persona visualizada de una criatura cualquiera que aparece en mí. Me sustituí por mis propios sueños.
«Los grandes fragmentos», «Fórmula de bien soñar en los metafísicos», p. 496
FÁRMACOSSUEÑO
Dejo correr los sueños… Los tengo tan puros que exceden siempre lo que espero de ellos. Son siempre más hermosos de lo que quería. Pero esto sólo el soñador perfeccionado puede esperar conseguirlo. He pasado años buscando soñadoramente esto. Hoy lo consigo sin esfuerzo…
El más alto grado del sueño es aquel en que, creado un cuadro con personajes, los vivimos todos al mismo tiempo ―somos todas esas almas conjunta e interactivamente. Es increíble el grado de despersonalización y de encenizamiento del espíritu a que esto conduce y es difícil, lo confieso, huir de un general cansancio por todo el ser al hacerlo… ¡Pero el triunfo es tan grande!
Este es el único ascetismo posible. No hay en él fe, ni un Dios.
Dios soy yo.
Vivir en un dulce y fluido estado de desconocimiento de las cosas y de uno mismo es el único modo de vida que a un sabio conviene y entusiasma.
―Saber interponerse constantemente entre uno mismo y las cosas es el más alto grado de sabiduría y de prudencia.
―Nuestra personalidad debe ser incorruptible, hasta por nosotros mismos: de ahí nuestro deber de soñar siempre y de incluirnos en nuestros sueños para que no nos sea posible tener opiniones acerca de nosotros mismos.
Y, especialmente, debemos evitar la invasión de nuestra personalidad por los otros.
La única actitud intelectual digna de una criatura superior es la de una tranquila y fría compasión por todo cuanto no le es propio. No porque esa actitud tenga la más mínima señal de ser justa y verdadera; sino porque es tan envidiable que es preciso tenerla.
Sólo me ocupo de mí mismo. El mundo exterior es para mí, de manera evidente, sensación. Nunca me olvido de que siento.
Sé siempre en la vida aquello que pueda ser el sueño de un solitario y nunca el abrigo de un enamorado.
Mi destino natural de contemplador indefinido y apasionado de las apariencias y de la manifestación de las cosas ―objetivador de los sueños, amante visual de las formas y los aspectos de la naturaleza
Para mí la humanidad es un vasto motivo de decoración, que vivo por los ojos y por los oídos, y, además, por la emoción psicológica. Nada más quiero de la vida sino asistir a ella. Nada más quiero de mí sino el asistir a la vida.
Toda aproximación es un conflicto. El otro es siempre el obstáculo para quien busca. Sólo quien no busca es feliz; porque sólo quien no busca, encuentra, toda vez que quien no busca ya tiene, y ya tener, sea lo que fuere, es ser feliz, como no necesitar es la parte mejor de ser rico.
Pertenezco a una generación ―o más bien a una parte de generación― que perdió todo el respeto por el pasado y toda la creencia o esperanza en el futuro. Vivimos por ello del presente con las ganas y el hambre de quien no tiene otra casa. Y, como es en nuestras sensaciones, y sobre todo en nuestros sueños, sensaciones inútiles y ligeras, donde encontramos un presente, que no recuerde ni al pasado ni al futuro, sonreímos a nuestra vida interior y nos desinteresamos con una soñolencia altiva de la realidad cuantitativa de las cosas.
Pensando que cada paso en mi vida era un contacto con el horror de lo Nuevo, y que cada nueva persona que conocía era un nuevo fragmento vivo de lo desconocido que yo ponía encima de mi mesa para cotidiana meditación aterrorizada ―decidí abstenerme de todo, no avanzar hacia nada, reducir la acción al mínimo, huir lo más posible de la posibilidad de ser encontrado por los hombres o por los acontecimientos, quintaesenciar sobre la abstinencia y abdicar a la bizantina. Hasta tal punto el vivir me aterra y me tortura. Decidirme, finalizar cualquier cosa, salir de lo dudoso y de lo oscuro, son cosas [que] se me antojan catástrofes, cataclismos universales.